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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Theodoros» de Mircea Cărtărescu — ABC Cultural — 12 de septiembre del 2024

Creo que Mircea Cartarescu es uno de los más grandes escritores vivos. Su literatura crea una nueva forma de comprender el arte de la novela y añade dimensiones filosóficas y estéticas nuevas al acto de escribir y de leer. Su originalidad es absoluta.

No se parece a nada ni a nadie. Busca el deslumbramiento total a través de un lenguaje que mezcla la realidad y el sueño, la biografía y la fantasía. Tiene una prosa de una belleza demoledora. Cuenta en español con una traductora tan maravillosa, Marian Ochoa de Eribe, que parece una creación suya. Dicho todo esto, enfrentémonos a su última novela, ‘Theodoros’.

Después de los tres inmensos volúmenes de ‘Cegador’ y de esa obra de arte total que es ‘Solenoide’, para mí su obra maestra, parecía que Cartarescu podía hacer ya poco para asustarnos. No es así. ‘Theodoros’ es otro pico casi inaccesible de su Himalaya personal. Yo diría que marca un nuevo punto de partida, y que en su nuevo libro Cartarescu ha decidido abandonar muchas de sus marcas reconocibles para crear otro tipo de libro distinto. El estilo es suyo, sin duda, con todo su barroquismo, su exceso, sus enumeraciones, sus palabras chorreantes y multisensoriales, pero enseguida notamos que los temas que creíamos inevitables (la infancia en Bucarest, la época de Ceaucescu, el mundo de los sueños, la omnipresencia de los insectos, etc.) no aparecen en la nueva novela.

‘Theodoros’ se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX, en tiempos de la reina Victoria, y está centrada en la vida de un personaje real, Teodoro II, emperador de Abisinia. Una leyenda con poca base histórica identifica a este ‘rey de reyes’ con un aventurero nacido en Valaquia, en el sur de Rumanía. Se trata de un tal Tudor, que con el andar de los años se convertirá en pirata en el archipiélago griego y más tarde, en Tewodros, el feroz e implacable emperador de Abisinia.

Aunque en sus páginas aparecen personajes históricos como la reina Victoria, etc., no tiene nada de histórico

Cartarescu afirma que lleva más de cuarenta años soñando con escribir este libro, tomando notas al respecto en sus diarios y reuniendo el valor para acometer la fabulosa empresa. Es un libro inmenso, incontrolable, poseído por el frenesí de lo fabuloso, que parece pretender desbordar completamente las capacidades humanas de la lectura. Aunque en sus páginas aparecen personajes históricos como la reina Victoria, Disraeli, el general Napier, etc., ‘Theodoros’ no tiene nada de histórico. La narración se extiende a los orígenes míticos de la monarquía abisinia, la unión de Makeda, reina de Saba, con el rey Salomón, y una de sus fuentes directas (además de la Biblia, claro está) es el libro sagrado etíope ‘Kebra Nagast’.

Como el ‘Persiles’ de Cervantes, una empresa literaria con la que podríamos compararlo, es un libro de muchas culturas y muchas razas, que parece sugerir que oriente y occidente, el norte y el sur, están históricamente entrelazados de tal modo que es imposible y absurdo imaginar etnias o nacionalidades puras. Judíos, turcos, rumanos, rusos, musulmanes, cristianos, ingleses, tártaros, griegos, chinos, y hasta América en la figura de ese Joshua Norton que se autoproclama «emperador de los Estados Unidos», parecen fundirse en la figura gigantesca de este Theodoros que parece un símbolo de todos los seres humanos y de todas las épocas de la historia, de todas las maravillas y de todas las maldades.

No parece una novela, sino más bien un inmenso tapiz por el que uno pasea los ojos maravillado, abrumado, finalmente exhausto. Una especie de historia completa del mundo que termina, en un ‘tour de force’ indescriptible, en el Juicio Final. No apto para corazones débiles, eso es seguro.

—Andrés Ibáñez