Mircea Cărtărescu ha construido a lo largo de su carrera un universo literario vasto y complejo donde la realidad y el sueño coexisten en una danza narrativa tan evocadora como abrumadora. En su última obra, el autor rumano demuestra una vez más su maestría al entrelazar lo onírico, lo histórico y lo filosófico, llevando al lector a un viaje cautivador que reafirma su capacidad para ofrecer una experiencia literaria desbordante y precisa de la mano de un relato contado como en los viejos tiempos. «Theodoros» tiene tres grandes sueños: el amor, el engrandecimiento y la salvación. Sin embargo, el destino solamente le permitirá alcanzar uno, mientras los otros se desvanecen como fantasmas en el camino reflejando la vanidad del mundo.
En su búsqueda por el amor, el héroe se adentra en lo más profundo de su anhelo, trepando hacia el cielo con la cuerda de una cometa, luchando contra rivales invencibles y perdiéndose en la pasión por los cuerpos y los placeres terrenales. Porta siempre consigo el icono de su amada, una imagen que lo impulsa a recorrer el mundo, aunque jamás logre saciar ese deseo infinito.
Su ambición por el engrandecimiento lo lleva a explorar historias de poder como las de Alejandro Magno y Napoleón. Desde su niñez, Tudor (quien se convertirá en Theodoros) sueña con la gloria y el dominio. Su viaje como bandido, pirata y emperador lo enfrenta a reyes y reinas, batallas y conquistas, en un relato que mezcla lo real y lo mítico. Finalmente, su búsqueda de la salvación lo lleva a recorrer monasterios, buscar símbolos ocultos y enfrentarse al misterio del Arca de la Alianza, siempre dividido entre fuerzas divinas y demoníacas que lo arrastran en direcciones opuestas. Con estas páginas expande su ya conocido universo literario. Desde la trilogía «Cegador» hasta la monumental «Solenoide» ha demostrado una habilidad única para mapear lo invisible. Su prosa exuberante desdibuja los límites entre lo real y lo abstracto, conectando lo corpóreo con lo metafísico, lo que convierte su narrativa en un tapiz donde lo onírico y lo tangible se entrelazan.
En este nuevo relato retoma ecos de sus anteriores obras, pero con un enfoque más accesible y a la vez profundamente reflexivo. Así, logrará introducirnos en un mundo donde los límites entre la historia, la fantasía y la filosofía se diluyen, desafiando constantemente al lector.
De manera que seguimos el viaje de Tudor, un niño que crece como hijo de sirvientes en la corte de un boyardo en la atrasada Valaquia. Desde temprana edad está marcado por una ambición que lo empuja a recorrer un camino lleno de poder, traición y violencia. A lo largo de su vida asumirá diferentes identidades: Tudor, Theodoros y Tewodros, cada una de ellas reflejando un paso en su evolución. Esta estructura narrativa articula el viaje del protagonista en tres etapas, recordando a los círculos de «La Divina Comedia». De este modo, la evolución de Theodoros puede leerse como una versión moderna del viaje de Dante a través del Infierno y el Purgatorio con cada nueva identidad, representando una faceta distinta de su búsqueda de sentido en un mundo caótico.
Uno de los temas recurrentes en la obra de Cărtărescu es su búsqueda del «libro total», una obra que abarque todos los aspectos de la existencia humana. En este relato explora múltiples géneros, oscilando entre la épica histórica, el relato fantástico y la meditación filosófica. La mezcla de géneros dota al libro de una riqueza que va más allá de la mera narración de aventuras; es una profunda reflexión sobre el poder, el destino y la insignificancia del hombre frente al vasto universo. A medida que el protagonista cambia de identidad, la historia se convierte en una meditación sobre la ambición, el deseo de trascendencia y la inevitable futilidad de nuestras aspiraciones. Uno de los aspectos más destacados de la escritura del autor es su capacidad para crear una prosa visual y poética. En «Theodoros» cada párrafo está cargado de imágenes vívidas y evocadoras que transportan al lector a paisajes, ciudades y atmósferas que parecen cobrar vida. Su estilo detallista logra que la narración nos envuelva en una atmósfera casi mística, donde lo real y lo fantástico se funden de manera orgánica. Aunque su estilo es denso y meticuloso, la obra ofrece una lectura más accesible que algunas de las suyas obras anteriores, como «Solenoide», sin perder un ápice de profundidad y complejidad.
El giro hacia una narrativa más tradicional, donde el héroe persigue su destino, abre la puerta a un público más amplio, sin que el autor renuncie a su esencia. Lo simbólico y lo mitológico siguen siendo las claves para desvelar los misterios del viaje hacia el centro de su protagonista, quien, como tantos héroes de la literatura, lucha por encontrar su lugar en el mundo mientras se enfrenta a las consecuencias de sus anhelos. «Theodoros» es también una obra profundamente intertextual donde las referencias literarias y mitológicas abundan. Desde Borges hasta Flaubert, pasando por Dante y la mitología popular rumana, construye un relato que se nutre de diversas fuentes y tradiciones.
Una nueva epopeya
Sin embargo, lo más notable es cómo combina lo histórico con lo fantástico, tejiendo una epopeya que al mismo tiempo es una meditación sobre el poder y el destino. La figura del protagonista, con su búsqueda del Arca de la Alianza y su ascenso al trono de Etiopía, evoca a grandes personajes históricos. Este paralelismo añade profundidad a la obra, que se convierte en una reflexión sobre la naturaleza de la ambición y las consecuencias de esta obsesión.
En lo más profundo del narrador rumano late un agudo reproche hacia el hambre de poder desmedido. «Theodoros» es un personaje que no se detiene ante nada en su búsqueda, y su historia está plagada de crueldad, violencia y traición. A medida que avanzan las páginas, queda claro que su codicia no es solo personal, sino un reflejo de la insaciable sed de poder que ha caracterizado a la humanidad a lo largo de la Historia. En este sentido, la novela se sitúa en diálogo con autores como Shakespeare y Conrad, quienes también exploraron las consecuencias de la voracidad insaciable en sus obras. Pero Cărtărescu añade su propio toque, creando un personaje complejo que no es solo un villano, sino un ser atrapado en un ciclo interminable de deseo y autodestrucción.
En definitiva, «Theodoros» es una obra monumental por su ambición y su ejecución. No solo está a la altura de las grandes obras anteriores del autor, sino que las expande hacia nuevos horizontes imprevistos. Es una auténtica experiencia literaria sensorial, profunda y fascinante que desafía al lector y lo recompensa como pocos creadores saben hacerlo. Sin duda, sigue siendo uno de los escritores más relevantes que existen en la actualidad, y esta obra, una de sus creaciones más complejas, completas y coherentes.
—Ángeles López