En 2020, Jon Bilbao (Ribadesella, Asturias, 1972) iniciaba con su novela «Basilisco» las aventuras de John Dunbar, legendario pistolero en un contexto de wéstern apocalíptico donde la violencia era la principal norma de vida. Continuó esta historia en «Araña» (2023) y la concluye con la publicación ahora de «Matamonstruos». Con esta saga afirma los caracteres de una original escritura que combina ficción futurista, suspense metafísico, relato fantástico, horror mítico y trama aventurera. El protagonista, apodado igualmente «Basilisco», desea dejar atrás su brutal pasado y asentarse con su familia –Lucrecia y su hija Felicidad– en pleno territorio indio. No le será fácil lograr esa pretensión, porque deberá encararse a los misteriosos seres fantasmales que le persiguen. Deberá afrontar además un conflicto sentimental con su pareja y tutelar al hijo de un antiguo enemigo. Por otro lado, y en paralelo a esta acción, el autor regresa a su pueblo natal con la intención de instalarse en la vieja casa familiar. De este modo, en original ejercicio autorreferencial, personaje y escritor aúnan sus vidas compartiendo realidad y ficción, vida y literatura. En este sentido, se hace evidente la huella que han dejado en su literatura Kurt Vonnegut, G.B. Ballard, Phillip K. Dick y H.P. Lovecraft.
En el prefacio a cargo del propio autor este recuerda el terror que le inspiró de niño el trailer de «Tarántula». Ya adulto y escritor, consciente del poder de la ficción, señala aquí que «solía leer declaraciones de otros escritores en las que afirmaban que la ficción no ofrece respuestas, no alberga verdades, no resuelve nada, no construye, no restaura, no limpia, no cura».
La literatura de Jon Bilbao desmiente esta afirmación porque su imaginado universo edifica una metarrealidad poblada por seres y conflictos representativos de arraigadas inquietudes existenciales. El pistolero pretende redimirse de su violenta condición atravesando unos peligrosos trances purificadores, y el autor hace balance introspectivo de su trayectoria vital convirtiendo la vieja casa familiar en un poderoso elemento catártico.
—Jesús Ferrer