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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Nuestro referente no es la realidad, sino la ficción que consumimos desde niños» – El Correo – 18 de febrero de 2023

En ‘Araña’ (Impedimenta), Jon Bilbao vuelve al Lejano Oeste gracias a las narraciones sobre el pistolero John Dunbar que escribe otro Jon (Bilbao), un asturiano de Ribadesella que vive en la capital vizcaína y que abandonó la ingeniería por la literatura. Son dos líneas narrativas paralelas que tienen en común la frontera, entendida como un espacio de transición, de búsqueda, de dejar algo atrás para encontrar algo delante. La novela se presentó ayer en la librería La Saturnina.

–Hay en ‘Araña’ mucho de ‘Basilisco’, así que los lectores ya pueden intuir por dónde van los tiros…

–Es una ampliación, aparecen los mismos personajes, crecen y van cambiando, se incorporan otros nuevos y nuevos paisajes. Hay dos líneas narrativas que transcurren en paralelo y se apoyan una en otra: una se desarrolla en tiempo presente en Euskadi y Asturias y su protagonista es un escritor que escribe narraciones del Oeste. La segunda son esas narraciones. El escritor está en un momento de transición en su vida –se ha separado, ha encontrado otra pareja– y está bastante desorientado. Y eso lo vuelca en el viaje de unos peregrinos a través de EE UU hacia un paraíso exclusivamente masculino, vetado a las ‘Evas’. A las pocas páginas ya vemos que pinta mal, que son un hatajo de ineptos. Necesitan un guía, y aquí entra John Dunbar.

–Paraíso, luz. ¿Hablamos de búsqueda?

–El libro es pura transición, sí. Es un salto de fe: no sabemos lo que hay al otro lado pero lo vamos a intentar. Y es una búsqueda en la cual descubren que lo importante no es obsesionarse por una meta, sino aprender a ser mejores personas. Si avanzan un poco en eso, a lo mejor ya es suficiente.

–¿La literatura es también buscar?

–No me gusta utilizar ‘terapéutico’ en referencia a la escritura, pero sí que ayuda a pasar a limpio unas ideas y a concretar pensamientos, a tomar distancia y a tener más perspectiva. Si no te lleva a entender del todo las cosas, sí a sentirte un poco mejor. Se aplica a la escritura y a la lectura.

–En ‘Araña’ no hay límite: el narrador puede hasta encontrarse con el niño que fue.

–Me permito algún juego narrativo como ese, y sin dar más explicaciones, porque a estas alturas de la película no hay que obsesionarse con la verosimilitud. Los lectores de hoy son inconscientemente posmodernos: cuando leemos una obra de ficción o vemos una serie, nuestro referente para comparar no es la realidad, sino la infinidad de obras de ficción que hemos consumido desde que éramos niños. Podemos ir al meollo de la ficción saltándonos el paso intermedio de la realidad. La ficción permea nuestra realidad a día de hoy.

–¿Siempre hay una araña?

–Todos tenemos una, en mayor o menor medida. La del libro es una encarnación en forma de personaje de esa melancolía que a veces sufrimos y no sabemos de dónde viene, un sentimiento de culpa cuyo origen no podemos concretar, una tristeza que es como ruido de fondo emocional. Hay personas que pueden convivir con eso y para otras ese sinsabor tiene un volumen más alto y puede dificultar el día a día o convertirse en una patología. Jon trata de afrontar su araña mediante la ficción.

–¿Qué tiene el wéstern?

–A mí me gusta el Oeste como frontera simbólica, como lugar de transición, de realización personal, que es lo que era a finales de siglo XIX en EE UU. Se iban a la frontera a reinventarse, a probar otra suerte. Y es un espacio entre la ley y la ausencia de ley, el orden y el desorden, la individualidad y la sociedad. Es un espacio liminal y eso le da un enorme potencial narrativo que puede trasladarse a otros entornos.

–¿A Ribadesella?

–O a la cocina de nuestra casa. A día de hoy suele ser más un espacio interior que exterior.

—Elena Sierra, El Correo, 18 de febrero de 2023