Solo tres meses de vivir a toda letra. Pero han sido intensos: presentaciones, librerías, editores, libros y libreros… Llegué a Barcelona después de un largo viaje, que comienza a ser otro en la vuelta, y me encontré una ciudad hasta arriba de literatura. O tal vez fui yo el que llegó hasta arriba de literatura. Sea como sea, rompí la intimidad de mis lecturas, y nada expone más que eso. Somos lo que leemos, somos lo que no leemos, somos lo que nos gustaría leer. Pero, sobre todo, somos porque vivimos a toda letra. Y aquí van los…
Diez libros que viví a toda letra en 2016
El cielo de los mentirosos (Juan Miñana, ed. Malpaso) fue una de las dos excepciones en novela. En el año en que, según Alberto Olmos, Patria de Fernando Aramburu, salvó a la novela, yo le di la espalda más que nunca.
Pero en este caso, ¿quién puede resistirse a una Barcelona llena de bohemios, poetas, místicos, soñadores, perseguidores, ladrones, láudano, política, y otras locuras del siglo XIX? Pompeyo Gener tuvo una vida de novela; y eso es lo que hace Juan Miñana: una novela alrededor de la vida rocambolesca de sabio; pero sobre todo, una novela que reivindica la fantasía como forma de vida. Juan Miñana sigue a lo suyo, sin estridencias, escribiendo.
«Pedirle a Peius un brindis a la salud del demonio al final de los banquetes, se convirtió en una broma recurrente que se prolongaría a lo largo de los años, tanto en París como en Barcelona.»
¡Pues eso, salud, Peius!
La acústica de los iglús (Almudena Sánchez, ed. Caballo de Troya) hizo que me mirara al espejo de forma diferente.
Una serie de cuentos que son artefactos de belleza melancólica perfecta. La música despierta las emociones y gracias a la acústica nos llegan los sonidos. Cada uno de estos relatos transmite un mundo cercano a lo onírico.
Palmeras de la brisa rápida (Juan Villoro, Ed. Altaïr) trajo el aire fresco que me hacía falta, y eso que la brisa a la que hace referencia el título es de 1989 que es cuando lo escribió Juan Villoro. Ese es uno de los objetivos de toda editorial que se precie: recuperar títulos del olvido.
Siempre lo digo, algún día, cuando sea grande, me gustaría escribir como Juan Villoro. Una mirada llena de ironía y humor, de reflexión acerca del género de los libros de viajes, y una prosa exacta para un viaje emocional a Yucatán. De esos libros que ayudan a dar estilo –ojalá–.
Hermano de hielo (Alicia Kopf, ed. Alpha Decay y L’Altra Ed.) se ha convertido en mi libro de cabecera este año.
Este libro es una metáfora sobre la discapacidad y, su complemento, la heroicidad. La excusa es la historia de las exploraciones polares, el medio, la vida de su autora. Una anécdota: pedí el libro en una gran librería de centro comercial –a veces, las urgencias te entran en los lugares menos apropiados– y buscaron a Alicia Kopf entre los autores extranjeros hasta que, al cabo de unos deliciosos minutos, les dije que no, que era de aquí, ¿o tal vez no anduvieran tan equivocados?
Con Crónica japonesa hay que dar las gracias a La línea del Horizonte por recuperarnos un imprescindible de la literatura de viajes. De Nicolas Bouvier –junto a Bruce Chatwin uno de los mejores representantes de la poética del movimiento en el siglo pasado– solo teníamos hasta ahora la edición en catalán de este mismo título que hizo en el 2006 Brau Ediciones y que ya no se encontraba en las librerías de Barcelona, y El pez escorpión, editado por Altair Heterodoxos (2011).
Un billete de primera para viajar a Japón con la mirada maravillosa de Nicolas Bouvier y narrado con un estilo exacto y delicadamente descriptivo, junto a algunas reflexiones acerca de qué es eso del viajar, hoy que tanto viajamos sin, en realidad, viajar.
Cómo llegué a conocer a los peces (Ota Pavel, Ed. Sajalín) es la demostración de que eso del realismo mágico tal vez lo inventaron en Colombia, pero es universal. Ota Pavel es la prueba. Este libro es una joya: la realidad es ficción, es intrahistoria, es poesía, es amor, aprendizaje, naturaleza, alegría por vivir, lucha, esperanza. Lo juro, se me escapó alguna lagrimilla –pero de esas que te hacen un poco más feliz– en el metro mientras leía la última parte.
«Las personas más fabulosas son las más modestas. Solamente los idiotas y los pobres diablos necesitan hablar de sí mismos para engrandecerse ante sus propios ojos.»
Y hablando de idiotas, o de imbéciles… Trump, ensayo sobre la imbecilidad.
Lectura que todos habríamos querido olvidar, pero que la realidad se ha encargado de dejarnos presente. Este ensayo de Aaron James (Ed. Malpaso) aclarará la pregunta que te ronda cada noche, “¿pero por qué, nos hemos vuelto locos?”; pues no, locos no, pero, imbéciles, un rato.
Manual para señoras de la limpieza (Lucía Berlin, Ed. Alfaguara) es otro ejemplo de una de las labores que deben hacer las editoriales. Lucía Berlin fue una escritora americana que lo tenía todo en contra, salvo unos ojos de belleza infalible y un don, igual de infalible, en la palabra escrita. Gracias a ese don, la editorial Farrar Straus and Giroux la sacó del olvido y la convirtió en fenómeno editorial.
Rayos (Miqui Otero, Blackie Books) fue la otra novela que me acompañó durante el año.
Este título se convirtió en un fenómeno, como casi todo lo que tocan en esta editorial –para más muestra: Instrumental de James Rhodes, que a pesar de ser del 2015 podría estar en esta lista–. Con Miqui Otero recuperé parte de un pasado, que no fue en Barcelona; pero sí en el que coinciden coloquialismos, frescuras y referencias culturales. La melancolía vino después.
Estrómboli (Jon Bilbao, Impedimenta) es otro conjunto de relatos perfectos de Jon Bilbao, el primero que publica con la editorial Impedimenta. En Jon Bilbao no hay fuegos de artificio ni maravillas espectaculares; pero sus relatos tienen una construcción perfecta. Son como el cine clásico; sin efectos especiales, pero con una historia potente y bien narrada. Pues eso, literatura de la buena. Si quieres palomitas busca otra cosa.
Y bueno… Hasta aquí mi particular striptease lector. Espero que el próximo año sea otro año vivido a toda letra.