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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Entrevista con Mariana Sández, autora de «La vida en miniatura» — Mamagazine — 17 de abril de 2024

Cuando Dorothea Dodds planea, junto a su prima Mary Lebone, no volver a Buenos Aires con sus padres y quedarse en Londres por un tiempo, realmente cambia el ritmo de las cosas tras 59 años de vida vivida al servicio de los intereses, conflictos y sentimientos de los demás. Porque Dorothea, a sus 59, ha escondido su talento artístico detrás del talento de su padre, un pintor reconocido, ejerciendo de su secretaria. Ha vivido una historia de amor invisible, trenzada con mimbres inciertos —por ser mentira—. Ha cedido el paso a cualquiera que decidiese adelantarla. Pero la distancia y una extraña fuerza la llevan a no volver a casa cuando estaba previsto, a intercambiarse los papeles con Mary y a recorrer Gran Bretaña como cuidadora de propiedades y mascotas. Esta es la premisa sobre la que la escritora Mariana Sández (Buenos Aires, 1973) construye La vida en miniatura (Impedimenta, 2024), una novela deliciosa de personajes bien perfilados, a los que es muy fácil imaginar una cara, un cuerpo, una sonrisa, una mueca.

Leer a Mariana en sus libros y en sus respuestas sigue siendo un placer, un lujo permitido y merecido.

Dorothea Dodds, la protagonista de La vida en miniatura, es un personaje al que das algunas pinceladas en Una casa llena de gente: «A Dorothea Dodds, una amiga de mi abuela, llegué a tratarla un poquito. Para mamá fue una especie de segunda madre, dispuesta a dar toda la generosidad y la calidez que mi abuela se reservaba. Será porque Dorothea no tenía hijos, ni trabajo, ni vida propia (solo cuidaba a los padres), ni mascotas». ¿Cómo se relacionan ambas historias?

La figura de Dorothea surgió bastante antes que la historia de Una casa llena de gente, de modo que cuando escribí esta última ya sabía que en algún momento escribiría sobre aquella, y quise incluirla como un guiño. De la misma manera que en La vida en miniatura aparecen los nombres de las protagonistas de Una casa. Me interesan esos juegos entre textos, que se conecten por pasadizos subterráneos.

Hablas de una mujer que, en la actualidad, sufriría invisibilidad social. Parece que poco importan las vidas de las mujeres más allá de su edad productiva (o reproductiva). ¿De dónde surgió esta historia? ¿Por qué escribir sobre una mujer casi invisible?

Los personajes apocados, pequeños, grises, aparentemente insignificantes de la literatura me fascinan: los oficinistas, los copistas, los marginados. Como el Bartleby de Melville, el Wakefield de Hawthorne, el Akaki de Gogol, el Gregor Samsa de Kafka, varios de Vila-Matas… Un pasaje de Ricardo Piglia, en El último lector, donde habla sobre la relación entre Kafka y su prometida Felice Bauer, me hizo comprender que el personaje que yo aspiraba crear era una especie de Bartleby mujer. Ahí Piglia dice sobre Felice que ella es para Kafka «La lectora copista, la mujer máquina de copiar», a quien llama «pequeña mecanógrafa» y «la lectora atada a sus manuscritos». Pareciera que ese aspecto le importa a Kafka más que el que sea su amada, ella le es útil como herramienta inteligente, hábil, comprometida y obediente. Transpolado a mi historia, Dorothea Dodds ocupa ese rol en relación con su padre, un famoso pintor.

Me gustaría preguntarte, también, por las citas cómplices que acompañan esta historia. Son de Virginia Woolf, María Negroni, Charlotte Brönte, Beatrix Potter o Emily Dickinson, entre otras. ¿Por qué ellas? Sobre todo, llamó mi atención la de George Eliot, que dice que «las mujeres más felices, como las naciones más felices, no tienen historia». ¿Cómo la relacionas con Dorothea?

A aquella primera idea de la mujer asistente, se me sumó otra lectura que encontré muy oportuna para el personaje que estaba construyendo. Cayó en mis manos el libro Hijas escritoras, donde Maggie Lane escribe acerca de esas autoras de habla inglesa —excepto, desde ya, María Negroni que es argentina y contemporánea—. Analiza principalmente la relación que todas ellas tuvieron con la figura del padre y, por omisión, con la madre, lo que en cada caso fue determinante para el modo en que ellas se dedicaron a la literatura. Se trata casi siempre de padres dominantes, en general interesados por la cultura, el arte, la trascendencia que da lo artístico, de tal modo que son un modelo, una inspiración, para las hijas, si bien al mismo tiempo suelen aparecer como hombres autoritarios, inalcanzables, oprimentes que las someten y las hacen trabajar para su propio beneficio. La madre, al mismo tiempo, es una personalidad ausente o enfermiza en esos entornos, y el hermano, alguien favorecido económica y educativamente que no sabe aprovechar tales privilegios. Todas ellas fueron casos de estudio para mí. Esa matriz de funcionamiento familiar me resultó fascinante porque encajaba a la perfección con el tipo de vínculos que había estado imaginando para Dorothea, con la salvedad de que ella es un personaje actual, siglo XX-XXI.

¿Qué importancia das a la familia como tema literario?

Me despierta gran curiosidad indagar en las formas en que se generan los roles dentro de una familia y cómo eso luego determina también una manera de pararse frente al mundo, ocupar un lugar social. Me atrae tratar de entender cómo terminamos teniendo la personalidad que tenemos, qué elementos de nuestro entorno inmediato influyeron para que reunamos estas o aquellas características. Y aunque todos los padres y madres lo sepamos, nunca logramos cumplir esa función sin equivocarnos, aun cuando hay amor. La literatura me sirve como vehículo exploratorio, como una especie de consultorio psicoanalítico para intentar desentrañar el funcionamiento de tales patrones, como si se tratara de la minúscula y perfecta maquinaria de un reloj.

Tanto Dorothea como su prima Mary Lebone consiguen ser una canción. ¿Cuál es la historia —literaria y real— de estas dos canciones?

Qué bueno cómo lo dices: es cierto, consiguen ser una canción cada una. Hay un juego entre una pareja de músicos que aparecen como personajes en la novela y que tienen un referente en la vida real. Mientras que dentro del libro prometen a Dorothea que compondrán un tema para ella y otro para su prima, en efecto, eso ocurre fuera del libro y los temas pueden escucharse escaneando un código QR que aparece al final. Como decía más arriba, me atraen esos juegos entre ficción y realidad, por eso en mis libros siempre aparecen nombres o circunstancias reales. El maestro del padre de Dorothea, L.S. Lowry, por ejemplo, fue un importantísimo pintor inglés del siglo XX, cuya vida personal aprovecho para intercalar en la novela porque tiene puntos de conexión psicológica con la propia Dorothea. O menciono a Séraphine Louis, otra pintora francesa cuya vida me resulta alucinante.

¿Por qué elegiste los territorios y ciudades por los que pasa Dorothea en su periplo como cuidadora de mascotas? Este es, también, un pequeño diario de viajes.

Elegí algunas de las ciudades inglesas que conozco mejor para sentirme más segura de las geografías e itinerarios que iba construyendo. Al margen de eso, exploré mucho en internet: sobre arquitectura inglesa, direcciones, imágenes de viviendas o barrios, tanto como el tipo de mascotas que es más frecuente en Gran Bretaña. Además, me inscribí en dos páginas de House & Pet Sitting y participé activamente para comprender cómo funcionan, qué requisitos hay para que te elijan como cuidadora de casas o mascotas, etc., aunque luego, por supuesto, me tomé libertades.

Dorothea Dodds lleva 59 años viviendo sin que se note. A la sombra de un hermano problemático y ausente, ejerce de hija, secretaria y cuidadora de unos padres que nunca la valoraron lo suficiente. Es el perfecto modelo de responsabilidad y diligencia, la persona ideal a quien dejarle la casa durante las vacaciones de verano. Y así, un buen día, cuando necesita escapar de todo, decide hacer precisamente eso. Con ayuda de una prima inglesa llamada Mary Lebone, consigue un trabajo que consiste en vigilar casas y mascotas a lo largo y ancho de la campiña inglesa. En estos atisbos de vidas ajenas por fin hallará las pistas necesarias para desentrañar la suya. Con una prosa que sigue la huella de Natalia Ginzburg o Iris Murdoch, La vida en miniatura es una novela con trazas de libro de viajes, en el que el camino se recorre por dentro: Dorothea va cruzando los campos de Inglaterra mientras desanda episodios clave de su pasado y aprende a vivir su presente.

—Victoria Gabaldón