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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La escuela de Freddie – Mondo Sonoro – 11 de diciembre de 2022

Tras leer el primer capítulo, al lector de “At Freddie’s” le puede asaltar la tentación de acudir a Google para ver si Penelope Fitzgerald tiene algún vínculo de sangre con Oscar Wilde. No hallará ningún dato que lo confirme, pero la prosa de Fitzgerald huele al Wilde de “Un marido ideal” o de “The Importance Of Being Earnest”. Una prosa ingeniosa, afilada, e irónica; probablemente no tanto como la del escritor irlandés pero sí lo suficiente como para resultar deliciosa. La prosa de esta novela original de 1982, traducida por Mariano Peyrou, es sólo la primera satisfacción que se encuentra el lector.

La escuela de Freddie es una escuela de teatro para jovencísimos actores que tienen en su horizonte interpretar a Shakespeare o musicales en el West End londinense. Penelope Fitzgerald (1916-2000) ficcionaliza su experiencia como profesora de niños actores en la escuela de teatro Italia Conti de Londres.

Estamos en 1963 en la vetusta escuela Temple de formación de actores, que está de capa caída y medio en ruinas, pero que Freddie se encarga de dirigir. La directora, Freddie Wentworth, es todo un personaje que siempre pretende sacar algún provecho de los demás, pero no en beneficio propio, sino de la escuela ya que “su corazón pertenecía al teatro”.

En la escuela coinciden diversos personajes: el talentoso Jonathan de nueve años; el esforzado Mattie de doce; la profesora católica Hannah Graves, cuya llegada a Londres le permite respirar libertad; el provinciano y protestante Pierce Carroll, un joven profesor tan voluntarioso como poco dotado; y el señor Joey Blatt que pretende invertir en la escuela Temple para salvarla, aunque Freddie no se lo pone fácil.

Esta novela tiene una trama bien simple y los capítulos se desarrollan entre ensayos, relaciones entre los personajes y representaciones de Shakespeare. Lo que anima “La escuela de Freddie” es mostrar cómo la tradición no puede detener el empuje de los tiempos. Ya sea en las costumbres, en el teatro, en la escuela o en los sueños de las personas las cosas cambian. Eso que Bob Dylan dejó bien sentado en la letra de “The Times They Are A-Changin’”. En 1963, ni The Beatles, ni mucho menos el mayo del 68, habían llegado todavía, pero ya estaban en capilla. Las mujeres no esperaban un marido que les ofreciese un hogar, ni los actores esperaban triunfar declamando al bardo de Avon o bailando en musicales sino actuando en los spots televisivos o en el cine, o el esfuerzo ya no triunfaba por encima del talento. Los altos muros del pasado poco tienen que oponer a los fuertes vientos del futuro y por gruesos que sean, acabarán derribados. De eso va esta encantadora novela que destila nostalgia, humor, ternura y pasión por las bambalinas del teatro.

—Quim Pérez, Mondo Sonoro, 11 de diciembre de 2022