Sin metáforas ni animales antropomórficos que los representen –como optó Art Spiegelman en “Maus” para abordar el tema del nazismo–, Max Mönch y Alexander Lahl componen, con la ayuda de la ilustradora de cuentos infantiles Kitty Kahane, uno de los mejores textos jamás escritos sobre las dos Alemanias en los días previos a la caída del muro. Y lo hacen gracias a una completa ausencia de pretensiones: la historia, que sigue el canon del mejor cine de espías con todos sus tópicos y lugares comunes –el corresponsal del diario norteamericano en tierras comunistas, las familias divididas por el muro, curas que funcionan como agentes dobles, relaciones sentimentales entre capitalistas y comunistas…–, se explica con una naïveté potenciada por el ingenuo trazo de los dibujos de Kahane –par alemana de nuestros Juanjo Sáez o Saioa Burutaran–. Se agradece el tono ligero, pero no por ello desprovisto de gravedad y didacticismo: Mönch y Lahl ahondan en la cotidianeidad de los habitantes del Berlin Oriental atendiendo a los pequeños detalles –la crema de cacao y avellanas Nudossi, únicamente presente más allá del Checkpoint Charlie, las escuchas clandestinas de los vinilos de los Rolling Stones y Bruce Springsteen, los apasionados besos en la boca que se proferían los líderes comunistas y un largo etcétera– en vez de perderse en grandes discursos a los que el lector ya se ha enfrentado previamente. Es precisamente su cuidado por este tipo de elementos lo que pilla a cualquier amante del noveno arte –y de la literatura en general– con la guardia baja para cautivarle desde la primera página.
Daniel López Leboreiro