Walter Tevis es un curioso escritor norteamericano autor de un puñado de novelas que yo no conocía aunque sí conocía, y muy bien, sus adaptaciones cinematográficas. La primera, ‘El buscavidas’ (1961) de Robert Rossen, con Paul Newman en el papel de Eddie Felson, el jugador de billar inmoral e implacable. La segunda, ‘El hombre que cayó a la tierra’ (1976), del gran N. Roeg, interpretada por Bowie, una de las mejores películas de ciencia ficción jamás realizadas. La tercera, ‘El color del dinero’ (1986) de Scorsese, en la que P. Newman retoma el personaje de E. Felson y en la que resplandecen unos jóvenes Mary Elizabeth Mastrantonio y Tom Cruise, quizá la única película de Scorsese que me gusta. Tevis no tiene muchas más novelas: ‘Sinsonte’, recientemente aparecida en Impedimenta, otra potente incursión de Tevis en el género de la ciencia ficción, ‘Gambito de dama’, que cuenta la vida de una ajedrecista de genio llamada Beth Hermon que ha de luchar contra sus adicciones y esta que ahora comentamos, recién aparecida en su versión española, ‘Las huellas del sol’.
EL TEMA DE ‘SINSONTE’ (1980) es el peligro de unas las máquinas «inteligentes» que crean un mundo donde los seres humanos no tienen ya función alguna y viven existencias vacías anuladas por el alcohol y las drogas. El tema de ‘Las huellas del sol’, la crisis de las fuentes de energía y los problemas del calentamiento global, no son menos actuales. Y eso teniendo en cuenta que es un libro de 1983, antes de la caída del Muro del Berlín, mucho antes de internet y en una época en que los problemas del clima y de las fuentes de energía, aunque ya claramente establecidos en la conciencia de todos, estaban lejos de poseer la sensación de urgencia que han adquirido en el presente. Algunas cosas resultan anacrónicas: las reflexiones sobre el uso del carbón, por ejemplo. Aparte de estos detalles, la clarividencia de ‘Las huellas del sol’ es asombrosa. Su visión de la sociedad china, la combinación de autoritarismo, ética confuciana y capitalismo, tiene una actualidad tan desconcertante que parece increíble que el libro sea de 1983.
PERO LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE no es nada de esto, sino que ‘Las huellas del sol’ es un libro muy bien escrito, muy divertido y que se lee con sumo placer. Es una novela de ciencia ficción con sus naves espaciales, sus sociedades futuras minuciosamente descritas (especialmente espeluznante la visión de una Nueva York en la que los pisos superiores de los rascacielos han sido abandonados y ocupados, como corresponde, por fugitivos, vagabundos y criminales), sus viajes a la velocidad de la luz, sus planetas extraños y sorprendentes, pero la sensación de familiaridad y la «realidad» de lo que nos cuenta Tevis no nos abandona ni un segundo. Sobre todo por la riqueza y la variedad de los personajes y por las historias puramente humanas que los unen. Un libro francamente sorprendente y muy recomendable, para pasar un magnífico fin de semana leyendo sin parar.
—Andrés Ibáñez