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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Oso», de Marian Engel

«Una novela obscena y extraña, que es adorada por Robertson Davies, Margaret Atwood y Alice Munro. Es una obra de la que los canadienses se muestran muy orgullosos, y que en su momento fue considerada escandalosa.»

Cuando su jefe le dice a Lou (bibliotecaria del Instituto Histórico de Toronto) que debe desplazarse a una remota isla situada al norte de Canadá para inventariar los libros y las pertenencias de la mansión victoriana que un fallecido coronel les ha donado, no sabe con qué sensación de liberación recibe el encargo. Ella, que soñaba con ser un antílope, se ha convertido a sus veintisiete años en un topo. Cinco años de trabajo encerrada en el sombrío despacho situado en el sótano junto a la caldera le han envejecido. Cada vez descubre con mayor frecuencia la sordidez de cuanto le rodea a esta mujer dada a las crisis de fe e inseguridad.

Cuando Lou llega a su destino está deslumbrada por un viaje en el que recorre la grandiosidad de una naturaleza «Lou, que soñaba con ser un antílope, se ha convertido a sus veintisiete años en un topo» todavía virgen. Allí se encuentra con una vieja mansión octogonal que tiene un curioso habitante: un oso. De hecho, desde los primero moradores siempre ha habido allí un oso. Ella deberá, no solo realizar su trabajo, sino también ocuparse de la alimentación del animal. Durante un tiempo será la única persona que habite la isla. «Así que ese era su reino: una casa octogonal, una sala llena de libros y un oso».

Este es el planteamiento inicial de una novela sorprendente. Es un canto a la naturaleza, al encanto de la vida salvaje que esta urbanita descubre como una liberación de su vida gris. Pero sobre todo es una novela profundamente erótica.

Lou irá descubriendo que en ese oso viejo y dócil de ojos pequeños y tristes puede encontrar el cariño y el placer que necesita. Juntos pasean por los bosques casi impenetrables de la isla, se bañan en el río, ella desnuda, él en libertad. El oso, pese a sus trescientos kilos de peso, juega con el cuerpo de Lou con delicadeza. Observa que el oso conoce el interior de la casa, que de hecho se mueve por ella con entera libertad.

Acunó en las manos los huevos grandes, peludos y asimétricos, jugó con ellos, los deslizó suavemente en el escroto mientras él la lamía. La polla no salió de su funda larga y cartilaginosa. Me da lo mismo, pensó, no pido más. No tengo que complacer a nadie. Qué más da si te excito, te quiero y basta.

Poco a poco Marian Engel, con una prosa rica y fluida, con toda naturalidad y sutileza, nos hace descubrir no solo el encanto de una naturaleza casi salvaje (los orígenes de los primeros pobladores de esa zona, los misterios que las “Al llegar a su destino se encuentra con una vieja mansión octogonal que tiene un curioso habitante: un oso” viejas mansiones pueden encerrar); también el recorrido del viaje interior de la protagonista hasta encontrarse totalmente renovada. El descubrimiento de una sexualidad, nada convencional, explícita y transgresora, que se afronta con naturalidad. Diría que sin morbo pero también sin la menor pusilanimidad.

A lo largo de sus veintidós capítulos nos encontraremos ante una novela obscena y extraña, que es adorada por Robertson Davies, Margaret Atwood y Alice Munro. Es una obra de la que los canadienses se muestran muy orgullosos, y que en su momento fue considerada escandalosa. Con una presentación muy cuidada y magníficamente traducida por Magdalena Palmer. Oso se alzó con el Governor General’s Literary Award en 1976 y está considerada una de las mejores (y más controvertidas) novelas de la literatura canadiense.

Por Marisa Caballero.