De ‘La chica que vive al final del camino’ y Pippi Calzaslargas a películas como ‘Tin & Tina’ o ‘Alma viva’, este verano hay que dejar que los niños se acerquen a nosotros… pero con mucho, mucho cuidado
Uno de los mejores ejemplos de infancias amorales e irresistiblemente divertidas al tiempo lo encontramos en Matemos al tío (1963), de la escritora canadiense Rohan O´Grady, llevada al cine por William Castle y editada también, con estupenda portada de Edward Gorey, por Impedimenta (la editorial que más hace por difundir la infancia perversa en nuestras librerías).
Aquí, Barnaby Gaunt de diez años y su amiga Christie, traviesos en grado alarmante, tendrán que enfrentarse al diabólico tío del primero, quien planea su muerte para heredar una fortuna. Deliciosa comedia negra de resabios góticos, sus niños no son ni buenos ni malos, sino todo lo contrario, pero, ignorados por los adultos, harán, como Rynn, lo que sea para sobrevivir.
Quizá estemos gestionando así no solo nuestro eterno temor a la pura e inocente maldad del niño, sino también el nuevo miedo a que un día se venguen justamente de nosotros por tratarlos como idiotas. Porque los niños juegan siempre según sus propias reglas, no las nuestras. Como dijo una vez Ray Bradbury: “Los niños me adoran porque escribo historias que les hablan sobre su capacidad para el mal”. Si les privamos de ese placer en la ficción… ¿No querrán jugar con nosotros, literalmente, en la realidad?
—Jesús Palacios, El Cultural, 8 de julio de 2023