Ahora que el regreso a la naturaleza está tan en boga, que los urbanitas reservan en su zapatero un hueco privilegiado para colocar las chirucas —y otro en el paragüero para el bastón telescópico de las caminatas domingueras—, que la literatura se ha lanzado a la salutífera nature writing como si fuese una moda con fecha de caducidad, que hasta el hard boiled se ha ido al campo a fundar exitosamente el country noir, y el cozy crime se regodea con especial denuedo en esas casitas de pueblo con visillos de encaje en las ventanas —y jardín acotado con impecable verja pintada de blanco, y, si no, ahí está la magnífica saga de Agatha Raisin, de M. C. Beaton—, ahora, precisamente ahora, se necesita un poco de distancia irónica con la naturaleza. Por eso, y por la cercanía de las queridas fiestas navideñas, se antoja necesario un libro como Gótico botánico. Cuentos de un verdor perverso, una antología de esas que prepara con tanto esmero el sello Impedimenta por «Gótico botánico», cuando el mal absoluto emana de las plantas en tan señaladas fechas.
Editado por la filóloga, escritora y cuentista maña Patricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972), el volumen reúne 18 relatos en los que lo vegetal cobra infrecuentes protagonismos gracias al género fantástico que tan buenos frutos dio en los siglos XIX y XX. «A partir de ahora —advierte el editor, Enrique Redel—, el verde es el nuevo negro».
«Un sinfín de criaturas fétidas o capaces de exhalar fragancias embriagadoras, inertes, prensiles, reptantes, trepadoras, justicieras, rencorosas, a veces medio humanas, a veces medio espectrales, componen el temible repertorio », detalla Patricia Esteban Erlés, como infinitas son las variedades de árboles, plantas, flores y hongos que asumen en esta exquisitamente retorcida literatura el papel de cohabitantes silenciosos e indescifrables para el hombre y la mujer. Y es que, dicen los expertos —anota la editora—, las plantas poseen los cinco sentidos del humano y ¡otros quince más!
Tal motivo bastaría para entender lo inquietante que pueden resultar estas criaturas al más racional de los bípedos, mas allá del debate (que va desde Platón hasta Darwin) sobre si poseen alma y de que se haya ignorado durante siglos «su inteligencia, sensibilidad y estrategias de comunicación». Ante la imposibilidad de cosificar definitivamente los seres vegetales para someterlos, «el ambicioso homínido» —en el ámbito literario, anota Esteban Erlés— se ve enfrentado en ocasiones al espécimen botánico como a un verdadero enemigo capaz de responder, e incluso atacar con ferocidad, su soberbio impulso conquistador.
Ese rostro feroz, tantas veces hurtado a la nítida luz del día, es el que asoma en algunos de los cuentos compilados, obra de autores tan célebres como Nathaniel Hawthorne, M. R. James, Eudora Welty, Alphonse Daudet, H. P. Lovecraft, August Derleth y Roald Dahl, y que permitirá, además, redescubrir escalofriantes creaciones de escritoras de pulp como Mary Elizabeth Counselman, Eli Colter y Maria Moravsky.
—H. J. P.