Aunque cualquier edad sea buena para revelarse, que Dorothea Dodds lo hiciera a los cincuenta y nueve pilló por sorpresa a sus padres. Tras asistir a un funeral en Londres, ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar al enterarse de que no volvería con ellos a Argentina. Con la complicidad de su prima, Mary Lebone, Dorothea se quedará una temporada en la campiña inglesa, ejerciendo de cuidadora de casas. Un oficio en apariencia intrascendente, pero que le permitirá no solo conocer las vidas y secretos de sus moradores ausentes, sino sobre todo reconstruir su propio pasado, que hasta entonces se había ceñido a ejercer prácticamente de asistente de sus padres –él es un artista, un pintor de éxito–, una dedicación ni reconocida, ni pagada, ni agradecida.
Así es ‘La vida en miniatura’ (Ed. Impedimenta, 2024), la segunda novela de Mariana Sández (Buenos Aires, 1973), quien regresa a la larga distancia tras el éxito de su debut, ‘Una casa llena de gente’ (Ed. Impedimenta, 2022). El libro se presentará hoy en la Librería Gil de la plaza de Pombo, donde a partir de las 19.00 horas la autora conversará con la periodista María Gutiérrez.
A sus lectores la protagonista les resultará una vieja conocida, ya que Dorothea Dodds aparece en su primera novela, donde se habla de ella como «un ejemplo de mujer, alguien a quien admiraba porque a sus casi sesenta se había animado a empezar de cero una vida nueva». «Sí –apunta Mariana Sández–; la menciono en ‘Una casa llena de llena de gente’, pero en realidad la idea de esta novela surgió antes, y ahora la he retomado».
En realidad, la historia surge «mucho antes de toda esta movida de la explosión femenina», y no tiene tanto que ver con la edad o el género de sus protagonistas, sino con su intención de explorar «cómo la relación con los padres puede minar la autopercepción personal». De hecho, a Dorothea su prima la considera el ‘cul-desac’ de su familia, y ella misma se considera como «una mujer sin biografía; ella se autopercibe así, porque no puede verse a sí misma como es. Cree que no es nadie, que no es valiosa. Hasta el final de la novela no descubrirá cómo la percibe realmente la gente, para poder conciliar ambas visiones».
Para escapar de ese destino de ninguneo, Dorothea elegirá una dedicación más que curiosa, la de cuidar casas y mascotas. «Cuando ya tenía el personaje en la cabeza, estuve unos años viviendo en Inglaterra y allí descubrí ese sistema, que está más extendido en el norte de Europa». Suena, eso sí, a oficio ideal para una escritora, en el que «conoces situaciones, escenarios y paisajes», aunque en realidad se trata de «casas habitadas, pero vacías; como en los Airbnb, no tienes contacto humano». Lo que sucede es que, pese a que no entraba en sus planes, acabará por tratar de reconstruir esas vidas que intuye y, de paso, la suya propia. Siempre bajo la sombra de un viejo amor, el casi fantasmal Ricardo, que «explica hasta qué punto Dorothea no tiene una imagen muy acertada de sí misma. Por eso se involucra con una persona que, en mi opinión, es mucho menos interesante que ella».
Al igual que Leila Ross en su obra anterior, la novela destila «elegancia british», uno de los aspectos más destacados por la crítica. Como Dorothea Dodds, que además es mitad inglesa, mitad argentina; una mezcla que se antoja demasiado explosiva… «Puede ser, pero yo fui a un colegio británico en Argentina, tenía contacto con muchos profesores y vivía cerca de una colonia británica. Y nunca me pasó nada».
Entre lo más llamativo de la novela tal vez se encuentre la elección de una sexagenaria como protagonista; sin embargo, «el editor dice que es muy revolucionario. Mi idea de partida era que una mujer a punto de jubilarse se da cuenta de que nunca tuvo un trabajo propio. Sí ha trabajado para la familia, pero nunca tuvo que valerse por sí misma, así que tiene la necesidad de dar ese paso hacia adelante, de demostrar que es capaz». Una historia que recuerda la de muchas mujeres de generaciones anteriores: «A raíz de publicar el libro, mucha gente me ha hablado de cómo antes las hermanas pequeñas debían quedarse solteras para cuidar de los padres, e incluso de familias que al tener un hijo que necesitara cuidados, decidían tener otro para que se hiciera cargo del hermano».
El libro, además, está dedicado a sus abuelas; «las de verdad, que me marcaron mucho, aunque en los años de juventud no me diera cuenta; con el tiempo, las sigo teniendo muy presentes», y «las de ficción, aquellas que aparecen en las citas: Charlotte Brontë, George Eliot, Beatrix Potter… Son las protagonistas de ‘Hijas escritoras’, un estudio de Maggie Lane encontrado por puro azar en una librería de segunda mano: «Todas tienen en común una estructura donde el padre es una figura muy dominante, con dimensión pública, y las hijas hacen grandes esfuerzos por obtener reconocimiento de sus padres. Ellas quieren sentirse importantes también». Y es que el padre tradicional, sobre todo si era un hombre de éxito, «era la de alguien ausente en la familia. Además, los artistas son personas muy narcisistas, sostenidos emocionalmente por su pareja, que los asiste en todo lo mundano». Mariana Sández cree haber mantenido a raya el narcisismo, pero aún así «necesitas la compañía de la pareja. Alguien que entienda bien este trabajo tan solitario».
—Javier Menéndez Llamazares