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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«La memoria de los animales»: una distopía pre-Covid donde recordar es la salvación — La Vanguardia — 11 de mayo de 2024

Madrid, 11 may (EFE).- ‘La carretera’ de Cormac McCarthy o ‘Sinsonte’ de Walter Tevis inventaron mundos pandémicos antes de que el Covid apareciera; relatos admirados por la británica Claire Fuller y que la animaron a escribir “La memoria de los animales”, un relato de agónica esperanza en un mundo arrasado por un virus que aniquila los recuerdos.

Tras publicar el año pasado ‘Tierra inestable’ (Impedimenta), donde Fuller (1967) abordó la crudeza y crueldad de la pobreza rural en pleno siglo XXI, ahora regresa con una historia que para ella era una distopía porque cuando llevaba dos tercios escritos era septiembre de 2019, y el primer confinamiento que vivió el Reino Unido fue a finales de marzo de 2020, cuenta a EFE la autora en una entrevista.

Así que el germen de ‘La memoria de los animales’ (Impedimenta) nace de una curiosidad: “un amigo de mi hijo se apuntó a un centro, una especie de campamento, donde prueban vacunas con personas, van un montón de estudiantes porque se les paga dinero a cambio de estar dos semanas aislados”, relata.

Y no se lo pensó dos veces y se apuntó, porque “enseguida” le vino a la mente convertirla en el escenario de la historia que ha tejido en las páginas de este libro: ¿qué pasa si alguien se inscribe en este centro y de repente en el exterior hay una pandemia?

“Ingresé en este centro y pasé los test psicológicos, pero no las pruebas de sangre porque tenía demasiados anticuerpos, no me cogieron pero me sirvió para hacer fotos, preguntas; y con este material empecé a escribir”, afirma la británica sobre la trama de esta historia protagonizada por Neffy, una joven que decide participar en un programa experimental de vacunas para curar el virus letal que destruye la memoria y los órganos y que está destruyendo el Reino Unido.

Un estudio éste que se lleva a cabo en un centro londinense donde coincide con un grupo de personas que se verán en la necesidad de sobrevivir, incluso decidir quién debe morir y quién -sobre todos los que ganan la batalla al virus inoculado- deben encargarse de procrear para crear vidas inmunizadas.

Por eso “La memoria de los animales” rasca en lo más primitivo del ser humano, en esos momentos en lo que lo único que se tiene que hacer es sobrevivir para comer y para, como si de presos se tratase, buscar las salidas posibles a esa situación.

Aunque, como demuestra la novela, muchas veces es la memoria, eso que pierden los infectados, la tabla de salvación de Neffy gracias al ‘revisitador’, un mecanismo ideado por uno de sus compañeros de encierro que le permite volver a revivir momentos de su vida.

Algo que la conecta con su pasado y que llevará al lector a desentrañar una trama pasada que se conecta con el presente.

“La lección del libro -dice Fuller- va más bien porque tenemos que vivir el presente intentando aprender de los errores del pasado, pero intentando que ese presente esté ahí siempre”.

Una reflexión que la lleva a descifrar el papel que tienen en el libro un curioso animal, un pulpo, un ser con el que Neffy establece una curiosa y tortuosa relación que se convierte en otra trama paralela a la principal.

Con un ritmo que asfixia y libera a partes iguales, ‘La memoria de los animales’ es una lectura luminosa porque, concluye Fuller, ella quería darle “un final feliz” donde la vida gana a la muerte.

—Pilar Martín