El unicornio, de Iris Murdoch, es un libro escurridizo. La historia es engañosa, los personajes no son lo que parecen, la intención del libro y sus temas principales no se muestran de forma abierta al lector. Se puede leer como una novela gótica, una historia que se aprovecha de las convenciones del género o hasta como una parodia. Lo que es seguro es que se trata de una de esas novelas que me hacen plantearme cómo leo yo, en vez de pensar sobre lo que tengo entre manos a través de sus páginas. Los lectores somos siempre una parte activa del proceso, asignamos roles dentro de la historia que en ocasiones encajan con lo que nos encontramos. Pero en otras, la autora va muy por delante, anticipando qué estamos pensando y cómo nos ha conducido hasta allí, para finalmente mostrarnos nuestros erróneas presunciones y, lo más divertido, hacernos reflexionar sobre por qué hemos caído.
Aquí, empezamos con una joven institutriz llamada Marian Taylor, que acepta un trabajo en un alejado y viejo castillo victoriano, calculo que en los años 60 (la novela fue publicada por primera vez en 1964). Allí, en Gaze, no encontrará alumnos, sino una bella y etérea señora, Hannah, que vive confinada entre sus muros, rodeada de personajes de lo más indescifrables y observada en la distancia por unos vecinos que parecen estar también bajo un encantamiento, disfrutando perversamente en la distancia con semejante situación. Esto se asemeja a una historia contada muchas veces. Pero su desarrollo es sorprendente. Yo apuraba sus páginas esperando giros de trama, la típica tensión y resolución de un gran misterio, sorpresas y sobresaltos. Y aunque todo esto es un elemento más de la novela, aunque realmente es la escenificación de algo más, aunque esta dimensión extra sobre sus personajes que quiere sacar a la luz a mí me resulta difícil de explicar y os animo a descubrirla por vosotros mismos.
Lo que os puedo decir es que transmite una sensación constante de extrañeza e irrealidad, casi de estar en un cuento de hadas, que hace que los constantes cambios en la caracterización de sus jugadores y las decisiones que estos toman sean posibles, porque no dejan de estar suspendidos en un sueño. Y en esta singular puesta en escena dividimos a los personajes en categorías: en quien podemos confiar y quienes son los antagonistas. Les asignamos motivaciones y un grado de autoridad. Me encanta como Marian va creciendo ante nuestros ojos. Comienza siendo la jovencita que no mirarías dos veces por la que ella misma se tiene, para acabar siendo una mujer muy estimulante (en toda la extensión de la palabra) para el que más tarde la describe. O Denis, alguien que empieza en las sombras, cada vez es más oscuro, acabe deslumbrando al lector, y finalmente, se queda en una zona gris difícil de categorizar. Cuando aparece un personaje que creemos que puede resolver el misterio (tal vez porque sea ajeno a Gaze como dice Marian, pero seguramente porque en cualquier otro libro sería el héroe por muy ridículo que él sea y todos lo sepamos) nos encontramos con que, en realidad, lo que piensa es esto:
«Las mujeres que no eran inteligentes también podían ser tontas. A lo mejor todas las mujeres eran tontas. No Hannah, por supuesto, pero, se le ocurrió de forma vaga y espontánea, Hannah no era exactamente una mujer.»
Ah, la amada, ese ser mitológico. Y no hablemos de las mujeres. En ese sentido, El unicornio me ha recordado a El ocupante de Sarah Waters (libro que creo que tiene algunas fans por estos rincones), aunque aquí hay un menor componente sobrenatural y mezcla la vena más loca de la novela gótica clásica (incluyendo voyerismo, masoquismo, pasiones y contenciones carnales varias) con la filosofía, la otra gran disciplina en la que se movía Iris Murdoch. Tiene momentos estupendos muy típicos del género, como todo lo que tiene que ver con los sucesos en la ciénaga. Lo gótico siempre ha casado bien con la exploración del subconsciente o conflictos entre el bien y el mal. El ritmo y el pulso que tiene de la historia su autora es bestial, la última parte del libro se devora casi sin tiempo para pararse a pensar sobre lo que está pasando en un clímax que no pertenece a ninguna realidad lógica. Y de la belleza de la prosa, con imágenes nítidas y directas a la vez de con gran lirismo, que os voy a decir. Creo que la descripción que tenéis al comienzo de la entrada es un buen ejemplo de su tremenda calidad.
Sé que difícilmente podéis haceros una irisidea certera de la novela sin haberla leído con lo poco que cuento, pero por un lado, pasan demasiadas cosas y me da pánico destriparlas y es que tampoco tengo muy claro qué es lo que realmente pasa. Reconozco que hay partes más reflexivas que temo que se me han escapado entre la locura de la trama. Aún le estoy dando vueltas. Seguramente no sea una lectura para todo el mundo, pero a aquellos a los que les gusten los temas con los que normalmente os machaco sin piedad, al menos, os parecerá interesante.
CRIS