Hace ya más de medio siglo que se publicó El percherón mortal y ahora ha sido rescatado con acierto por la editorial Impedimenta. El libro al ser leído hoy no ha perdido ni un ápice de frescura. Está traducido por César Aira, quien parece haberle insuflado a la novela parte de su estilo y de su desmesura argumental. Es una historia de crímenes y misterios disparatados, novela negra hija de su época pero que alienta otras lecturas. De hecho, el comienzo del relato nos invita a pensar que vamos a entrar en una historia con tintes fantásticos. Rocambolescos incluso. El absurdo empieza a adueñarse de la vida del psiquiatra George Matthews cuando el excéntrico Jacob Blunt entra en su consulta para explicarle que unos duendecillos le obligan a realizar extrañas tareas, como la de llevar un percherón a la casa de una famosa actriz. Pero el delirio, lentamente, comienza a teñirse de negro. Crímenes, pérdidas de memoria y una singular e inconclusa investigación hacen que la apacible y exitosa vida de Matthew dé un giro de noventa grados y se transforme en una pesadilla. De la que parece no despertar. O sí, pero para ingresar en una realidad cada vez más difícil de comprender.
Esta novela es como una caja china, que engancha desde la primera página. En ella brotan misterios, se presentan giros y aparecen sorpresas a cada momento. Lo que al principio se muestra como un hecho fantástico pronto deviene en un caso de asesinato inexplicable. El narrador, acosado por la amnesia y eventos escalofriantes, inicia una odisea con la intención de desentrañar las circunstancias del misterioso crimen en el que se ha visto envuelto. Se ve forzado a adoptar una identidad falsa para poder sortear la culpa y la tenebrosa realidad, y así tratar de alejarse del insólito caso. Pero nada es lo que parece en esta novela tan bien urdida y planteada como un puzle por Franklin Bardin. A medida que, junto al narrador, vamos recuperando datos, recuerdos y descubriendo detalles de la macabra trama que se ha orquestado alrededor de su existencia, comprenderemos que todo lo que creíamos saber era tan solo una montaña de humo. Porque esta novela, tan perfectamente ensamblada y con un argumento indudablemente atrapante, consigue mantenernos en vilo durante toda su lectura sin que la atención decaiga. Junto al protagonista iremos resolviendo, poco a poco, el puzle en el que se ha convertido su vida. Bien es cierto que, en ocasiones, la lógica de los acontecimientos pierde un poco de fuerza y que el lector debe ayudar con una decidida suspensión de la incredulidad. Pero el resultado final es satisfactorio. La imaginación y la capacidad del autor para componer una historia policial cargada de humor negro, personajes tan extraños como memorables y un dibujo mordaz del alma humana son ingredientes lo suficientemente consistentes para hacer de esta recuperación uno de los libros más divertidos de lo que va de año.
—Pedro Pujante