Impedimenta recupera esta poco conocida novela en la que John Dos Passos, miembro destacado de la ‘generación perdida’, realiza una ácida radiografía universal de los lodazales de la política
¿Todavía no conocen a Homer T. Crawdford? No puedo creer que no conozcan a nuestro Chuck. ¡Tienen que conocer al Número Uno! Pero antes de las presentaciones unas palabras sobre su creador, John Dos Passos (1896-1970), que ocupa una posición destacada, pero quizás algo incierta, entre los grandes novelistas estadounidenses. Dos Passos pertenece a la llamada «generación perdida» y su figura ha quedado opacada por los carismas casi contrapuestos de Fitzgerald y Hemingway, tan elegante el primero, tan avasallador el segundo. La biografía de John dos Passos no ofrece ningunaleyenda que pueda competir con estos dos.
Dos Passos sostiene su prestigio literario sobre Manhattan Transfer y la trilogía USA (El paralelo 42, 1919 y El gran dinero), desarrollada entre 1930 y 1932, dos obras que trasplantan algunas de las técnicas (collage, corriente de conciencia…) de Joyce y de los llamados escritores «modernistas » a los Estados Unidos con el propósito de estudiar la sociedad americana rebasando los límites de la estética psicológica, encerrada en el desarrollo de un argumento lineal, para abordar así un retrato conjunto, atento a los condicionantes de superestructuras como el dinero, la clase social, el urbanismo, la bolsa…
Uno tiene la sensación de que se trata de novelas más celebradas que leídas, quizás porque pasado el primer impacto, se aprecia, con independencia de sus indiscutibles méritos, una deuda excesiva con sus modelos británicos. Sea como sea Dos Passos escribió bastantes más libros que estas cuatro novelas, y el título que aquí se recupera, Número Uno, escrito 20 años después de Manhattan Transfer supone un repliegue a una estética más convencional, realista, sustentada en diálogos verosímiles y pasajes descriptivos casi documentales.
Dos Passos centra el foco narrativo Homer T. Crawford, cuyos amigos llaman Chuck y sus colaboradores Número Uno. Se trata de un hombre de buena apariencia, que trata de acceder desde un modesto estado del Oeste al Congreso. Chuck no viene de buena familia, no dispone de un gran capital, no es un intelectual (defiende un borroso socialismo de raíz cristiana)… su único recurso es su labia, un capital político nada desdeñable.
Dos Passos no se limita a informarnos de que Chuck es persuasivo sino que da continuas muestras de su elocuencia en discursos más o menos improvisados, cargados de ego y de argumentos que quizás hoy llamaríamos populistas, para revestir con un nombre novedoso lo que quizás sea el electoralismo de siempre. Número Uno nunca vuela más alto que cuando Dos Passos cede la narración a los discursos de Chuck; y a medida que avanzamos crece la sensación de que el autor desaprovecha el mejor material cuando considera ya caracterizado al personaje y empieza a espaciar los discursos del Número Uno para abrir el plano.
Y lo que se nos ofrece cuando la novela deja de ser «de personaje» son unas broncas elecciones locales, con sus tejemanejes, sus corrupciones basales, sus envidias e incompetencias. Una descripción atinada y precisa, pero quizás un poco demasiado vista, a la que no ayuda demasiado la acumulación de diálogos pálidos (cómo apetece que Chuck vuelve a tomar la palabra) y largas tiradas descriptivas, como si a Dos Passos le moviese menos la inspiración que la determinación.
Gran parte de la suerte de la novela depende de lo que al lector le parezca Tyler, algo así como el spin doctor de Chuck, con el que mantiene una relación de mutua dependencia y de latente desprecio. Tyler es alcohólico, pero también la conciencia moral de un libro donde los intereses y la ambición emborronan y distorsionan los afectos. Casi siempre al borde del coma etílico, es nuestro guía en el laberinto de favores, insinuaciones, promesas y leves corruptelas que conducen a Chuck a la ansiada elección. También es un buen ejemplo del retrato «desde abajo» que Fitzgerald ensayó con la relación entre Nick y Gatsby.
Dependerá de cada lector emitir un juicio sobre el valor de Tyler como personaje. Si me preguntan a mí les diré que me parece notable, pero no dejo de lamentar que Don Passos no se decidiese a centrarse en Chuck, y nos dejase escuchar más su alta elocuencia electoralista.
Gran amor por España
Descendiente de portugueses -su abuelo era un comerciante de Madeira-, Dos Passos tuvo una gran relación con España. De sus viajes tras la Primera Guerra Mundial surgiría el libro de retratos ‘Rocinante vuelve al camino’, y en 1932 volvería a nuestro país, donde trabaría amistad con gente como Azaña, Ramón J. Sender o Fernando de los Ríos. En sus memorias, ‘Años inolvidables’ (1966), recogería su profética visión del desenlace de nuestra Guerra Civil
—Gonzalo Torné, La Lectura, 22 de julio de 2023