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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Veinte razones para no leer y 18 libros para no ser razonable

De la única Vuelta a España de Merckx a la historia de los samuráis, pasando por asesinatos, amores, guerras y fantasías, todo un botín de papel para agosto.

Un jovenzuelo francés que se hace llamar Pierre Ménard y asegura no haber escrito El Quijote sostiene que la única función de un libro es aplastar mosquitos y calzar mesas. Lo hace en 20 buenísimas razones para no leer nunca más (Libros del Lince, 160 páginas, 16,50 euros), volumen ilustrado por Ana Flecha en el que, sin piedad, se extiende sobre los males que acompañan a la lectura. Para quienes, por haber leído El Quijote, ya estén vacunados y hayan decidido perseverar en el funesto vicio –al que, sin duda, debe Ménard su pasmosa erudición temprana– aquí van 18 recomendaciones estivales. Difíciles de encontrar en el supermercado pero con menos efectos secundarios que la metralla industrial.

Si los amigos de la belga-coreana Yun Sun Limet fueran seguidores de Ménard, nunca habrían leído las 39 cartas que les dirigió desde el hospital donde intentaba doblegar un cáncer. Sobre el sentido de la vida en general y del trabajo en particular (Errata Naturae, 136 páginas, 12 euros) es un epistolario en el que, con la distancia de la enfermedad, reflexiona con lucidez sobre bondades y perversiones de la actividad laboral. Aunque si piensan que especular sobre el trabajo no es lo mejor para agosto, concéntrense en Cómeme, de la francesa Agnès Desarthe, la incorrectísima historia de una mujer madura que, para rehacer su vida, monta un restaurante en el que se funden en las mismas mesas dos sueños veraniegos: ganar kilos embuchando y perder gramos moviendo la pelvis.

Para completar la trilogía básica de las pulsiones, ahí van unos cadáveres. El situacionista Jean-Patrick Manchette fue uno de los grandes del “polar” francés, un fan de Hammett que desde los 70 hizo mucho por que Francia fuera la patria europea de la novela negra. Fatídica es su visión de una asesina a sueldo. De ahora mismo son los Relatos Negros de Carlos Salem (Navona, 264 páginas, 16,50 euros), autor propulsado en 2008 por la Semana Negra que, desde entonces, alimenta sin cicatería un mundo cada vez más personal y fantástico. Mucho canalla, mucho delirio, mucha sorpresa.

Cuando hayan devorado Malasaña, cambien de tiempo. Al alemán Armin Öhri le flipa el XIX, así que lo suyo es la novela de detectives, la documentación a fondo y seguirle los pasos a Dickens. La musa oscura, multipremiada, es la primera entrega de los casos de Julius Bentheim. Una mujer brutalmente occisa, un maquiavélico profesor de Filosofía, y Berlín en 1865 son los vértices de su vil triángulo letal. Nuevo cambio de tiempo. Ahora estamos en Aeropuerto, un Infierno, al pie de la letra, para almas asesinadas de todos los tiempos donde el azar juntará a un ejecutado del 36 con una de las desaparecidas de Ciudad Juárez. No habrá Dios cuando despertemos (Menoscuarto, 174 páginas, 16,50 euros) ha salido de la pluma del murciano reinstalado en México Ricardo Vigueras y, como poco, les dejará perplejos.

Tanto viaje por el tiempo exige un anclaje. Y el de nuestra época sigue siendo el Holocausto. Los poderosos relatos de Supervivientes, de la escritora en yiddish Java Rosenfarb, empiezan justo después de la pesadilla, al igual que La gravedad de las circunstancias, de la austriaca Marianne Fritz, una autora oculta y de culto que en 1978 inició con esta novela, traducida ahora por primera vez al castellano, el ambicioso ciclo de La Fortaleza. Un embarazo en las postrimerías de la guerra pone en marcha un terrible itinerario por el odio y la locura en los primeros compases de la paz más sórdida. Por cierto, para sumergirse de un modo muy efectivo en los años nazis, no dejen pasar Mendelssohn en el tejado (Impedimenta, 326 páginas, 22,50 euros), del checo Jiri Weil, sátira de la vida cotidiana en la Praga ocupada. Philip Roth les ampliará información en el prólogo.

Catar alguna de estas diez obras les hará valorar hasta qué punto tiene razón Ménard. O guasa. Ahora den un paso adelante y, de la mano de Giorgio Agamben, descubran en El fuego y el relato (Sexto Piso, 110 páginas, 17 euros) el insondable misterio que podría esconderse tras el inocente placer de escribir. Claro que esto es sólo para los que tienden a filosofar. Los amantes de las gestas heroicas disfrutarán las crónicas que Simón Rufo escribió en 1973 sobre La vuelta a España.

Eddy Merckx, por primera y última vez en la piel de toro, en dura pugna con Ocaña y el inolvidable Tarangu. Y los temperamentos aún más enérgicos se hallarán a gusto en la apasionante y profusamente ilustrada Historia de los samuráis que Jonathan López-Vera acaba de publicar en la asturiana Satori (298 páginas, 24 euros). En cuanto a los amantes de un Oriente menos marcial disfrutarán con Man (Periférica, 134 páginas, 15,50 euros), de la vietnamita Kim Thúy. Un viaje entre el pasado y el presente a través de una joven refugiada en Canadá a la que sabores y olores guiarán por el laberinto de la memoria.

Salto al norte. Nada crece a la luz de la luna (Errata Naturae, 272 páginas, 18,50 euros), de la noruega Torborg Nedreaas, está considerada desde 1947 una obra maestra de las letras nórdicas. Nedreaas, tan consumada escrutadora de los paisajes anímicos como de los naturales, se sirve del relato que de su vida hace una mujer en una noche para desnudar a una sociedad. Enfatizar el punto de vista femenino que guía una obra de este calado sería minusvalorarla.

El viaje se va acabando. Así que ponemos rumbo a casa con dos autores poco promocionados. El leonés José Manuel de la Huerga lleva en la brecha desde 1992 y hace ya años que ideó Barrio de Piedra, pequeña ciudad castellana a orillas del Duero, que ahora, en Pasos en la piedra (Menoscuarto, 368 páginas, 21,90 euros), retrata durante cinco días de la Semana Santa de 1977. La Pascua del PCE, le sirve a este novelista de largo aliento para lanzar a sus personajes a un torbellino en el que se enfrentan tradición y libertad sobre un intenso fondo de Transición.

Venas muy diferentes recorren Alada y riente, primera novela de Jesús Bengoechea, madrileño de 1970, cuyo largo oficio de escritor destella en cada línea. En un magno ejercicio de imaginación y conocimiento literario, Bengoechea, un fichaje de la jovencísima editorial Armaenia, mezcla al capitán Ahab, Conan Doyle, Jack el Destripador, Pepito Grillo y hasta Peter Pan para llevar al lector a un destino que tardará mucho en adivinar siquiera.

Un apunte final. Ya en vena fantástica, no dejen de procurarse Crónica de una cacería de troles, una delicia dibujada a principios del XX por James McBryde sobre una idea de su maestro, el simpar M.R. James. Y después, revisen de nuevo los argumentos de Ménard. Y rían con él.

Eugenio Fuentes