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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Entrevista con Jon Bilbao, autor de «Matamonstruos» — Cadena Ser — 11 de octubre de 2024

Dice la escritora Lola López Mondéjar, ganadora del último Premio Anagrama de Ensayo, que de todas las transformaciones que sufre el individuo posmoderno, una de las más relevantes es su pérdida de narratividad, la dificultad cada vez más agudizada para contarse a sí mismo y elaborar un relato. Jon Bilbao (Ribadesella, 52 años) es uno de los autores en español más dotados para el relato. Nuestro referente no es la realidad, sino la ficción que consumimos desde niños, dice el escritor, que utiliza el wéstern como arma para desentrañar relatos e historias que asolan al hombre moderno.

Autor de obras como Bajo el influjo del cometa, El hermano de las moscas o Estrómboli, Bilbao cierra ahora una trilogía que comenzó en 2019 con Basilisco, continuó el año pasado con Araña y concluye ahora con Matamonstruos, las tres editadas por Impedimenta. Los libros contienen relatos sobre John Dunbar, un pistolero del lejano Oeste, duro y silencioso, cuyas hazañas se han convertido en leyenda, ya que se ha enfrentado a grandes enemigos, como la Araña. Por otra parte, en las novelas también asistimos a la historia Jon, un escritor de Ribadesella, que trata de hacer frente a su realidad, a una crisis de mediana edad. Padre separado de dos hijos, en Matamonstruos aborda la venta de la casa familiar, construida en la ladera del monte de su pueblo. Es él quien, en sus ratos libres, escribe los relatos sobre Dunbar, para lo que viaja en ocasiones a esa zona de Estados Unidos para documentarse.

En la trilogía, Bilbao se mueve en la frontera, ese territorio clásico del western, expandiéndola a los géneros literarios, que mezcla, y desdibujando la separación entre realidad y ficción. La ficción, escribe Jon Bilbao en el prefacio de este libro, sí ofrece respuestas, alberga verdades, resuelve, construye, restaura, limpia. No sabemos si llega a sanar, pero sirve de brújula interior.

¿Qué sensación tiene un escritor al acabar no ya una novela, sino una trilogía?

Jon Bilbao: Pues la verdad es que me ha dado pena, Ha sido satisfactorio, pero al mismo tiempo ha sido una despedida de algunos de los personajes que me han proporcionado mucho durante durante estos años. Habría sido posible e incluso fácil estirar el chicle y seguir inventándome aventuras y desventuras para ellos. Pero bueno, creo que era lo mejor, darles las gracias y ponerles un un final. Y hay algunos otros personajes, digamos que más secundarios, que seguirán dando guerra en el futuro.

No sé si te ha dolido más despedirte de los personajes y de sus aventuras o del mundo que has construido, porque cuando estuviste aquí con nosotros presentando Araña, decías que lo veías no como una continuación de los personajes ni de sus aventuras, sino como una ampliación del mundo que has construido. ¿Es esta una ampliación más de ese mundo?

Sí, yo creo que es el salto más cuantitativo, el crecimiento de ese mundo. Porque, paradójicamente, para este libro ha sido para el que más me he documentado y al mismo tiempo ha sido en el que más he inventado. Y me atraía esa tensión. Por un lado, mucho detalle, todo muy ceñido a la realidad y, por otro, invención lindando con lo fantástico. Me resultaba muy sugerente los ingredientes de esa salsa ligasen.

¿Cómo has cambiado como escritor durante estos años que ha durado la trilogía?

Veo la escritura y también la lectura como un continuo proceso de cambio, con el riesgo de que no sabes si el cambio será mejor o peor. Puedo reformular la respuesta diciendo que cada vez veo más la escritura como una exploración y una aventura, con los riesgos que ello conlleva. Y con estos tres libros sí que parece habido un cambio en mi forma de escribir. Antes planificaba muchísimo, iba muy sobre seguro y solía suceder que el volumen de las notas previas era superior al de la obra final. Y con estos libros hay documentación y maduro las ideas, pero he buscado sorprenderme a mí mismo. Sorprenderme, disfrutar y emocionarme. Y creo que esa es la mejor forma para conseguir los mismos tres efectos en quien se acerque a estos títulos.

Dices que emocionarte tú es emocionar a los lectores. ¿Es esa mezcla de géneros lo que atrae a lectores que no estaban a lo mejor acostumbrados a que la literatura española jugara con el western, jugara con el thriller, con el drama íntimo del propio escritor?

Lo que es cierto es que lo han entendido. Cosas con las que yo tenía dudas al principio, cuando le estaba dando vueltas a Basilisco, cuando ni siquiera sabía que iba a ser una trilogía. Yo le iba adelantando cosas a mi editor, esto es una cosa que es del Oeste o en parte del Oeste. Y cuando les envié el manuscrito terminado, fue como una bomba de relojería. Esta combinación de ficción, entre la ficción y la realidad. Un género puro de aventuras, pero al mismo tiempo con un punto fantasioso, incluso terrorífico. Y bueno, se entendió y creo que se disfrutó. Y yo también lo disfruté tanto como para continuar ese experimento durante dos libros más.

En Matamonstruos el personaje de John Dunbar está más tranquilo, vive con su mujer y su hija, se ha alejado de su parte más salvaje, pero aparecen nuevos enemigos. ¿Un pistolero nunca se retira? ¿No podemos ser salvajes y violentos a tiempo parcial, si uno lo es, lo es siempre?

A ver, no es que John Dunbar en esta tercera parte haya perdido esa parte violenta mercurial o el Basilisco, sino que tiene más matices. Yo creo que se ha hecho más humano, en el sentido de que es más complejo. Y ese ha sido el ecorrido principal de estos libros. Cuando apareció inicialmente, era un personaje que lindaba con la abstracción. O sea, era una bomba d testosterona, un ideal de masculinidad casi caricaturesco. En buena parte, una trasposición de todos los constructos narrativos del western y de la masculinidad en el western que hemos mamado desde que éramos críos. En el cómic, pero sobre todo en el cine. Y mi idea era ir manejándolo, ir enfrentándolo a otras situaciones quizá menos espectaculares, quizá menos de género. Pero bueno, a ver cómo te defiendes tú gestionando que tu mujer vaya a tener un hijo y que tú no te puedes ir de casa porque los tengas que cuidar. O que tu pareja te obliga a discutir con ella mirándole a los ojos y abriéndote y hablando de tus emociones. Claro, eso es algo para lo que este personaje, cuando era un arquetipo, no estaba preparado y ha tenido que ir aprendiendo a lo largo de estos tres libros. Un género narrativo no envejece. Ni el western, ni el terror ni el melodrama. Lo que envejecen son los arquetipos. Si te quedas con un personaje que ya está fosilizado, que siempre hace lo mismo, pues por supuesto que el público se aburre, pero si se ve el mismo personaje, lo desempolva y lo acercas a la vida, o incluso tratas de mostrarlo con una mayor verosimilitud, una similitud histórica, eso creo que resulta mucho más interesante a día de hoy.

Jon, por su parte, intenta entender a sus padres, separados recientemente. Decidido a recomprar la casa familiar y vivir allí junto a su padre, mantiene una relación fría pero afectuosa con su madre, con la que decide irse de viaje por el Egeo. ¿Cuál es el estado vital de este nuevo Jon? ¿Cómo ha evolucionado o se ha transformado?

Está dejando atrás la crisis de la mediana edad, está buscando asentarse. Está reconciliándose con los errores y con las contradicciones. Bueno, está llegando a una aparente etapa de serenidad. Con dificultades, por supuesto, porque si no, no merecería la pena escribir sobre ello. La felicidad es muy mal tema para para escribir. Pero bueno, yo quiero pensar que, al menos en este libro, lo peor para él ya ha pasado. Más bien es John Dunbar quien tiene que bregar con lo peor.

En las dos entregas se habla del poder de los relatos, de la ficción, ¿pero es quizá en esta donde más te adentras en homenajear y en reflexionar sobre la ficción?

Sí, los tres libros contienen una serie de temas, corrientes subterráneas, vasos comunicantes, llamémoslo como queramos, pero en el caso de Matamonstruos, sin duda el tema principal, aunque no explícito y machacón, espero, es la reflexión acerca de la ficción, acerca del influjo que tiene en nuestra nuestra vida. Hemos empezado esta entrevista con el tráiler de de Tarántula, que tanto al joven escritor del libro como a mí, cuando éramos niños, nos impactó enormemente. A mí me dan miedo las arañas y yo crecí en una casa de campo donde había arañas y demás bichos para aburrir. O sea, que anidaban en el armario donde guardaba la ropa y tejían las telas en la ventana que yo abría cada mañana y me las tenía que quitar de las narices. Sin embargo, el origen de mi miedo a las arañas está en el tráiler de esa película, no en la película. En el tráiler, un tráiler de dos minutos y medio que me pusieron por sorpresa un día en el cine. Pero hoy, al ver las arañas articuladas dentro de una narración interactuando con unos personajes y viendo los efectos que tienen en esos personajes, vamos, me hizo clic. Hasta el extremo de que en estos libros la araña es alegoría de algo nocivo, algo contaminante. Entonces sí, la ficción, ni siquiera una ficción, el anuncio de una ficción puede afectarte de una manera perdurable, afectarte de manera negativa. Bueno, pues por qué no especular si también nos puede afectar de una manera positiva.

¿Qué simboliza la araña?

Insisto, la araña es un personaje alegórico, muy cambiante, que nos puede morder a cualquiera, pero que puede tener diferentes manifestaciones. En estos libros la araña se presenta desde esa angustia cotidiana que todos sentimos de vez en cuando, de origen incierto, que cuesta bastante sacudirse de encima en algunas ocasiones y que nos preguntamos de dónde viene. Y que produce bastante desconcierto. Y en casos extremos, pues puede ser la depresión o un impulso más autodestructivo. Hay varias opciones planteadas en estos libros. Y no son las únicas posibles.

 

—D. de la Fuente