Considerada como una de las obras maestras del terror gótico americano, “La chica que vive al final del camino” desprende inteligencia e intención por los cuatro costados. Sus virtudes entroncan con el subgénero infantil rural de la literatura de terror, especialmente, surgida en los años setenta, con clásicos indiscutibles como “El Otro”, obra de Thomas Tryon, influencia central de escritores como un tal Stephen King.
Al igual que sucede en la novela de Tryon, Koenig nos adentra en los pensamientos infantiles de un niño; en este caso, una niña que responde al nombre de Rynn. Este personaje fue luego interpretado por una inquietante Jodie Foster de trece años en la adaptación cinematográfica de este libro. En este sentido (y aunque suene a obviedad), resulta aconsejable no ver la película antes de leer tan inspirado desfile de páginas de encuentros, plasmados capítulo a capítulo, de Rynn con adultos que ponen a prueba su inteligencia. Ya sea desde el policía gigante de origen italiano al pervertido señor Hallet, Koenig enfrenta a su protagonista con un carrusel humano que plasma la forma más violenta de conocer la vida adulta.
La atmósfera creada por Koenig a lo largo de la novela es tremendamente escalofriante. Su prosa bebe directamente de la rama gótica, con una habilidad encomiable para adentrarnos en el hogar de Rynn y hacernos partícipes de cada escena por medio de una capacidad aterradora de descripción minuciosa, a diferentes niveles, utilizando la metáfora como recurso central de momentos memorables como esos latidos de corazón representados por cada golpe de escalera de un espóiler que resultaría pecado desvelar.
Con unos elementos mínimos, el mundo de Rynn y su pequeño ratón es representado como un submundo ajeno a la sociedad, como si de una casa de muñecas continuamente atacada se tratara. Puro deleite de los códigos sagrados de la típica novela de terror norteamericana facturada en los años setenta, que aquí alcanza lo sublime por medio de la narración de un tipo en estado de gracia cuando la escribió.
—Marcos Gendre, Mondosonoro, 29 de julio de 2023