No resulta del todo raro que la literatura de Willian Gerhardie (1895 – 1977) no haya alcanzado el estatus que su calidad merece. Considerado un eterno autor de culto, que tras cinco novelas dejó de publicar antes de los 40 años, su estilo provoca cierta extrañeza al mezclar dos tradiciones que, como inglés criado en Rusia, fueron las suyas propias: el ingenio y talento británico y la humana densidad rusa, o sea, Oscar Wilde (y luego su admirador Evelyn Waugh) y Chejov. Impedimenta publica ahora la que está considerada su obra maestra, o una de ellas, una historia singular ambientada tras la I Guerra Mundial en el extremo oriental de la entonces (y ahora) Rusia. Tras participar en la contienda el protagonista, el capitán Georges Hamlet Alexander Diabologh, es enviado a una abstracta misión y contacta con sus parientes “exiliados”, una familia repleta de seres extraños y extravagantes rodeada de personajes a su altura. La virtud y extrañeza de esta obra maestra se sostiene en el pulso entre el humor de las historias de todos los personajes y las reflexiones a veces metafísicas del protagonista, que van desde la guerra al amor y la muerte, con una estilo profundo y elegante. Un novela soberbia de un autor e redescubrir.