Los verdaderos pioneros de la Tierra eran verdes. Las primera especies vegetales aparecieron en la Tierra hace aproximadamente 3.800 millones de años. Nos lo cuentan Katie Scott y Kathy Willis en un volumen de gran tamaño y deliciosas hechuras de tratado botánico del XIX titulado Botanicum. Un libro para leer y para disfrutar con las magníficas láminas que lo ilustran.
Las plantas más complejas comenzaron a evolucionar y colonizar la tierra firme hace 470 millones de años: son las briofitas, a las que pertenecen, por ejemplo, los silenciosos musgos. En un cierto momento, las plantas levantaron la cabeza y se despegaron del suelo. Los helechos fueron los primeros vegetales en desafiar la ley de la gravedad gracias a una pared celular mucho más fuerte. A partir de entonces, el despliegue de la biodiversidad fue explosivo.
En Botanicum se nos explican de manera sencilla pero rigurosa estrategias asombrosas. Como las de las flores, de las que podríamos pensar que su belleza es solamente ornamental y son así para decorar bodas, bautizos y comuniones, y entierros. Pero sus formas y colores llamativos tienen, precisamente, una función de llamada. No tienen piernas, así que necesitan a animales que les traigan el polen, ese esperma vegetal, para poder reproducirse. Y lo logran. Las flores son muy ligonas. “Las plantas que usan animales para polinizarse, los atraen de formas varias. Se conocen siete grupos principales de polinizadores: escarabajos, moscas, abejas, mariposas, polillas, aves y murciélagos. Los escarabajos tienen una visión del color escasa, buen sentido del olfato y cuerpos grandes, por lo que las flores que polinizan suelen ser de colores suaves con un olor intenso y, sobre todo, grandes, para soportar su peso. Las mariposas, en cambio, cuentan con unas lenguas muy largas y muy buena visión: sus flores suelen ser de colores intensos y disponen de un borde que les permite posarse, amén de un tubo largo del que la mariposa saca el néctar con la lengua. El néctar es un líquido azucarado que tienta al polinizador y cuto olor le indica la situación exacta de la flor. Luego, el polen se pega al animal, que lo transporta a la siguiente flor, donde fecunda los órganos femeninos”. Las plantas que son polinizadas por el viento, en cambio, no necesitan color ni aroma, no se molestan tanto en acicalarse. Su picardía es crecer lo más alto posible para tener la cara al viento. La botánica, como todo saber cuando uno se detiene a observarlo con curiosidad e interés, es un festival
Quienes crean que el mundo vegetal es pasivo se equivocan completamente: la variedad de formas de vida y reproducción y sus soluciones para adaptarse al medio son asombrosas. Los científicos descubren nuevas especies cada año. Pese a los esfuerzos de los humanos por cargarnos los hábitats, su lucha por aferrarse a la Tierra no cesa. Mucho tenemos que aprender del sentido pacífico, ecológico y colaborativo de las plantas, e incluso de su inteligencia, como nos contaban hace unos meses en un libro espléndido (Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal) Stefano Mancuso y Alessandra Viola. Botanicum nos pone un poco más en contacto con esos seres amables con los que compartimos el planeta, que nos dan mucho sin pedir nunca nada.