El pistolero ha caminado descalzo por el desierto, con las manos atadas a la espalda y arrastrando tres cráneos de bisonte atados a sendas estaquillas de madera que unos arquetípicos indios habían atravesado en su piel a modo de castigo. Se ha encontrado con otra víctima de los shoshones, James Bramble, quien camina, en su caso, tirando de las cabezas decapitadas de su mujer y de sus hijos. Colaborando, peor que mejor, han logrado liberarse del martirio y, ya sentados junto a una hoguera, el cowboy le recrimina desapasionadamente: «Tendrías que haber dejado a tu familia en Boston». «¿Tú tienes familia? ¿Mujer? ¿Hijos? Entonces no lo sabes», le replica Bramble con una seguridad de la que no ha hecho gala hasta el instante, intimidado por las circunstancias y por la fama del Basilisco. El forajido, en el que se abre una grieta de inseguridad por primera vez en cincuenta páginas, pregunta: «¿Qué es lo que no sé?». Y la respuesta enuncia uno de los temas en torno a los que gravita ya no solo Araña (Impedimenta, 2023), sino buena parte de la producción literaria de Jon Bilbao: «Que a la familia es difícil dejarla atrás».
Las ficciones del escritor español llevan algo más de una década exponiéndonos a las dolorosas complejidades de las relaciones paternofiliales, y también de las conyugales, hurgando con notable sutileza en sus esquinas más íntimas. De hecho, esa trama western que irá adquiriendo tintes bíblicos constituye solamente la mitad de la obra. Su otra mitad acontece en tiempos y espacios más corrientes —Ribadesella en los ochenta, una refinería en el norte de España, las interminables colas de Disneyland— en los que el autor continúa narrando el resquebrajamiento del matrimonio formado por Katharina y Jon, un par que recuerda a las parejas que el autor ya escribió en los cuentos de Física familiar (Salto de Página, 2014) y cuyos problemas centraron la acción en Los extraños (Impedimenta, 2021), tras haber asomado antes en Basilisco (Impedimenta, 2020), volumen del que Araña constituye algo parecido a una continuación.
Y aunque Araña puede leerse de manera independiente, es justamente esa imbricación cada vez mayor entre sus libros uno de los rasgos más atractivos de la propuesta de Bilbao. El autor está componiendo un proyecto de escritura en curso, que con cada nueva adición matiza las anteriores, resignifica algunos de sus pasajes si no es que los completa, y ofrece otras lecturas posibles de esos viejos textos de los que parten los más nuevos.
La otra característica de su propuesta que ha ido convirtiendo a Bilbao en uno de los autores más interesantes en lengua española del arranque de siglo es su desafío a la idea de una literatura que responda a categorizaciones. Como si la elección de ese territorio de frontera salvaje para tantas de las páginas que ha escrito buscase comunicar también el lugar desde el que ha elegido escribir. Sobre Araña resulta problemático aplicar el término «novela», del mismo modo que sería inexacto referirlo como «libro de cuentos». O aún más, en el libro se mezclan con imprevisto sentido la épica bíblica de ese trayecto que hace el Basilisco convertido en guía de un grupo de peregrinos que buscan su tierra prometida, el exceso tarantiniano de esa escena que refería antes y el costumbrismo de las piezas que narran los veranos de la infancia del protagonista o el viaje en familia al epítome de los parques de atracciones.
El hilo argumental que cose ambientes, pero también tonos y tramas, aparentemente tan irreconciliables es el hecho de que Jon —el personaje— sea el autor de los relatos protagonizados por el pistolero. Pero lo que podría ser una justificación accesoria, va un poco más allá. La sucesión de episodios de la vida del primero y los que éste narra del segundo sugeriría también el tema de la relación entre el autor y su obra, como si las aventuras del Basilisco que se nos dan a leer se desprendiesen de las experiencias de Jon que vamos conociendo, a la vez que se dejan percibir como un eco de las concomitancias biográficas entre el Jon autor y el Jon personaje. Un juego literario al que se le añade en Araña la aparición de ese James Bramble que si se encuentra con el forajido, que si ha expuesto a su familia, es solo porque ha ido en su busca para conocer mejor a esa leyenda que él ha convertido en protagonista de sus folletines à la Marcial Lafuente Estefanía, para poder seguir escribiendo.
—David Aliaga