La basta imaginación que puede abarcarse en literatura da margen de sobra para crear mundos sin igual. Uno de estos recursos es el realismo mágico que, quien piense que se quedó arraigado en el Macondo de Gabriel García Márquez, se equivoca. Theodoros (Editorial Impedimenta) es una novela que apuesta a lo grande, por todo lo alto, para no dejar a ningún lector indiferente.
De tintes barrocos, torrenciales y legendarios, con una narrativa descriptiva a más no poder, Mircea Cartarescu, autor rumano de trascendencia internacional, sitúa con ágil exactitud saltos temporales que no parecen tener relación entre sí con un epicentro en común: la extinta Valaquia, en la que convergen historias desde el rey Salomón y la reina de Saba, incluso llegando a los ancestros de John Lennon. Una vorágine de historias que, a primera vista, no tienen similitudes dadas las dispares características de sus personajes, pero que logran converger en una historia cuyo conductor es el propio Theodoros para enmarcar un escenario literario en el que todo es posible.
La historia en sí, ya inusual al narrarse en segunda persona, presenta a Tudor –primero- como hijo de sirvientes de la corte de Valaquia y, a medida que la narrativa avanza su curso y la ambición del protagonista guía sus propios pasos, viene postulándose como Theodoros en su multitud de facetas: desde pirata en aguas internacionales, guerrero en arduas batallas hasta erigirse como Emperador de Emperadores de Abisinia.
Las imágenes son fácilmente visibles en la mente. Las aventuras épicas de una batalla que ocurrió y se lleva al papel como nunca antes, la verosimilitud y las líneas temporales desaparecen, dejando un escenario en el que la fina línea que separa la realidad de la ficción de desdibuja.
Esta lectura, no apta para los ávidos consumidores del estímulo inmediato, requiere paciencia y concentración, pero con la promesa no escrita de sumergir al lector en un nuevo horizonte que recuerda a las complejas historias de Cien años de Soledad o Juego de Tronos, también a esos mitos y leyendas que aprendimos de la antigua Grecia y los imperios que quedaron escritos en la historia. Fe y blasfemia, mito e historia, amor y aventuras, crueldad y valentía, la Creación de la misma humanidad y el Juicio Final. Estos no son más que algunos de los ingredientes que conjugan esta novela, un mero sabor de boca pese a que suena a una rebosante marabunta de elementos sin conjugar.
Como bien suele decirse con ciertas películas que generan furor en el público, resultará mejor ir a ciegas, sin expectativas, para que Theodoros cumpla el fin de ese realismo mágico que promete reinventar el género tras el legado suscrito, y bien arraigado entre generaciones, en el mundo idílico de Macondo.
—Marta Alberca