La glándula de Ícaro es una brillante colección de relatos en la que Anna Starobinets delinea un porvenir aterrador, muchas veces desdibujando o exagerando elementos del presente.
A la hora de dibujar un futuro distópico, el maestro ruso Evgueni Ivánovich Zamiátin se adelantó con Nosotros, una obra de 1920 prohibida por la dictadura soviética, que marcó el camino al 1984 de George Orwell. Tampoco hay que olvidar las sendas literarias alejadas del realismo patrio de El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov, que mezcló aquí lo imposible –la llegada del demonio a Moscú– con la sátira político social. Así que no surge de la nada en su país una figura como la periodista moscovita Anna Starobinets (Moscú, 1978), premio de la Sociedad Europea de Ciencia Ficción en 2018, entre otros galardones internacionales.
Impedimenta, que publicó en 2017 Tienes que mirar, las dolorosas memorias personales por la pérdida de un hijo, presenta ahora La glándula de Ícaro. El libro de la metamorfosis, una brillante colección de cuentos en la que la autora delinea un futuro aterrador, en muchos casos desdibujando o exagerando elementos de nuestro presente para poner al lector a reflexionar.
El motivo principal de la obra reside en unas metamorfosis que, lejos de apoyarse en la mitología, tienen en la genética y en los avances de un futuro –inquietantemente cercano– su razón de ser. También se asomó y mucho a un futuro nada apacible el norteamericano Ray Bradbury, pero en sus Crónicas marcianas y en muchos de sus cuentos imperaba ese gusto por la literatura popular de líneas sencillas y efectistas con sus gotas personales de poesía.
Por el contrario, los cuentos de Starobinets podrían compararse con el estilo desasosegante de Sara Mesa –que no se dedica a este género– y con la introspección de Stanislaw Lem. En suma, un sello propio que nos deja buenos cuentos como El parásito, una historia de teología ficción por la que revolotea la sombra de un ángel, y La frontera, canto terrorífico a la inmortalidad mediante el salto de especies.
Sin duda, el más moralizante es Spoki, vuelta de tuerca a la adicción infantil a las pantallas. Siti, otro de los relatos, es una fina sátira sobre la ciudad ultramoderna y celebrada, como la que algunas dictaduras del petróleo construyen a golpe de talonario. En cuanto al cuento que da título al libro, se trata de una reflexión sobre un mundo feliz en el que la hombría se puede domeñar. Y todo, marcado por un tenue in crescendo que, de forma maestra, va envolviendo las historias hasta su conclusión. Starobinets, una autora hoy físicamente alejada de la Rusia de Vladímir Putin, ya es un valor seguro de la ciencia ficción. —Alfonso Vázquez, El Periódico de España