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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

“La palabra heredada”: una curiosidad salvaje – La Voz – 9 de abril de 2023

Esta obra de Eudora Welty es un libro de memorias de las que cada tanto brotan también reflexiones ligadas a la escritura

Abril de 1983. Eudora Welty tiene 74 años y está a punto de dar una conferencia en la Universidad de Harvard. Luego vendrán otras dos. Esas palabras van a ser escuchadas primero y leídas después. Tomarán la forma de un libro. En castellano lo conoceremos como La palabra heredada. Mis inicios como escritora.

A pesar de lo que sugiere el subtítulo, no se trata de un relato sobre los primeros pasos de su carrera. Welty –una de las autoras más importantes de la literatura estadounidense– se remonta mucho más atrás. La palabra heredada es un libro de memorias de las que cada tanto brota una reflexión ligada a la escritura. Eso hace posible al menos dos modos de leerlo: como relato biográfico y también como un ensayo de lo que implica escribir. Un ensayo que de a ratos parece involuntario, como si el único objetivo de la autora fuera contar parte de la historia familiar a través de escenas que se acumulan.

Y allí aparece la maestría de Welty, en esas escenas. Un árbol genealógico dibujado en un papel, con una rama trunca para señalar a alguien “muerto por el rayo”. Un bebé con dos monedas apoyadas sobre los párpados cerrados. Un circo que desvía el recorrido de su desfile para pasar frente a la ventana de un chico enfermo. Una madre que lee El origen de las especies, sentada en una silla en la cocina, esperando que se haga el pan que acaba de meter al horno. Un hombre agonizando, acostado en una balsa que resbala sobre un río congelado. Un cartel que dice “¿Dónde piensas pasar la eternidad?”. Una mujer metiéndose en una casa en llamas para buscar sus libros de Dickens y salvarlos del fuego. Una pareja, cada uno en una camilla de hospital y conectados por una transfusión de sangre. Eudora en su bicicleta repartiendo botellas con la leche que ha ordeñado su madre, pequeño negocio familiar para poder comprar un piano. Eudora después, practicando sus escalas, pensando en los dedos de su madre trabajando en el establo.

Algo de la experiencia humana –y la fascinación que produce– se ancla ahí, en ese narrar. Lo que la autora va aprendiendo –y reconociendo luego como herramientas de su oficio– surge de lo cotidiano. De los relojes, de las tormentas, del cielo, de las conversaciones de su madre con una amiga, de los viajes, de las escenas familiares.

Los títulos de cada conferencia parecen tres pasos sencillos (“Escuchar”, “Aprender a ver”, “Encontrar una voz”). Quizás sean el mayor desafío que debe enfrentar quien escribe. Mucho antes de las palabras, poner en juego una cierta forma de atención sobre el mundo. Una inclinación que Eudora Welty reconocía como propia y que alguna vez llamó “curiosidad salvaje”.

—Eugenia Almeida, La Voz, 9 de abril de 202