Editan «Los comienzos», primera parte de la trilogía «Juegos de la eternidad», una novela morosa y deslumbrantemente literaria de raíces autobiográficas.
Dice el editor Enrique Redel que es «uno de los secretos mejor guardados de la literatura europea de los últimos años». Y es posible que lo sea, porque pese a los esfuerzos de sellos como Melusina y Anagrama (publicaron El volcán, La cebolla y La lucecita), Antonio Moresco (Mantua, 1947) sigue siendo un desconocido por estos pagos.
«He venido aquí para desaparecer, en esta aldea abandonada y desierta de la que soy el único habitante. El sol acaba de ocultarse tras la cresta. La luz se está extinguiendo. En este momento estoy sentado a unos metros de mi pequeña casa, frente a un despeñadero vegetal. Observo el mundo que está a punto de sumirse en las tinieblas ». El arranque de la novela La lucecita bien podría ser una declaración de principios de este emboscado al que, no gratuitamente, se le ha emparentado con Thoreau, y no solo porque haya militado en tiempos en la extrema izquierda y desempeñado ´os más diversos oficios.
El emboscado —ya de inicios tardíos en la literatura— salió definitivamente a la luz con la publicación de su trilogía Giochi dell’eternità, integrada por las novelas Gli esordi (1998), Canti del caos (2001) y Gli increati (2015). Este monumental proyecto le ocupó más de treinta años de concepción —pensándolo, imaginándolo, soñándolo— y escritura, y tras infinitas peleas con los editores logró que lo aceptasen. Supuso su consagración como escritor de referencia en Italia.
Redel cree que así ocurrirá también en España y por ello emprende su ambiciosa publicación. El primer volumen, Los comienzos, llega hoy a las librerías con el ansia de despertar el hambre de los lectores exigentes. El editor compara la operación con la introducción de Mircea Cartarescu en el mercado editorial del español, que lo suyo le costó al corajudo sello Impedimenta pero que acabó fraguando. Con el narrador rumano, comparte Moresco —además de la raíz autobiográfica, aquí más acusada— un personal estilo, moroso y deslumbrantemente literario, teñido de poesía, y con una capacidad fascinante para crear un universo único.
Los comienzos —con sus más de 650 páginas— está articulado en tres partes que se corresponden con tres etapas vivenciales del autor: la formación religiosa en el seminario, la militancia en la extrema izquierda y el paso adelante en el deseo de ser escritor. El protagonista, sin nombre y parco en palabras, ha desarrollado prodigiosamente otros sentidos y hará partícipe al lector de su asombrosa, tortuosa y compleja percepción del mundo. Para empezar a gozar solo hace falta que ese lector muestre la voluntad de compartir esta exigente, lúcida e intimista aventura vital y, sobre todo, fiesta del lenguaje desatado, pero sin barroquismos. Héctor J. Porto, La Voz de Galicia