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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Exilios heredados – La Vanguardia – 23 de julio de 2022

Una madeja de hilos invisibles conecta países de diferentes puntos del mundo. En esos haces circulan historias con personajes que transitan de un lugar a otro, que cambian de lengua, de cultura y de costumbres, como muchos de los autores que las han escrito. A lo largo de la historia, la guerra, la persecución, la falta de libertad o de pan ha empujado a muchas personas a convertirse en exiliados.

La literatura de todos los tiempos ha recogido esos desplazamientos. Ha detallado las circunstancias particulares de personajes reales o ficticios –inspirados en seres de carne y hueso– y nos ha permitido conocer y sentir esos viajes forzados. El mundo sigue propiciando relatos de abandono de la tierra natal porque las raíces no se desprenden nunca, como reflejan los libros recogidos a continuación.

Diversas obras publicadas recientemente testimonian el exilio vivido en sus familias. Algunas optan por novelar el tema sin renunciar al contexto histórico. Otras se acercan al momento presente. Los protagonistas lidian con las incertidumbres y contradicciones que les genera dejar su país, su entorno familiar y cultural. La huella de los éxodos se transmite y, a veces, son las generaciones posteriores quienes retocan los ovillos para dar vida a los recuerdos y a los silencios de sus antepasados.

La escritora croata Dubravka Ugresic (Kutina, 1949) fue testigo de la rotura en mil pedazos de su tierra natal. Cuando en 1991 estalló la guerra de los Balcanes, criticó el enfrentamiento y los nacionalismos, lo que la puso en el punto de mira tanto de croatas como de serbios. Abandonó Zagreb, donde impartía clases en la universidad, y se fue a Berlín. Actualmente reside en Ámsterdam.

El Museo de la Rendición Incondicional (Impedimenta) ahora editado en nuestro país, fue escrito en aquellos años (1991-1996) de violencia y atrocidades en la antigua Yugoslavia que tanto resuenan hoy. El libro salvaguarda vidas: la de la madre, que antes ya había dejado su Bulgaria natal, la de la autora, la de sus amigas, y la de tantos otros (artistas, escritores, profesores…) que recalan en una ciudad, Berlín, donde les invaden las ganas de dormir y donde escasea el tiempo para los demás.

La soledad del exiliado encuentra cierto alivio en los mercadillos callejeros. Uno reconoce, entre el eclecticismo de objetos expuestos, un hogar que ya no existe. También las fotografías son una forma de apuntalar la biografía, por eso la narradora siempre lleva dos en su maleta. 

Soledad, sentimiento de pérdida y paranoia son algunos de los síntomas que provoca el exilio

Ugresic reflexiona sobre el “fuerte sentimiento de pérdida”, sobre la “paranoia” que comporta su condición de migrante, una especie de sueño que confunde imágenes del pasado, presente y futuro. Maravilla la fuerza narrativa de la escritora –los episodios en Lisboa, Boston o Zagreb– que en esos tiempos de guerra se alzan por encima de las nuevas fronteras: “Sí, los mundos se han dividido, solo una cosa es verdad, que ya nadie es igual”.

—Mey Zamora, La Vanguardia, 23 de julio de 2022