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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Autopsia sentimental del ‘Homo sovieticus’ que emigró a Estados Unidos – El Mundo – 27 de febrero de 2023

El periodista Alex Halberstadt, que dejó la URSS a los nueve años de edad, narra las peripecias de su familia en Jóvenes héroes de la Unión Soviética y cómo la Historia moldeó el carácter de sus compatriotas: “Cuando llegamos a EEUU nos daba vergüenza hablar en ruso”, recuerda.

Alex Halberstadt tenía nueve años cuando en 1979 abandonó la Unión Soviética con su madre y sus abuelos maternos y emigró a Estados Unidos. Se llevaron poco más que algunas viejas historias familiares, entre ellas las relacionadas con el vilipendiado abuelo paterno, Vasili, supuesto agente del KGB y escolta de Stalin. Halberstadt creció y se construyó casi naturalmente una identidad completamente norteamericana. En 2004, se dedicaba a la escritura y el periodismo y vivía en Brooklyn con su novio de la universidad cuando supo por casualidad que el abuelo Vasili, de 93 años, seguía vivo. Decidió visitarle en Vinnytsia, la ciudad del centro de Ucrania donde residía. Lo que comenzó como un reportaje desembocó en una larga indagación que concluyó en 2020, cuando publicó unas apasionantes memorias familiares, Jóvenes héroes de la Unión Soviética, aclamadas en su país y que Impedimenta acaba de publicar en España con traducción de Jon Bilbao.

«Antes de viajar a Ucrania para conocer a mi abuelo yo pensaba que la historia de mi familia era como la de cualquier otra familia. Pero después de conocerle, de escucharle, y de estudiar la historia de la URSS, la misma que él vivió en primera persona, me di cuenta de que me equivocaba», explica Halberstadt por videollamada, rodeado de plantas, desde su luminoso apartamento en Nueva York. No era una cuestión de relaciones humanas y de temperamentos, sino del peso de la historia con mayúsculas; de cómo las vidas de las personas pueden ser moldeadas por fuerzas y procesos fuera de su alcance. «Entendí que la historia era mucho más importante para entender mi relación con mi padre, y la de mi padre con su padre, que cualquier rasgo de personalidad. Y que la historia verdaderamente importante y que había que contar no era la de mi abuelo, sino la de mi propia familia, que servía además para contar la historia de ese trágico y gigantesco país que fue la URSS».

Tiempo después, la lectura de un artículo sobre una serie de experimentos con ratones que demostraban que el miedo se transmite fisiológicamente de generación en generación conectó los propios miedos y pesadillas recurrentes de Halberstadt con las experiencias traumáticas que habían padecido sus antepasados. Estudios posteriores confirmaron la existencia de un mecanismo análogo en los humanos: hijos de supervivientes del Holocausto registraban en los genes relacionados con el estrés alteraciones idénticas a las que presentaban sus padres, por ejemplo. «Cuando me interesé por los descubrimientos recientes sobre epigenética, todo comenzó a tener sentido. Ya no se trataba de metáforas. Mi familia materna sufrió el Holocausto. Conoces aquellos tiempos terribles a través de los relatos de tus abuelos, pero empiezas a entender que es algo que está en ti, en tu cuerpo. Fue cuando decidí escribir este libro», confiesa.

El resultado es un recuento en primera persona que rastrea las raíces de Halberstadt en Lituania, Ucrania y Rusia. También una historia sentimental de la URSS, «más compleja de la que sugieren los relatos de la Guerra Fría. Era un país tan diverso cultural y racialmente como Estados Unidos». En la segunda parte del libro, Halberstadt describe la vivencia poco conocida de la migración soviética en Estados Unidos. «Llegaron millones de personas, pero se ha escrito muy poco de ello. Hay alguna novela, pero creo que el mío es uno de los primeros libros de no ficción sobre el tema. Sentí que tenía la responsabilidad de dar voz a tantas personas que como yo vivieron esta experiencia». Su peripecia personal como inmigrante ruso y gay en el Nueva York de los 80 proporciona un interés añadido al relato. «Soy periodista, y a lo largo de mi vida no he dedicado mucho tiempo a escribir sobre mí mismo, pero hay aspectos de mi infancia y de mi juventud que tenían que estar presentes, así que tuve que encontrar el tono adecuado para unificarlo todo».

¿Cómo vivió de niño esa dualidad entre dos culturas entonces antagónicas?

Uno solo puede existir verdaderamente en una cultura a la vez, especialmente cuando es joven. Si llegas a un país nuevo con 10 años, encajar es lo más importante. Intentas adoptar lo nuevo y suprimir todo lo anterior, sobre todo en un país que produce tanta cultura como Estados Unidos. Yo llegué en 1980. El Imperio contraataca estaba en los cines y Reagan se refería a la URSS como el imperio del mal. Nos avergonzaba hablar ruso en público. Te llamaban comunista. Uno nunca quiere ser el extranjero, es una experiencia bastante universal, pero mucho menos si te perciben como el enemigo. La experiencia fue distinta para mis abuelos o mi madre. Ellos hablaban y socializaban en ruso en la comunidad de inmigrantes de Nueva York. Mi madre llegó con 30 años. Para ella ha sido como vivir entre dos emisoras del dial, entre interferencias. Yo sin embargo quería convertirme en un norteamericano completo. Quería borrar cualquier vestigio de mi condición de ruso. Fue más adelante cuando sentí la necesidad de escarbar, de volver atrás. Así que este libro fue en buena medida un ejercicio de exploración personal».

Cuando Jóvenes héroes de la Unión Soviética se publicó hace casi tres años en Estados Unidos, hubo quien reprochó a su autor que el libro ofreciera una versión demasiado pesimista de la sociedad rusa. Algunos le tacharon incluso de antirruso. Ahora, cuando se cumple un año de la invasión de Ucrania, nadie le comenta nada semejante. «Hay guerras complicadas, pero esta no lo es. Putin se ve a sí mismo como una suerte de emperador que persigue la reunificación del mundo eslavo, como Bin Laden pretendía la reunificación islámica bajo un nuevo califato. Es un disparate, y además ninguna parte del plan le está saliendo bien». Es increíble que en la Europa de hoy pueda haber una guerra provocada estrictamente por la voluntad de un solo hombre, contra un país vecino. ¿Se imagina que España invadiera Portugal?». Y Halberstadt añade: «El 30% de los rusos tiene familia en Ucrania. Yo tengo tanta sangre rusa como ucraniana». Es la nación hermana y Kiev es el origen de la cultura rusa».

—Borja Martínez, El Mundo, 27 de febrero de 2023