‘El número uno’ puede que no sea la mejor novela de John Dos Passos, pero sí su mejor retrato literario y social de la inmoralidad y la depravación política. Si queremos conocer cómo alcanzar la gloria y la supervivencia política, sin reparar en medios inmorales para lograr esos fines deberemos leer El Príncipe, de Maquiavelo. Pero los tiempos cambian y, aunque los fines sean los mismos -lograr y detentar el poder a toda costa- los métodos, siendo igual de espurios, se van volviendo más sofisticados, más engañosos de manera que sean incluso bien vistos por la ciudadanía y sus amplias tragaderas.
Es aquí donde la lectura de ‘El número uno’ de Dos Passos se hace necesaria al mostrarnos a plena luz una radiografía prácticamente universal de la corrupción política, no importa dónde. Pero Dos Passos quiere ir más allá en este relato, que ahora oportunamente recupera y reedita la editorial Impedimenta. Dos Passos no quiere retratarnos solo al corrupto, dispuesto a todo, sino también, y de manera más alarmante, al visionario, al iluminado político que provisto de un andamiaje ideológico superficial y estúpido, consigue liderar a una masa de ingenuos y alcanzar así sus objetivos de corrupción.
John Dos Passos conocía bien todo ese mundo de tramoya política; había realizado un largo viaje desde sus posiciones comunistas iniciales -con las que rompió tras conocer los métodos estalinistas en la guerra civil española- hasta las más conservadoras del panorama norteamericano, apoyando a Barry Goldwater 30 años después. Al escribir ‘El número uno’, sabía de lo que hablaba.
Para retratar al protagonista de su novela, Homer T. Crawford, un auténtico animal político, hecho a sí mismo y dispuesto a todo. Nadie en el circo público se maneja como él. Nadie le gana a astucia ni a elocuencia, y nadie entiende a las masas como él las entiende. Es número uno en popularidad, número uno en contactos, número uno en favores. Número uno también en corrupción, demagogia y escándalos privados. Pero nada de esto parece suponer un obstáculo para las ambiciones políticas de este hijo predilecto de Oklahoma.
Dos Passos solo tuvo que inspirarse en Huey Pierce Long, que gracias a sus métodos populistas y radicales consiguió llegar a gobernador de Luisiana y senador de este mismo estado. Carismático e inmensamente popular con sus programas de reforma social y de construcción de carreteras y puentes, se sirvió de ello para esconder sus despiadados métodos autocráticos. Rodeándose de guardaespaldas parecidos a gánsteres, quitaba y ponía directamente a los miembros de la legislatura, utilizando la intimidación si era necesario.
Long también condujo una extensiva «purga» de funcionarios estatales para asegurar puestos políticos claves a sus subordinados, exigiendo que estos a su vez aportaran dinero de sus salarios para su causa política.
Dos Passos se consideraba a sí mismo ante todo un escritor de crónicas contemporáneas. Prefería el apodo de cronista porque era más feliz trabajando al borde de la ficción y la no ficción. Ambos géneros se beneficiaron de su dominio de la observación, su ojo de cámara, y su sentido del contexto histórico.
Por ello logra que ‘El número uno’ sea un éxito literario; porque combina a la perfección la crónica política y social con una ficción coherente y muy pegada a la realidad y todo ello con una dosis de excelencia literaria que solo poseían contemporáneos como William Faulkner, Hemingway, o Scott Fitzgerald.
—Francisco Recio, La Opinión de Málaga, 30 de julio de 2023