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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El ministerio del dolor», la mirada del refugiado — Zenda — 19 de abril de 2024

La historia de la humanidad está llena de momentos violentos que han destrozado países luchando entre ellos o incluso dentro de sus fronteras, enfrentando a hermanos y amigos que, de repente, se ven convertidos en enemigos a muerte. Muchas veces, sobre todo con los conflictos del pasado, nos quedamos con las consecuencias históricas: los cambios de gobierno, el movimiento de las fronteras… pero siempre, siempre tendríamos que recordar que, tras cada noticia, hay miles de familias que se ven afectadas por el suceso en la forma más personal.

En El Ministerio del dolor Dubravka Ugrešić bucea en lo que significa ser un refugiado a través de la mirada de Tanja Lucic, profesora de Lenguas Eslavas de la Universidad de Ámsterdam. Como ella misma dice, va a impartir clases de una lengua que no existe en un mundo en el que le cuesta entenderse, en el que no encuentra su sitio. Es en este entorno en el que la narradora se coloca ante un grupo de “los nuestros”, aquellos que fueron sus compatriotas y que ahora ven desaparecer su identidad y su lengua convirtiéndose en seres desarraigados que la autora dibuja con esa aparente simplicidad que solo posee la literatura compleja capaz de trasladar al lector los temores más profundos. Frente a la pérdida, llega el sentimiento de posesión de los últimos resquicios de quienes fueron como pueblo y el sentimiento de unión de los damnificados que se reúnen en una clase que les sirve como ejercicio y memoria de lo que les quieren arrebatar. De lo que ya les han arrebatado. Por eso le piden a la profesora que continúe con ese programa imposible, condenado al fracaso, que desemboca en la caída de Tanja, que lidia con su propia maleta personal.

Ugrešić escribe una novela oscura en la que uno de los planteamientos clave es la función del recuerdo. Plantea al lector si es mejor olvidar para poder avanzar o recordar para mantener una parte de la esencia. Se preguntan sus personajes si el recuerdo es una forma de tortura que les impide ser libres, si el llamado “síndrome del miembro fantasma” se puede aplicar a los refugiados y les afecta hasta el punto de sentirse bloqueados para comprender bien el nuevo idioma al que se ven obligados a adaptarse tras ver como el suyo se fragmenta en un intento de destruirlo. Y lo hace sin perder la perspectiva de la literatura, dejando fragmentos, opiniones, cuentos de hadas que no son aplicables a la vida que les ha tocado. El lenguaje vertebra la novela hasta sostener un esquema de apariencia sencilla y profundidad de fosa abisal en la que el significado de las palabras se convierte en una metáfora de la vida. Quizás por eso, la palabra muerte es compartida en más idiomas que la que designa uno de los alimentos más básicos, la palabra perdida es el daño común a todos ellos y la clase improbable a la que asisten sirve de justificación para permanecer en el país en un quiebro irónico como la vida misma.

El Ministerio del Dolor se compone de las pequeñas historias que contienen las voces colectivas usadas para mostrar un dolor latente que no está dispuesto a marcharse. Con un giro final relativamente inesperado, la autora construye una novela sobre aquellos que huyeron de la llamada Yugoslavia sin saber que sus heridas apenas estaban empezando a sangrar.

—Silvia @mientrasleos