Pero allí descubre que ya no le esperan ni sus mascotas: su padre se ha apoderado de su acuario, bautizando a todos los peces con nombres de dictadores, y su novia le ha dejado a través de una nota nada cariñosa («Fuck you, Tom! Forever, Mary»), harta de sus infidelidades y ausencias.
El único que parece tenerle en sus pensamientos es su jefe, que antes de que pueda deshacer las maletas, ya le ha asignado un nuevo destino: viajará de inmediato a la República Democrática Alemana (RDA) para informar sobre los disturbios y protestas que se están produciendo. Así comienza Arenas movedizas(Impedimenta, 2015), una novela gráfica escrita por los alemanes Max Mönch y Alexander Lahl e ilustrada por Kitty Kahane. El responsable de dar color a las viñetas ha sido Dominique André Kahane. El cómic, muy bien documentado, retrata con ironía la vida en la Alemania del Este y la caída del Muro de Berlín en 1989.
Aunque todos los autores de la obra eran vecinos del Berlín Oriental, prefirieron que fuese una mirada extranjera la que diese voz a la historia y así nació el personaje del periodista americano. «Queríamos que fuese alguien de fuera, que no estuviera involucrado y que relatara todo de una manera más naif, inocente, que no tuviese ninguna carga emocional», explica Alexander Lahl, que viajó con Dominique André Kahane recientemente a Madrid y Barcelona para presentar el libro.
Infancia en la RDA
Nadie olvida qué estaba haciendo cuando cayó el Muro. Fue la noche del jueves 9 al viernes 10 de noviembre de 1989. Lahl, director de cine, que entonces tenía once años, asegura que tanto para Mönch como para él, «fue la
experiencia más importante que tuvimos cuando éramos niños». Él estaba enfermo ese día, por lo que no fue al colegio, y dedicó la jornada a ver la televisión. Justo esa fecha su padre había conseguido un permiso para viajar a Berlín Oeste y, al día siguiente, su hermana pudo ir a visitarle con normalidad. Había caído es
frontera de piedra que dividía la ciudad, el país y dos formas antagónicas de mirar el mundo.
«Hasta entonces, era más fácil alcanzar la luna que ir al Oeste». En cualquier caso, el cómic se distancia de su propia experiencia: «Tiene que ver mucho con nuestras vidas, pero al mismo tiempo no, porque ninguno de los personajes están relacionados. Algunos detalles sí tienen relación con familiares o gente que conocemos, pero no es una autobiografía”. Estos detalles desde los coches hasta los puesto de control, están muy afinados, y además de sus propios recuerdos y los testimonios de personas que vivieron aquellos años
en la RDA, han consultado libros y archivos de prensa, y visto muchas películas.
Retrata cómo el régimen comunista vigilaba a sus ciudadanos, la persecución y las detenciones arbitrarias, la carestía, las familias separadas y la falta de libertad. También el absurdo, esos dos mundos enfrentados, las vidas claustrofóbicas y cómo se vivió esa jornada histórica de la caída del Muro. Y en toda la narración, pese a la dureza de las situaciones, el humor y la ironía están muy presentes. Una mirada que conecta con el lector: «Tanto política como históricamente, todos los hechos son reales. El humor le viene muy bien a la novela gráfica. Le da vida. No es algo arduo y seco. También tiene mucho que ver con nuestro modo de trabajo, en el que el humor está siempre muy presente», explica. Además, el protagonista vivirá una historia de amor con una alemana que será su cicerone por las entrañas de la RDA.
Sobre la técnica de la obra, explican que la ilustradora dibujó las viñetas con pluma y D.A. Kahane les puso color utilizando Photoshop en el ordenador. La letra de los bocadillos y la que funciona a modo narrativo en las viñetas es la de la propia Kitty. Este es el segundo libro en el que trabajan en equipo. Actualmente,
los responsables del guion están produciendo juntos un documental que habla sobre los océanos y se pregunta a quién pertenecen.
Por Leire Escalada Bericat.