cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Humana, demasiado humana»: ¿una historia nietzscheana? — Tebeosfera — 31 de marzo de 2024

Tras haber iniciado en 2016 la publicación en nuestro idioma de los cómics de Catherine Meurisse, con cinco tomos ya en el mercado[1], la editorial Impedimenta acaba de lanzar un sexto volumen de esta artista francesa, con un título esta vez abiertamente nietzscheano, aunque en femenino: Humana, demasiado humana, (Humaine trop humaine, 2022)[2]. El libro se compone de cuarenta y seis historietas a doble página consagradas, respectivamente, a cuarenta y tres filósofos (incluidos Darwin, Freud Maquiavelo o Proust) influyentes, más otras tres sobre Don Juan, Ulises y Los tres monos sabios. El tono del libro, con el humor característico de la autora que encontramos en otros cómics suyos (como La comedia literaria o Le pont des arts, con los que Humana, demasiado humana comparte erudición jocosa y expositiva) hace pensar en Cómics existenciales, de Corey Mohler, aunque en ocasiones también recuerda al libro El estupidiario de los filósofos, de Jean-Jacques Barrère y Christian Roche. No obstante, tras el humor se percibe una brillante línea vital que despliega la autora.

Uno de los filósofos representados por Catherine Meurisse en Humana, demasiado humana es Friedrich Nietzsche, pero lo sorprendente es que, pese al título del cómic, la historieta que le dedica la autora (“La bella y la bestia”) se centra en la misoginia del filósofo bigotudo y la conecta, gráficamente, con el episodio del caballo que desencadenó su locura. Luego, en la nota con letra pequeña al final de esa historieta escribe Meurisse: «Si bien algunos pasajes de la obra de Nietzsche (Humano, demasiado humanoEcce Homo…) provocaron que incluso en vida se lo acusara de misoginia, no debemos olvidar que sus acusaciones más feroces se dirigían a los hombres». Según este planteamiento de la autora, Nietzsche habría sido, más que un misógino, un misántropo. Sin embargo, más allá de esta aclaración a pie de página, hay otra explicación en el mismo cómic —indirecta esta vez— de la opción de Meurisse por Nietzsche. La encontramos en la historieta que dedica a Marcel Proust. Aquí la artista se inspira en los textos que Proust escribió sobre crítica literaria, inéditos a la fecha de su muerte y publicados en 1954 con el título Contre Sainte-Beuve. En síntesis, Proust se oponía en estos textos al método de indagar en la biografía y en la personalidad de un autor para valorar sus obras. Pues bien, en su historieta, Catherine Meurisse pone en boca de un Proust dibujado en un elegante salón frases extraídas de Contra Sainte-Beuve (Proust, 2005), y la finaliza con una viñeta grande en la que se ve una magdalena humanizada llorando. Y es aquí donde encontramos una prueba indirecta del vericueto intelectual realizado por nuestra historietista para deslindar entre la vida y la obra de Nietzsche, o bien discernir entre las opiniones personales y la filosofía estética del pensador alemán. La interrogación planteada en el título de este texto, en fin, puede ser algo más que una mera hipótesis.

La prueba más tangible de ello la encontramos en una conocida frase de Nietzsche: «Tenemos el arte para no morir de la verdad», que aparece como lema en el frontispicio de La levedad, una muy sentida historieta de Catherine Meurisse. La frase procede del escrito póstumo del filósofo alemán titulado La Voluntad de Poder, y se inscribe en lo que Winchester (1994: 107-121) denomina “teoría de las ficciones necesarias”, ficciones sin las cuales no podríamos vivir, de Nietzsche. El arte se compone de mentiras, apariencias, ficciones. Pero estas son verdaderas en cuanto nos permiten transigir con la realidad. La misma verdad expresada lingüísticamente no deja de ser a fin de cuentas otra ficción, debido a la naturaleza metafórica del lenguaje (Nietzsche, 1974). Siempre que acreciente la vida, que para Nietzsche se identifica con la voluntad de poder, el arte no se compone, por tanto, de verdaderas mentiras. No nos adormece[3].  

Volviendo a Meurisse, encontramos que La levedad se enmarca en un proceso terapéutico, por decirlo de algún modo, o de superación de la fatalidad. Quiso el azar, quiso el destino, quisieron las circunstancias, que la mañana del 15 de enero de 2015 Catherine Meurisse perdiese el autobús que la había de llevar puntualmente a una reunión de la redacción en los locales de Charlie Hebdo. Este hecho la salvó del atentado terrorista llevado a cabo ese día en la sede de la revista. Pero si esta circunstancia salvó a nuestra autora físicamente, no lo hizo moralmente. Las secuelas —psíquicas, anímicas— de ese atentado en la vida de Meurisse se hallan en La levedad (2016). Otras consecuencias gráficas surgidas tras el atentado contra Charlie Hebdo, anteriores a La levedad, fueron Catharsis (2015), de Luz (Rénald Luzier), que quedó también a las puertas de la redacción el día del atentado y Si Dios existe (2015), de Joann Sfar. Son obras, como la de Meurisse, que tratan de sobreponerse a la tragedia mediante el lenguaje que dominan sus autores, el del cómic, debido a su importancia catártica para afrontar unos hechos vividos que son a la vez insoportables, terribles. Este valor del lenguaje del cómic no deja de ser una concreción específica de otra afirmación más extensa, referida a la importancia terapéutica, catártica, del arte sin más.

Posteriormente, en 2021, la historietista Coco (Corinne Rey) publicó Dessiner encore (Seguir dibujando), también sobre la experiencia traumática que supuso en su vida la matanza llevada a cabo aquella mañana funesta del 7 de enero de 2015 en París. Coco, redactora de Charlie Hebdo, abandonó la reunión de la redacción previamente y tuvo la desgracia de tropezarse a la salida con los terroristas que la obligaron a que les facilitase el acceso a la sede de la revista. Pero el modo de superación postraumática de Coco y de Meurisse es distinto. En Seguir dibujando Coco se centra más en el proceso traumático mismo, en su lucha con él, haciendo del dibujo mismo la tabla de salvación, mientras que Meurisse representa en La levedad diferentes medios de sublimación entre los que destacan, finalmente, la belleza y el arte. En su búsqueda no se trata de encontrar La Belleza en sí, sino una belleza que le permita restablecer su pulsión de vida, dejar atrás el estado de disociación y encarar la realidad con ligereza, con levedad. A la manera de los espíritus nietzscheanos.

Nunca está de más, por otra parte, señalar que La levedad es también un homenaje, lo mismo que lo es Seguir dibujando. Un homenaje en concreto no solo a los fallecidos y heridos en el atentado. Ambos cómics homenajean también la actitud, el gesto, el espíritu, la filosofía de Charlie Hebdo. En el caso de La levedad, la búsqueda (de la belleza) y el homenaje (a Charlie) confluyen en muchas de sus páginas. No tiene desperdicio, por ejemplo, la ironía de Meurisse cuando se dibuja a sí misma en Cabourg y degustando una “merienda Proust” con magdalena incluida reconoce que no siente nada[4]. O cuando se instala en Italia a la búsqueda del síndrome de Stendhal sin que tal acontezca. La solución que encuentra Meurisse va por otro camino. La belleza no es trascendente a la manera de Platón, sino que es más bien inmanente, en consonancia con Nietzsche y su sentido de la tierra bien que humano. La belleza se da a través de la interpretación de cadenas de signos. Como diría Picasso, no se busca, sino que se encuentra. Porque está en uno mismo. Nos aporta levedad.

En La levedad Catherine Meurisse recurre en su camino terapéutico a aquello que mejor conoce: la literatura y el arte. Pero también el desenfado y hasta el humor. Todo ello junto: desenfado, arte, literatura y humor lo encontramos en el resto de sus obras, sobre todo en las más específicamente centradas en la literatura (La comedia literaria) o en el diálogo entre las letras y el arte (Le pont des arts)[5]. De la importancia de estos dos universos —el literario y el artístico— en la formación de la autora (desde su infancia), en comunión esta vez con la naturaleza, da cuenta ella misma en Los grandes espacios. Esta obra nos sirve ahora de excusa para referir otra característica de la escritura gráfica de Meurisse que unifica sus historietas: la autoexpresión. Por el lado de la función catártica del cómic, es esta una obviedad compartida y común en el tebeo autobiográfico, independientemente de que esta, la expresión de sí mismo, se encuentre instalada en el tebeo francés desde los años noventa del siglo pasado. En lo que ahora nos ocupa, CatharsisSi Dios existeLa levedad y Seguir dibujando son obras configuradas y atravesadas por la autoexpresión. Tanto Luz como Sfar, Meurisse y Coco, en sus respectivos cómics desde el atentado contra Charlie Hebdo, se manifiestan a sí mismos y al lector, pero el asunto no se reduce a eso. Aportan también cada uno de ellos su visión personal de la tragedia, una visión que, pese a ser subjetiva o propia, conecta en todo caso con lo mejor de nuestra tradición cultural intersubjetiva. Pero, centrándonos en Meurisse, la autoexpresión, acompañada de la representación de sí misma, no se limita a La levedad, sino que se da especialmente en sus dos obras siguientes. Los grandes espacios y La joven y el mar, así como en algunas historietas y el “Epílogo” de Humana, demasiado humana. Es curioso observar cómo la autorrepresentación de esta autora se produce a partir de La levedad, una obra en la que la realización del cómic está unida a la función catártica de este medio de expresión.

Ahora bien, como cualquier lector de Nietzsche conoce, la escritura de este filósofo está íntimamente vinculada a la autoexpresión. Una autoexpresión que también se percibe en la novela de Proust (En busca del tiempo perdido), por mucho cuidado que el escritor pusiese en diferenciar ahí entre el anónimo narrador (en referencia al cual en alguna ocasión se cuela el nombre de ‘Marcel’) y el autor del relato. Con lo que, en el límite, no es tan fácil discernir entre los elementos estilísticos y formales de una obra, por un lado, y su componente autobiográfico, por el otro lado, como pretendía el Proust de Contra Sainte-Beuve al decantarse por una poética formalista. Puede ser esta una distinción útil, y sin duda lo es, especialmente ante casos como el de Nietzsche, al que en su momento hubo que desnazificar (por obra de filósofos franceses como Pierre Klossowski, Georges Bataille o Gilles Deleuze). La historietista Catherine Meurisse, por su parte, relativiza la misoginia de Nietzsche y la interpreta como misantropía, mientras acepta la concepción de un arte que eleva y acrecienta la voluntad de poder. Podríamos seguir analizando si la posición de Meurisse es a la larga feminista o posfeminista, en qué ola se ubica, si apuesta por el género único (el humano) o la transversalidad de género, etc[6]. Pero con ello entraríamos en el juego de los edificios categoriales y de los columbarios de los conceptos que clasifican el mundo empírico, antropomórfico. Y nos alejaríamos bastante no solo de la estética de Nietzsche, sino también del arte de Catherine Meurisse.

Referencias bibliográficas

NIETZSCHE, F. (1974): “Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral”, en El libro del filósofo. Madrid, Taurus, pp. 85-108.

PROUST, M. (2005): Contra Sainte-BeuveRecuerdos de una mañana. Barcelona, Tusquets Editores.

WINCHESTER, J. J. (1994): Nietzsche’s Aesthetic Turn. Reading Nietzsche after Heidegger, Deleuze, Derrida. Albany, State University of New York Press.

NOTAS

[1] La comedia literaria. De Roldán a Boris Vian, (Mes hommes de lettres, 2008); Le pont des arts, El puente de las artes, (Le pont des arts, 2012); La levedad, (La Légèreté, 2016); Los grandes espacios, (Les Grands Espaces, 2018), y La joven y el mar, (La jeune femme et la mer, 2021).

[2] En efecto, Humano, demasiado humano es el título de un libro de Friedrich Nietzsche de 1878.

[3] La diferencia existente entre los verbos ‘dormir’ y ‘soñar’ justifica estas palabras de Catherine Meurisse en Los grandes espacios: «Marcel Proust escribió: si soñar un poco es peligroso, la cura no es soñar menos, sino soñar más», ya que es posible, en definitiva, soñar despiertos.

[4] La presencia directa o indirecta de Marcel Proust, con representación del escritor o sin ella, es una constante en las obras de Catherine Meurisse.

[5] El Pont des Arts es un puente levantado sobre el río Sena en París que se extiende entre el Louvre (las artes) y la Academia Francesa (las letras).

[6] En este contexto es curiosa la historieta “Tiempos modernos” de Humana, demasiado humana, en la que Meurisse realiza una inversión de papeles entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre.

—Jesús Gisbert