Entre los escritores italianos, hay una voz concreta, un susurro que se dirige en soledad hacia su propia orquesta de espíritus: esa voz es la de Antonio Moresco (Mantua, 1947). Milanés de adopción, durante varios años escribió -como tantos otros- acumulando negativas de las editoriales a las que enviaba sus escritos, hasta que un buen día a mediados de los años noventa, a poco tiempo de cumplir los cincuenta, el editor Giulio Bollati figura destacada del panorama editorial italiano del siglo XX, que ocupó altos cargos en las principales editoriales italianas, empezó a publicar su obra. Así, en pocos años se convirtió en un autor conocido y discutido, entre los lectores más entusiastas, fetichistas y críticos.
La crítica lo considera como uno de los padres fundadores de una nueva línea de literatura italiana que va más allá de la posmodernidad, y es comparado con Don DeLillo y Thomas Pynchon; el escritor Roberto Saviano tiene toda la razón al decir que Antonio Moresco es «un escritor que, cuando lo lees, ya no te deja salir». Por lo que leer a Moresco es toda una experiencia lectora muy recomendable por su original prosa y planteamiento.
Impedimenta nos trae la monumental e hipnótica trilogía titulada Juegos de la eternidad, una inclasificable narración repleta de referencias autobiográficas. La primera parte que se ha publicado hace unos meses en español, lleva por título Los comienzos y se extiende a lo largo de más de 600 páginas.
Este primer libro consolidó a Moresco como uno de los grandes escritores contemporáneos en lengua italiana; su ambición conceptual y su incomparable dominio de la lengua le han valido merecidas comparaciones también con Joyce, Proust y Cărtărescu. La obra tiene como protagonista a un personaje sin nombre que vive tres vidas: una como seminarista, otra como miembro de una organización revolucionaria de extrema izquierda y otra como escritor que no consigue que ninguna editorial publique sus libros. Moresco comenta que ha pasado por esas tres experiencias, aunque al escribirlas las haya transformado. Ha vivido tres vidas distintas, tres comienzos diferentes. Así, la vida es un continuo comienzo.
Religión, revolución y creación artística se entrelazan con un punto en común: la creencia en algo. En cada uno de ellos se necesita creer con fuerza, con fidelidad hacia uno mismo y de manera ciega, para avanzar y lograr lo propuesto. En una vertiginosa sucesión de lugares y acontecimientos vislumbrados, en una metamorfosis que nunca acaba, vive al mismo tiempo una y tres vidas, narradas con una riqueza de imágenes inagotable y una prosa deslumbrante. Personajes, lugares y motivos aparecen, desaparecen y reaparecen cuando uno cree que ya los ha olvidado, las estaciones pasan entre líneas, y narrador y lector, indefensos, asisten embelesados a todo lo que se cruza en su camino. La poesía, la comedia y la tragedia se entremezclan en una vorágine incontenible que asimila el absurdo de la existencia para reivindicar su hermosura.
Cuenta el propio Moresco que empezó a escribir Los comienzos en enero de 1984, «seguí trabajando en el libro hasta poco antes de su publicación, en la primavera de 1998. Quince años: cuatro de escritura y once para revisarlo y mecanografiarlo, porque por aquel entonces aún no tenía ordenador y me tocaba pasarlo todo a máquina una y otra vez.
Empecé a presentar el libro a los editores en 1990, a partir de la primera versión que me pareció buena, de ochocientos treinta folios, en la que luego seguí trabajando para proponer el libro después de cada nueva revisión.
Lo escribí día tras día, a mano, en grandes hojas cuadriculadas, en la mesa de la cocina, cuando me quedaba solo en casa. Pero antes de empezarlo me pasé años imaginándolo, soñándolo, e iba con los bolsillos llenos de hojitas, de billetes usados y de pequeñas agendas en las que garabateaba imágenes y apuntes mientras deambulaba por las calles, de día y de noche, mientras iba en metro o estaba en el supermercado, o cuando me despertaba bruscamente del duermevela. Un sinfín de apuntes que luego copiaba otra vez en cuadernos. Los apilaba, volvía a cogerlos, los releía. Dejaba que se formasen movimientos internos, torbellinos y estructuras de manera intrínseca, vertical, en lugar de forzarlos según las convenciones narrativas, con acumulaciones horizontales, combinatorias y automáticas. Solo en ocasiones hacía alguna pequeña excepción, cuando un pasaje imantado atraía unos espacios narrativos que antes no estaban.»
Los comienzos es una primera obra -de la trilogía- en la que el lector se tiene que dejar llevar, leer por el mero placer de leer; de disfrutar e imaginar como si viera a un hombre encorvado en la oscuridad, mirando a su alrededor, respirando, midiendo los pensamientos e intentando comunicarse. De vez en cuando dialoga con cosas animadas e inanimadas, de vez en cuando con los fantasmas de personajes de la historia, de vez en cuando con nosotros, posibles lectores. Siempre hay una melancolía líquida, táctil, pero esquiva, al volver a visitar los lugares donde uno creció, una mezcla de pesar, dolor, consternación, recuerdos enterrados que se desentierran… Moresco se inclina sobre las raíces y las interroga desafiando incluso la concepción tradicional del espacio y el tiempo. La inagotable riqueza de invenciones e imágenes y la ininterrumpida tensión cognitiva de la escritura de Moresco se sustentan en una prosa irradiante y muy intensa.
Deseando ya que llegue la publicación de Cantos del caos y Los increados.
—Pablo Delgado