El novelista Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) presentará este jueves 19 en Santander su última novela, ‘Matamonstruos’ (Ed. Impedimenta, 2024), en la librería Gil a las 19 horas.
Tercera y última entrega del ciclo protagonizado por el pistolero John Dunbar –la precedieron ‘Basilisco’ (2020) y ‘Araña’ (2023)–, ‘Matamonstruos’ retoma la doble ambientación: en el Lejano Oeste, a finales del siglo XIX, pero también en la actualidad y en un paisaje más cercano, Asturias, en otra línea argumental centrada en un alter ego del propio escritor. Mientras el explosivo John Dunbar, al que también conocen como ‘Basilisco’, ansía cambiar de vida y dejar atrás un pasado marcado por la violencia, el escritor Jon se cuestiona la utilidad de la ficción, a partir de su propia biografía, marcada no solo por la literatura sino también por el cine.
Jon Bilbao es uno de los narradores españoles actuales con mayor reconocimiento de la crítica, especialmente en el relato breve, pero también como novelista. Traductor del inglés, en las novelas de Dunbar plantea una hibridación en la difusa frontera entre géneros; entre la novela y el relato, entre el realismo y el western, entre el tiempo actual y la ficción.
–Dice su narrador Jon al despedirse para siempre de Dunbar que no le puede pedir más. ¿Qué le ha dado el personaje?
–Al principio del recorrido tiene muchas dudas e insatisfacciones y recurre a una suerte de alter ego, en principio muy alejado, que vive en otra época y en otro lugar, pero al que poquito a poco le va insuflando rasgos propios y hace que ese personaje de ficción se enfrente a los a los miedos y inquietudes que él en la realidad no es capaz de afrontar.
–O sea, un alterégo de su alter ego… ¿Hablamos de metaficción?
–Yo diría mejor que ‘Matamonstruos’ es básicamente una reflexión acerca de la ficción y de la influencia que tiene en nuestras vidas, en el día a día.
–Pero también dice su narrador que la ficción «no ofrece respuestas, no alberga verdades, no resuelve, no construye, no restaura, no limpia, no cura»…
–Lo que hace es preguntarse que, dado que una ficción ha podido tener en él un efecto negativo y cuestionable y duradero, si no podría también tener un efecto positivo. Pero hace falta acudir al planteamiento de la novela.
–En fin, si no tiene miedo a los spoilers…
–No, esto podemos adelantarlo.
Narra cómo comenzó a tener miedo a las arañas, hasta el extremo de que a partir de ese momento para él la araña es una alegoría de todo lo negativo, de lo contaminante, de lo pernicioso, de lo que da miedo. Pero el origen de ese miedo es una ficción: el anuncio de una película sobre arañas. Y esa persona que hasta ese momento vivía en una casa de campo rodeada de insectos y de arañas y otros animales comienza a tener miedo a las arañas.
–Es decir, si el detonante fue una ficción, ¿otra ficción puede producir el efecto contrario?
–Eso busca, pero si te quedas atrapado en ese espacio intermedio entre realidad y ficción estás dando la espalda al día a día y a lo que realmente importa. La ficción nos puede aportar alguna orientación o plantearnos alguna pregunta, pero los problemas los tenemos que resolver nosotros, en el aquí y en el ahora.
–En su ficción, Dunbar es un personaje real. ¿Lo fue también en la realidad?
–No, no. En ‘Basilisco’, el Jon escritor viaja por Estados Unidos y le cuentan una historia de un tal John Dunbar, supuestamente real, pero un puro arquetipo ambulante.
–Pero su John no es así…
–Al principio, es casi un ideal de masculinidad arcaica, pero el escritor lo va modelando, añadiendo capas, profundidades, dobleces y dudas. Lo va acercando hacia nuestra realidad. Además, conoció a una mujer que le obligó a mirarla a los ojos y a discutir con ella de igual a igual, y también a verbalizar lo que siente, lo que le ha permitido crecer.
–De hecho, las discusiones con su pareja no se diferencian de las que podríamos tener hoy día. Incluso resulta un pistolero raro, que lee a Jenofonte…
–Porque concluye su proceso de maduración; si algo tenía claro al comenzar esta serie es que John Dunbar iba a cambiar, no iba a ser como estos protagonistas eternos de los seriales o de los cómics. No iba a ser un Tintín, no iba a ser un Teniente Blueberry, que viven mil y una peripecias pero son siempre el mismo. Que nada les atraviesa ni les lleva a ninguna reflexión.
–¿Pero no le ha tentado explotar el éxito?
–Alargar este viaje simplemente porque a la gente le ha gustado implicaría estancarme, repetirme, congelar al personaje en un momento que haya despertado cierta satisfacción. No, yo prefería cerrar el recorrido.
–Dunbar cambia, pero también quiere cambiar. ¿De verdad las personas podemos?
–Cambiar no consiste en cerrarlo todo con un lazo de regalo, sin ningún cabo suelto, sino en el reconocimiento de las imperfecciones. Lo real es imperfecto.
–¿Por qué llamó así a John Dunbar?
–Por una anécdota propia. Hará casi 25 años, viajando por California, vi una casa antigua que me llamó la atención, aparqué el coche y me acerqué a mirar. Y salió alguien y me echó. Cuando volvía al coche, en el buzón de la entrada ponía ese nombre: John Dunbar. Y me dije: algún día escribiré algo sobre un tipo que se llame así. De la coincidencia con el personaje de Kevin Costner en ‘Bailando con lobos’ me enteré a mitad de la novela. Pero bueno, tiré adelante y ahí se ha quedado.
–¿No volverá John Dunbar?
–Dunbar, Lucrecia, Felicidad y los demás merecen un reposo. Y a día de hoy no tengo nada más que decir sobre ellos. Pero quién sabe si algún día volverán a llamar a mi puerta con nuevas cosas que contar.
–Pero seguro que, entre tanto, ya está embarcado en algún nuevo proyecto…
–Estoy escribiendo relatos. Después de tantos años con los mismos personajes me apetecía volver a historias más breves y autoconclusivas.
—Javier Menéndez Llamazares