Se empieza leyendo a Iris Murdoch (Dublín, 1919 – 0xford, 1999) deslumbrado por su «exceso de inteligencia», luego sigues desconcertado tratando de encontrar un sentido en la maraña de sucesos, y pasado un tiempo (y varias novelas) terminas sentándote confortablemente a disfrutar de cómo barajará esta vez las figuras habituales de su prodigioso tarot (el narcisista, la sensible y desdichada, el mago, la sensual, el duende oriental).
En Una cabeza cercenada comparecen todas estas figuras en una disposición inédita. Les resumiría el argumento, pero consumiría el espacio sin haberles explicado ni un cuarto de libro. Ya decían Amis y Hitchens, cuando querían elogiar la memoria prodigiosa de alguien, que: «Era capaz de memorizar una novela de Iris Murdoch». Así que puede bastamos con esto: Martin quiere a su esposa, Antonia, pero quiere todavía más a su amante, Georgie, o al menos eso creía hasta que Antonia le revela que quiere el divorcio para casarse con el mejor amigo de Martin…
Más interesante para el lector es saber que estamos ante una obra posterior a las primeras tentativas de Murdoch como novelista y anterior a la década prodigiosa que va de El sueño de Bruno (1969) a El mar, el mar (1978), una de las mayores concentraciones de talento literario del siglo.
En Una cabeza cercenada Murdoch demuestra ya un dominio admirable de sus principales recursos como escritora (su prodigiosa capacidad para meternos de lleno en un lío de mil demonios, sus diálogos llenos de salientes morales y los pasajes de alto vuelo analítico), pero los expone de una manera más directa. Los resortes y las asociaciones parecen aquí más sencillas y evidentes, sus intenciones se aprecian mejor porque todavía no ha aprendido a esconderse, a camuflarse, a disimular. O si se prefiere: Murdoch ya sabe cómo organizar una fiesta, pero todavía no ha conseguido que sea inolvidable.
Una clave para el desarrollo de la novela es el sorprendente ángulo moral que elige Murdoch (al que volverá a recurrir en el futuro) y que consiste en desprender las faltas sentimentales (adulterios, traiciones, incestos … ) de cualquier nota de escándalo moral. Rechaza los reproches codificados (incluso delictivos en la época en que se escribió la novela) para intensificar el examen de sus consecuencias sociales y psicológicas. Intensamente morales, las novelas de Murdoch evitan cuidadosamente recurrir a códigos éticos donde bien y mal, correcto e incorrecto, aciertos y faltas estén etiquetados como fórmulas ya resueltas. A cambio vemos el proceso vivo y cambiante, como el fluir de un río, de la moral íntima, con su complejo juego de emociones y sus delicados equilibrios con amigos, rivales, cónyuges y amantes. la transgresión queda absorbida de inmediato por la trama de la vida.
Descubrir el tema de las novelas de Murdoch es uno de sus principales encantos y desafíos. Por supuesto que, en cierto sentido, todas van de lo mismo: de cómo se enamora y se desenamora la clase media; de la perturbación física y emocional que supone encantarse con alguien, de sus figuraciones y ensoñaciones, de su hechizo y su disparate, y de su potencial perturbador sobre la sociedad. Enamorarse de quién nadie esperaba se parece a arrojar un bote de pintura sobre una mesa delicadamente dispuesta para cenar. Murdoch equipara aquí abiertamente el enamorarse y la facultad de retener a alguien a nuestro lado con una suerte de brujería.
Pero sus novelas también van cada una de cosas diferentes y Una cabeza cercenada parece preguntarse qué sucedería en un mundo (o por lo menos en un grupo de amigos) donde las personas se tomasen bien las decepciones y los engaños amorosos, los cuernos, las traiciones y la posesión. Personas que tratasen de responder a esta tormenta de sentimientos mediante respuestas emocionales mesuradas y comedidas, mediadas por el arte, el buen gusto, el vino y la conversación. El resultado ¿será una sociedad más civilizada o un polvorín que mantiene a raya como buenamente puede a los dioses oscuros de los celos y la envidia y a los dioses todavía más siniestros de la ira, el rencor y la venganza? Como de costumbre, sólo tienen una manera de averiguarlo.
—Gonzalo Torné, La Lectura, 10 de noviembre de 2023