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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Estrómboli», de Jon Bilbao

«Y es precisamente ese decoro expresivo bajo el que subsisten a veces las más terribles pasiones lo que constituye una de las marcas de la escritura de Jon Bilbao».

Jon Bilbao es autor de un puñado de novelas y de libros de relatos (pienso, por ejemplo, en Bajo el influjo del cometa o Padres, hijos y primates, ambos en Salto de Página). Como otros tantos escritores que se prodigan en ambos géneros, sí, pero mejor que la mayoría. Precisamente si algún sentido tiene la crítica es discriminar lo reseñable de lo que no lo es tanto, dejando claras las coordenadas estéticas suficientes para orientar al lector, soberano último de lo que autor o crítico digan.

Poniéndonos impresionistas y retóricos podríamos decir que las obras de Jon Bilbao son como el BMW de la literatura: fiables, sólidas, atribuidas de ese diseño frío pero impecable que resiste el paso del tiempo y las dota de ese rasgo de clasicismo que es lo perdurable. Tiene algo de anglosajón este autor, como si en lugar de a un autor español nacido en el 72 leyésemos la traducción de uno de esos escritores norteamericanos respetados por la crítica, depositarios de unos cuantos premios que avalan no tanto la fama como el prestigio literario. Estrómboli no es una excepción, sino una reincidencia feliz en aquello que venimos diciendo. Todo pasa en los relatos de este libro con una pasmosa naturalidad. Hay un contraste entre los sucesos que desencadenan la catástrofe y las palabras que lo nombran, como si las pasiones que mueven a los personajes fuesen atenuadas por la expresión siempre contenida, como uno arroja a un volcán hirviente un manto de cenizas. Y es precisamente ese decoro expresivo bajo el que subsisten a veces las más terribles pasiones lo que constituye una de las marcas de la escritura de Jon Bilbao.

Hay un denominador común a varios de los relatos de este libro compuesto por ocho piezas. En casi todos ellos hay un momento en el que se produce una catástrofe, un instante que rompe la continuidad de los hechos y se torna irreparable. Puede ser el hecho de ver cómo alguien huele las bragas de tu novia en una lavandería, una infidelidad, tragarte una tarántula en un concurso televisivo, dejar el freno de mano sin poner, descuidar a tu hijo en la piscina para atender la llamada de tu mejor amigo o intimar con el conserje de un edificio. Es como si bajo la aparente calma de lo cotidiano se agazapara un monstruo siempre imprevisto que amenaza con descabalar la rutina de las costumbres. Jon Bilbao se maneja como pocos con ese aspecto de lo real que podríamos llamar lo siniestro, lo unheimlich si nos ponemos freudianos y pedantes. Cierto que lo siniestro forma parte casi fundamental del género pero, como muchos de los ingredientes de la buena cocina, la dosis justa y el maridaje lo son todo a la hora de componer un plato equilibrado. Dicho de otra manera, hay una notable diferencia entre lo siniestro (esa palpitación inquietante que anida en lo cotidiano) y la atroz exhibición de miserias morales que tanto proliferan en muchas de las obras actuales. Jon Bilbao no persigue hacer explosionar su escritura para dejar al lector en estado de shock y cubierto de vísceras sino algo más contenido, más británico si se quiere. Tal vez no derramemos el contenido de nuestra taza de té ni nos atragantemos con ella, pero sin duda que un temblor saldrá de estas páginas para instalarse en nuestro pulso y hacer que esa taza (pulcra, traslúcida) se agite solidariamente en nuestras manos.

Javier Moreno