Es… No sé… Es la riqueza del verano, toda la gloria del… del amor y la poesía lírica, un modo de vida plena, profunda y… una magnífica sucesión de…
¡Puaj, me están dando arcadas! – dijo el hombre con violencia -. Esto es un Château La Bouygue de 2003, de uva recolectada antes de la Phylloxera, por supuesto. Eso sí, ligero y libre, no rico en asociación, pero con completa garantía de honestidad; instrumental, mientras que los de 2001 son más sinfónicos; la delicadeza de un Braque más que la audacia de un Matisse. ¿Eso es lo máximo a lo que puedes aspirar? ¿Amor y poesía lírica, de verdad? Nunca en mi vida he escuchado una bazofia semejante. No tienes el nivel suficiente para venir aquí, amigo. Mejor será que te vayas a uno de esos pubs con tus compañeros de clase alta: ese es tu sitio.
Para empezar a leer un libro de cuentos, acudo siempre al tantán de la campana, llámalo desaire, desidia lectora, en primer lugar porque de vez en cuando hay que redimirse de la disciplina espacio-temporal de las novelas y su maldita voz impostada de teniente coronel y en segundo lugar por un tema de puro confort y decisiones argumentales. Ahora, una vez bebido el cóctel de parábolas, anécdotas y tragicomedias que conforman Cuentos completos, de Kingsley Amis, considero suficiente el sedimento de prosa arrasadora y su gran instrumentación de la tristeza y el sarcasmo, que vienen a ser lo mismo. Y tal vez la unión haga la fuerza, la activa resistencia de devastar convencionalismo y cánones sociales. Si bien aunque en algún momento dado (son 24 cuentos) las premisas o trances de la narrativa puedan resultar fruslería se impone la brutalidad narrativa y la risa de 30 decibelios que viene a ser un artefacto Kingsley Amis. Esta es la realidad de los grandes escritores, fuerza narrativa y bagatela temática, mierdas, justo lo contrario que los libros de tesoros y joyas de la corona de las sombrillas de la playa que suelen ser de malos escritores multimillonarios. Estos últimos, más listos y conservadores. Sus lectores, también.
Aunque a veces se frustre la detonación cómica (profética). Pues:
Por ejemplo, permítanme que aproveche esta oportunidad para animar a todos los jóvenes amantes de la cerveza de barril que tengan una esperanza de vida alta a que beban la mayor cantidad posible de esta mientras puedan, porque van a dejar de fabricarla en 2016.
Escribe Amis en el epílogo del libro: Me atrevo a suponer que en la actualidad el término <
Idea: Pack de 6 Acitivia Danone con cuentos para leer sentados en el váter. Si el cuento es género menor, es literatura de cuarto de baño, para jiñar. El contratiempo es que no es verdad (para género menor ya tenemos la poesía en general, el ripio en particular y el electro latino en términos absolutos). Curioso que no os gusten los cuentos, pero sí los premios de relatos de las diputaciones provinciales y los ayuntamientos. Siempre dos cosas, el puto dinero y mi vida tiene una novela pero voy a escribir un relato. Anda ya. Leen los concejales; voz y voto pero ni puta idea de literatura, como siempre ha sido. Ya sabes, algo correcto, social, homosexual, superación personal. Da igual que escribas mal. Solo cuida ortografía y sintaxis. Lee Kingsley Amis, lee calidad, y menos boletines, querido amigo del relato.
, señor – dijo el camarero -. Le recomiendo especialmente la leche de manatí marciano. Y también hemos recibido hoy un zumo de limón carnívoro japetano, si le apetece probar algo poco común. Muy, hmmm, rico en sangre, señor.
Kingsley Amis es tan bueno narrando la maquinaria del tiempo de un grupo de freaks de las bebidas alcohólicas como los sucesos paranormales de la dualidad ficción – realidad o las rarezas de un padre para impedir el matrimonio de su hija con un poeta de sangre criolla. Disparo corto, largo, contraataque y precisión. Ciertas diatribas encubiertas contra afectaciones y protocolos anglosajones, ironía, y ese gran humor inteligente que es una especie de desánimo, de desmoralización. Casi siempre haciendo equilibrismo en un cordel cáustico.
Dije que todavía existía la posibilidad de que fuese una coincidencia. ¿Qué podía ser si no una coincidencia?, preguntó ella. Me había estado preguntando eso mismo mientras hablábamos con Palmer. No era fácil. Sintiéndome como un maldito idiota, dije que pensaba que podríamos habernos extraviado en una especie de mundo paralelo que se parecía ligeramente al mundo que yo había inventado, ya saben, como en una historia de ciencia ficción.
Otro gran artefacto, de homenaje y reminiscencia Conan Doyle es El misterio de Darkwater Hall. Página 285.
El rifle es la clave – dije, sosteniendo en mi mano el arma que había recuperado-. Como todos los de su clase, es impreciso. Así que, cuando desapareció, comprendí que el culpable del robo era alguien que no sabía de armas. Cuando su taza de té se hizo añicos ayer, lady Fairfax, comprendí aún más cosas. Para conseguir acertar entre usted y yo con una bala disparada por este chisme a una distancia de aproximadamente ochenta metros, el tirador ha de ser alguien brillante, con muchas horas de prácticas a sus espaldas; algo que ninguno de nosotros tiene… Así que debió de tratarse de alguien que, independientemente de sus habilidades, tuvo la suerte de acertar, aún disparando con un arma tan imprecisa. Que ese alguien volviera a tener esa suerte hace una hora me habría dejado estupefacto, debo reconocerlo. Así que, ya ven, mientras Black Ralph apuntara directamente a mi pecho, yo estaba a salvo. Si se hubiera limitado a disparar al azar, entonces puede que me hubiera alcanzado.
No pidan mucho más. Kingsley Amis es uno de esos escritores que nos hace un poco más felices, y nos permite mirar por encima del hombro al arrogante de la cola del supermercado. Un libro tan poderoso como necesario. Molt bé, Raquel.
Javier Divisa