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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

De remanso de paz a lugar inquietante. Y de seres considerados casi inanimados, a aterradoras amenazas para los humanos. En los siglos XIX y XX, al albur de los nuevos tiempos marcados por las teorías de Darwin, y tras el descubrimiento de habilidades de supervivencia en ciertas especies vegetales, como los fluidos venenosos o los aromas hipnóticos para adormecer a sus víctimas, la literatura se llena de relatos invadidos por un verdor siniestro.

Orquídeas sanguinarias, bosques enteros que se rebelan contra quienes los masacraron, setas tan bellas como venenosas, robles majestuosos que se convierten en la reencarnación del hombre de la casa, enredaderas que reviven espantosos fantasmas, máquinas que registran el terrible sufrimiento de las plantas maltratadas… Son sólo algunos ejemplos de textos donde la naturaleza se vuelve un monstruo silencioso. La editorial Impedimenta reúne una selección de estos relatos en la antología Gótico botánico. Cuentos de un verdor perverso, con la cuidada edición de la filóloga y escritora Patricia Esteban Erlés.

Un total de dieciocho textos escritos en un arco temporal de poco más de 120 años; desde El experimento del doctor Heidegger (1837), de Nathaniel Hawthorne, hasta Y una niña pequeña (1959), de Zenna Henderson. Entre ambos, ejemplos variopintos del terror inspirado por lo vegetal, a través de las narraciones de autores procedentes de países como Francia, Inglaterra, Polonia y Estados Unidos.

Entre ellos, nombres conocidos como el de Roald Dahl, H.P. Lovecraft y la escritora Richmal Crompton, conocida por el éxito con la serie de las aventuras de Guillermo Brown. Y, también, las inquietantes creaciones de escritoras del género pulp como Mary Elizabeth Conuselman, Eli Colter o Maria Moravsky.

Cada relato, además, aparece precedido de una nota sobre el autor, con la que la editora descubre algunas curiosidades biográficas, y aporta datos de contexto sobre la época que dio lugar a los textos.

Un momento histórico, dice, marcado por la necesidad de escape “del encorsetamiento neoclásico”, que llevó a abrazar “una poética de lo irracional” y a utilizar el miedo “como inspiración” en la literatura gótica. Y también, marcado por la pavorosa ratificación darwinista de que “el universo vegetal había evolucionado por su cuenta, desarrollando estrategias de supervivencia en ciertas especies capaces de invadir, atacar y devorar con ferocidad monstruosa”.

Surgen así relatos de vegetales siniestros y letales. Pero junto a estos elementos vegetales, monstruosos por sus propiedades inherentes, no tardarán en surgir aquellas que buscan atacar al ser humano “como venganza por el daño que les ha infligido previamente”. Es el caso, explica Esteban Erlés, de Wood’stown, de Daudet, quien hace gala de “una precoz visión ecocrítica”.

Y así, además de como “eficaces símbolos de temas universales”, o en forma de “remotos miedos victorianos”, los vegetales aparecen también como símbolo de la “conciencia crítica” contra “la ambición desmedida que despierta el capitalismo”, invitando a “reflexionar sobre el comportamiento del ser humano al relacionarse con otras especies”. En cualquiera de los casos, advierte Esteban Erlés, conviene “tener cuidado, mucho cuidado, con el verde”. “Es verdad que no ladra y, en teoría, solo en teoría, tampoco muerde”, pero aun así, “conviene ser precavido y no acercarse mucho”, subraya.

—Beatriz Rucabado