Puede que en la mente de los lectores se disparen las palabras Solaris y ciencia ficción cuando se menciona al escritor polaco Stanislaw Lem (1921-2006), pero su obra es densa y variada y contiene también una trilogía que es un demoledor testimonio de la experiencia del Holocausto y de la II Guerra Mundial para millones de seres humanos. Es la llamada trilogía del Tiempo no perdido.
En realidad le entristecía su recuerdo pues, a través de sus personajes, relataba su propia experiencia del Holocausto en territorio ucraniano. Murieron muchos de sus familiares y amigos y él sobrevivió milagrosamente tras procurarse una identidad de estudiante de medicina armenio. Así que este Entre los muertos en edición castellana supone todo un (re)lanzamiento mundial de una novela que permanecía oculta. El contexto y significado preciso de la obra queda magistralmente trazado en el prólogo del gran experto en Lem que es Wojciech Orlinski.
La historia se cuenta desde las andanzas de dos personajes principales, que son Karol Wilk, un chico campesino, hijo de obrero comunista, que pese a las condiciones vitales y la pobreza de origen es un autodidacta genio de las matemáticas que trabaja en un taller mecánico de reciclaje de recursos y se compromete con la resistencia contra la ocupación alemana. El otro es Stefan Trzyniecki, joven médico al que el azar envuelve en una maraña de confusiones que paga muy caro.
Pero Entre los muertos es sobre todo una historia de supervivencia en situaciones límite, una red de personajes secundarios que, en un micromundo de trapicheos y mercado negro, o bien se aprovechan de las circunstancias, o bien (como la población judía polaca) son expoliados y despojados de todas sus pertenencias y hasta de sus vidas. Fueron muchos los beneficiados de las deportaciones de los judíos, pues vieron una gran oportunidad para lucrarse. Su hipocresía: con los alemanes «colaboracionismo económico, pero no político, al menos podemos estar orgullosos de eso». Conseguir un permiso de identidad que protegiese frente a los verdugos de las SS se vuelve una obsesión.
La escritura de Lem es un puro despliegue de talento narrativo y de precisión descriptiva de personajes y situaciones. También de diálogos plagados de afinadas reflexiones acerca de en qué consiste el carácter de un genio o de cuáles son los límites de la aplicación práctica del comunismo. También de las diferencias entre la concepción que de esta ideología pueda tener un intelectual que la defienda en un plano teórico, frente a la visión necesaria y urgente con que la vive un obrero en el día a día.
Lem no escribe una bonita fábula con posible final feliz, nos sitúa de pleno ante el mecanismo de la destrucción y el peligro de hacer costumbre de la barbarie, ante la brutalidad de las detenciones masivas, o en el interior de esos trenes de ganado que con eficacia condujeron a tantos pobres infelices al exterminio. Pero resplandece el milagro de la defensa de la dignidad y de una posible justicia futura.
—Ernesto Calabuig