Una chica en invierno es la última de las obras de Philip Larkin (Conventry, 1922) que quedaba por publicar en castellano. Con solo veinticinco años, este autor británico consiguió publicar una novela pesimista y desalentadora que conmovió a miles de personas. La protagonista de esta historia, Katherine Lind, es una joven extranjera que trabaja como bibliotecaria en una ciudad inglesa durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a que su rutina la mantiene en un estado de hastío continuo, una carta de Robin Fennel, su primer amor, hace que la joven se inunde de recuerdos. Katherine había pasado un verano en casa de los Fennel cuando aún era una adolescente. Allí descubrió un mundo infinito de posibilidades y de diversiones, un mundo que nada tiene que ver con su vida actual. Durante esas idílicas vacaciones, Katherine comienza a experimentar y a observar cómo es la vida de los adultos. Sin embargo, todas las esperanzas que nacieron durante esos tres meses han quedado sepultadas bajo el hielo de un crudo y violento invierno inglés. En tan solo doce horas, la protagonista lucha contra su pasado y su presente para tratar de hallar respuestas que la ayuden a crear un futuro diferente. Una chica en invierno consigue demostrar que, aunque las circunstancias destruyan los objetivos que se marca una persona cuando es adolescente, siempre se pueden encontrar alternativas que puedan traer un poco de calor en los días más fríos del invierno.
Larkin crea unos personajes complejos y que evolucionan bastante a lo largo de la novela. Katherine se presenta en la novela como una bibliotecaria extranjera, pero se desconoce cuál es su verdadero lugar de origen. Ella llega a reconocer que proviene de una ciudad cercana al río Rin, por lo que la crítica ha señalado desde su publicación que podría ser una refugiada alemana o judía. Gracias a esta decisión de ocultar su procedencia, se muestra a una mujer que representa a cualquier emigrante que llega a un nuevo país tras huir de una guerra tan cruenta. Sin embargo, Una chica en invierno no es una novela que se centre en el enfrentamiento bélico, sino que trata de plasmar cómo se puede aceptar la madurez en un periodo convulso y que se ha llevado cualquier esperanza de futuro. La propia Katherine recuerda con melancolía cómo eran sus días cálidos, sus días de adolescencia y de inocencia, desde un presente invernal, desde una madurez que la ha llevado a una sucesión de rutinas demoledoras en las que lo excepcional apenas tiene cabida. Esta visión positiva de la infancia que se opone a la destrucción que supone el paso a la edad adulta puede parecerse a algunas novelas de Ana María Matute, como Paraíso inhabitado (2008), obra en la que la protagonista también despierta del sueño de la inocencia tras su primer desengaño amoroso y en la que la guerra también está presente. Por el contrario, en esta obra de Larkin el lector observa este crecimiento personal desde los ojos cansados de una adulta en la que apenas se percibe un atisbo de felicidad. Una chica en invierno es también una obra de contrastes, de sensaciones y de cuadros cotidianos descritos con una gran naturalidad. Sin duda, se aprecia que su autor fue uno de los poetas ingleses más aclamados del siglo xx . Por esta razón, también hay que destacar el gran trabajo de traducción, que deja ver la sensibilidad que se quiere transmitir a lo largo de toda la novela.
Una chica en invierno es una novela que va más allá del relato de una guerra cruel o de un inocente primer amor. Esta es una historia de crecimiento, de desengaño, de soledad y de pérdida. Pese a su tono melancólico continuo, Larkin consigue crear una obra en la que se confirma que el calor puede esconderse en las pequeñas casualidades cotidianas. Es, sin duda, un gran regalo para todo aquel que sepa apreciar este “cuadro de un paisaje invernal hecho con colores neutros, aunque nunca tan bello”.
Paula Mayo