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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El otro, Thomas Tryon: ¿Truco o juego? – Fabulantes – 28 de enero de 2021

El otro supone una de las cumbres del gótico sureño en su versión terrorífica. La magnífica novela de Thomas Tryon, actor reciclado en escritor, se basa en un truco, un fabuloso giro de guión que termina por dar una ambientación siniestra al ambiente casi bucólico en que transcurre los hechos. La novela inspiraría a Ira Levin (La semila del diablo) y también a un tal Stephen King.

La magnífica ambientación del libro debe mucho a la deformación profesional de Thomas Tryon, eficaz actor secundario (varias veces a las órdenes de Otto Preminger, por ejemplo) que abandonó la interpretación a los 43 años para dedicarse por completo, y con orgullo, a la escritura de terror.

A lo largo de tres largos capítulos —soberbio el último— Tryon reconstruye la tragedia del clan Perry, afectado por la reciente muerte del patriarca, Vinning. Es verano, época de cosecha, en el tórrido estado de Connecticut de 1935. Pequot Landing es un minúsculo pueblo cimentado en la confianza entre vecinos, en el que los Perry gozan de la mejor de las reputaciones. La naturaleza sigue su curso, y también la vida, aunque en la majestuosa villa familiar todavía resulten palpables algunas secuelas del luto: Alexandra, la viuda, se refugia en su habitación, sumida en su propio trauma, y apenas se deja ver, salvo de noche, como un fantasma. La cueva de las manzanas, el desván donde se apilan las frutas con las que se destilará la sidra, permanece cerrada con candado, como recordatorio del drama pasado. Sin embargo, es el lugar de juegos preferido de Holland y Niles, los gemelos idénticos que, sin embargo, al haber nacido al filo de la medianoche, poseen dos signos distintos: Holland es Piscis, voluble y sinuoso; Niles, Aries, recio y sensible. Los dos han sido criados por su abuela de origen ruso, Ada. Ha sido ella la que les ha enseñado las reglas del «Juego».

Si se concentran mucho en algo, Holland y Perry son capaces de «meterse en la piel» de otras criaturas, e incluso de cosas. Pueden sentir la caída de una hoja, y su deslizamiento hasta el suelo, así como el dolor de una avispa cuando muere. El «Juego» no tiene más reglas que su propio constreñimiento espacial, pues es efímero, dura un instante. El juego de los hermanos tiene lugar en un entorno en apariencia bucólico. El autor destina muchas páginas, y esfuerzos, a recrear la vida en Pequot Landing, a describirnos su comunidad e interrelaciones. No en vano, Tryon es uno de los mayores exponentes del gótico sureño, un subgénero del que William Faulkner fue maestro, y que en la literatura de terror alcanza su cumbre con Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson. En este subgénero, puramente estadounidense, lo sobrenatural, extraño o desconcertante se abre camino con naturalidad, convive y se codea con lo rutinario.

El otro es un libro sobre la maldad y la inocencia, pero sobre todo es una reivindicación sobre el poder de la imaginación. Como todo poder, administrado en exceso puede entrañar riesgos considerables. Así se lo advierte Ada a su nieto Niles en los estertores de la primera parte de la novela, aún melancólica: «La imaginación es como un profundo estanque. Durante el día se va vaciando, como cuando bebemos agua; y, cuando bebemos por la noche, el agua que hemos consumido durante el día vuelve a recuperarse. Pero, si no se recupera, si no queda nada para beber, tenemos sed. A través del sueño, Dios nos otorga nuestra fuerza, nuestro poder y nuestra paz […]». Las palabras de Ada encierran una enseñanza, una moraleja, a la que debe estar atento Niles. La relación de Ada con sus nietos es la piedra angular de este libro.

La lectura de El otro plantó semillas robustas. Fue muy celebrada por Anthony Burguess, el autor de La naranja mecánica, e inspiró a Ira Levin, el escritor de la imperecedera La semilla del diablo. Pero, sobre todo, condicionó la vocación de un chaval que tenía 24 años en el momento de la publicación de la novela. Se llama Stephen King, y creo que no es necesario que les comente a qué lleva dedicándose desde entonces.

—Joaquín Torán, Fabulantes, 28 de enero de 2021