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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Los tres Cristos de Ypsilanti

Puso a convivir durante 2 años y medio a tres enfermos psiquiátricos que compartían el mismo delirio, se creían Jesucristo.

Verano de 1959. En el manicomio estatal de Ypsilanti, en Michigan, el psicólogo judeo polaco Mendel Rokicz, nacionalizado norteamericano con el nombre de Milton Rokeach decidió empezar una terapia de grupo con tres internos en esa pequeña localidad ubicada en el norte de los Estados Unidos. Puso a convivir durante 2 años y medio a tres enfermos psiquiátricos que compartían el mismo delirio, se creían Jesucristo. “Que los tres hombres tuviesen referentes positivos ilusorios es importante per se, desde un punto de vista teórico, (…) quienes han trabajado hasta la actualidad con psicóticos parecen haber pasado por alto”. Lyde Benson, un granjero alcohólico que sufrió la muerte de la mayor parte de su familia en un accidente de tráfico cayó en el alcoholismo, acabó en la cárcel donde se trastornó; Joseph Cassel, un escritor frustrado a quien se internó cuando comenzó a agredir a su familia. Su vida se truncó por la paranoia de que iba a ser envenenado y, una vez ingresado en el centro psiquiátrico, su trastorno evolucionó hacia su asunción del papel divino; y Leon Gabor, un universitario que dejó los estudios para alistarse en el ejército para luego desertar de familia ultra religiosa. Tras servir en el ejército volvió a vivir con su madre y empezó a oír voces que le convencieron de que era el Mesías. “Ahora queríamos averiguar si, con procedimientos similares a la presidencia rotatoria, era posible suscitar otras modificaciones con ellos. Así pues, concebimos la idea de ponerlos a trabajar juntos en un proyecto común”. El doctor pretendía con este encuentro que hubiera algún tipo de mejora en la situación. Rokeach también intentó manipular otros aspectos de sus delirios con la invención de los mensajes de personajes imaginarios. Durante este tiempo, comían, dormían y trabajaban juntos y tuvieron una convivencia de todo menos paradisiaca. El experimento no tuvo resultados satisfactorios y franqueó todos los márgenes éticos, sin embargo, fue publicado. Ha sido objeto de estudio, ha inspirado obras de teatro, dos óperas y próximamente será llevado a la gran pantalla. La última contradicción concebible para los seres humanos. Muy recomendable.

Juan Carlos Portero