Hay quienes consideran que Antonio Moresco (Mantua, 1947) ha inaugurado una nueva línea narrativa en italiano, quienes se muestran convencidos de que es un escritor sublime y visionario, diferente a todos, absolutamente único y personal. “Un escritor que no se parece a nada ni a nadie”, en palabras de Daniel Pennac. “Un escritor que, cuando lo lees, ya no te deja salir”, según Roberto Saviano.
Y luego están los que opinan que es un tostón, que también los hay.
Moresco es el autor de una monumental e hipnótica trilogía titulada Juegos de la eternidad, una inclasificable narración de unas 2.700 páginas en total repleta de referencias autobiográficas. La primera parte, que se extiende a lo largo de más de 600 páginas, lleva por título Los comienzos y ve ahora la luz en España de la mano de la editorial Impedimenta.
Tiene como protagonista a un personaje que vive tres vidas: una como seminarista, otra como miembro de una organización revolucionaria de extrema izquierda y otra como escritor que no consigue que ninguna editorial publique sus libros. Las mismas tres vidas que ha vivido en la realidad el propio Moresco. “Sí, he pasado por esas tres experiencias, aunque al escribirlas las haya transformado. He vivido tres vidas distintas, tres comienzos diversos. La vida es un continuo comienzo, por eso he querido titular así este libro”, nos cuenta.
Tardó 14 largos años en poner el punto final a Los comienzos: cinco años los dedicó a escribir, nueve a realizar correcciones y revisiones. “Lo redacté a mano y luego lo pasé a máquina y, claro, cada vez que hacía una corrección me llevaba mucho tiempo porque tenía que volver a pasar a máquina toda la página. Pero no fue tiempo perdido, todo eso me sirvió”, asegura el escritor a El Confidencial.
Moresco llevaba ya un par de años dándole vueltas al libro en su cabeza cuando, por fin, en enero de 1984, con 36 años, decidió ponerse a escribir. “Me sentía muy mal, destrozado, y el único camino que encontré para enfrentarme a todo eso fue encerrarme en mí mismo, dentro de mi caja negra, y tratar de transformar aquello en algo más”. Moresco vivía en aquel entonces con su mujer y su hija, aún pequeña, en un diminuto estudio en la periferia de Milán. Para no molestarlas, escribió Los comienzos de noche, encerrado en el cuarto de baño de la vivienda, sentado en la taza del váter y con un cuaderno sobre las rodillas. “Cuando empecé a escribir nací por tercera vez, y esa vez fue la buena”, recuerda. “Aunque al principio parecía que no iba a lograrlo, porque durante 15 años nadie quiso publicarme”.
Unas 60 editoriales rechazaron los manuscritos del escritor. “Yo pensaba que sería para siempre un escritor desconocido, un escritor que jamás publicaría”. Entonces, ocurrió: le envió por correo a Giulio Bollati, editor de Bollati Boringhieri, el manuscrito de una novela titulada Clandestinità. El libro fue publicado en Italia en 1993, poniendo fin a tres lustros en los que Moresco solo recibió negativas y más negativas por parte de editoriales.
Los comienzos fue publicado en Italia en 1998, cuando Moresco tenía ya 51 años, de la mano de Feltrinelli. El escritor Tiziano Scarpa fue quien recibió el encargo por parte de la editorial de leer el manuscrito y de dictaminar su opinión al respecto. “Empecemos diciendo que nunca he leído nada parecido. Es una escritura completamente imbuida de imágenes. (…) El libro es pura materia narrativa. (…) En mi opinión, este libro es una obra maestra”, señaló. La crítica, sin embargo, no se mostró igual de entusiasta. Aunque el libro recibió algunas buenas reseñas, la mayoría se quejaba de que no se entendía.
A Faulkner le preguntaron en una ocasión qué recomendaba a aquellos lectores que habían leído tres veces sus libros y decían no entenderlos. “Leerlos una cuarta”, sentenció el escritor. Moresco no. “La lectura es un flechazo, no una obligación. A los que dicen que no entienden mis libros les pido que se mantengan alejados y que no intenten siquiera acercarse a ellos”, afirma.
Pero Los comienzos fue poco a poco convirtiéndose en un libro de culto, a través sobre todo del boca a boca. Hasta el punto de que fue publicado de nuevo en Italia en 2011, esta vez de la mano de Mondadori, y recibido en esa ocasión con más entusiasmo y, en algunos casos, incluso con devoción.
Combate entre el bien y el mal
¿De qué va el libro? Como decíamos, sigue los pasos de su protagonista por un seminario, por una organización de extrema izquierda y sus esfuerzos por convertirse en escritor. Todo, basado en las propias vivencias de Moresco. Hasta la increíble mansión que se describe en el libro existió y Moresco vivió en ella. “Mi madre pertenecía a una familia muy pobre y, siendo muy joven, entró a trabajar en la villa de unos nobles, quienes la acogieron como una hija y la hicieron gobernanta de la casa. Éramos una familia dentro de otra familia. Yo viví en aquella villa, la villa en la que por cierto Bertolucci rodó Novecento”, nos cuenta.
El escritor también estuvo en la vida real tres años en un seminario y luego militó en una organización de extrema izquierda, donde se dedicaba a actividades como pegar carteles, organizar reuniones clandestinas… “Como tantos de mi generación, me dejé llevar por una ilusión”, afirma.
Pero, más allá de todo eso, Los comienzos narra el combate entre el bien y el mal, entre el protagonista y El Gato, un personaje que recorre toda la trilogía, un ser destructor y demoledoramente sarcástico que disfruta mofándose de los demás. “En la vida, por desgracia existe el mal. Y yo, como escritor, no puedo esconder esa parte del mundo. Melville, Dickens, Dostoievski o Kafka no ignoraron el mal al hablarnos de la vida”, explica Moresco. “El Gato es un símbolo del demonio en antiguas culturas, también en El maestro y Margarita hay un gato diabólico. El Gato está formado por tres personas que he conocido en la vida real, una en el seminario, otra cuando militaba en la organización de extrema izquierda y otra en mi camino como escritor”.
Es sobre todo el modo en el que está escrito el libro, repleto de imágenes, lo que lo convierte en algo excepcional. “Nuestras narraciones por lo general siguen el tiempo, pero transcurren separadas del espacio. Yo quería en este libro dar importancia a la luz y anular el tiempo, convertirlo en infinito. Por eso la trilogía se llama Juegos de la eternidad”, afirma Moresco
¿Se trata de una obra maestra? Los lectores lo dirán. Porque, como decía Paul Valery,no es nunca el autor el que hace una obra maestra. “La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Solo él puede hacer una obra maestra”. —Irene Hdez. Velasco, El Confidencial