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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La Voz del Amo

La Voz del Amo es una auténtica novela de culto.

Visionaria, profunda, estamos ante la crónica, narrada por el gran maestro de la ciencia ficción Stanisław Lem, del primer contacto del hombre con una civilización extraterrestre, y de los esfuerzos de los científicos para descodificar y entender un mensaje que viene de más allá de las estrellas.

Narrada como un largo y proceloso informe, la novela nos presenta el libro de memorias de Peter Hogarth, un cínico matemático que trabaja en el desierto de Nevada en un proyecto del Pentágono (nombre en código: «La Voz del Amo») consagrado a descifrar un misterioso mensaje procedente del espacio exterior. Cuando el proyecto llega a un punto muerto, Hogarth descubre, para su horror, que lo desvelado por el supuesto mensaje extraterrestre podría llevar a la construcción de una bomba de fisión. Hogarth decide entonces que no se debe permitir que tal conocimiento caiga en manos de los militares. La voz del amo es una auténtica novela de culto, una obra inconmensurable en la que Lem diserta sobre cosmología, filosofía, biología evolutiva, y también sobre las posibles formas que puede adoptar la inteligencia extraterrestre.

Junto con Solaris y Ciberíada, La voz del amo está considerada una de las mejores, más influyentes e imaginativas novelas del maestro Stanisław Lem. Una densa fábula filosófica que narra el esfuerzo de unos científicos por descodificar, traducir y comprender la primera transmisión extraterrestre conocida.

«Stanislaw Lem es un genio, un pensador adelantado a su tiempo.» Warsaw Voice

PREFACIO

Más de un lector se sentirá escandalizado al leer las palabras que siguen a continuación, pero yo considero que forma parte de mi deber dejarlas por escrito. He de confesar que nunca antes había redactado un libro como este y, como no es habitual que un matemático preceda sus obras con confesiones de carácter personal, bien podría habérmelas ahorrado.

Por circunstancias ajenas a mi voluntad, me he visto involucrado en los acontecimientos que procederé a relatar acto seguido. Más adelante explicaré las razones concretas por las que este texto viene precedido de una especie de confesión. Soy consciente de que, cuando uno desea hablar sobre sí mismo, debe situar su persona en un marco de referencia. En este caso, me gustaría remitir al lector a la biografía, recientemente publicada, que escribió sobre mí el profesor Harold Yowitt. Yowitt considera que mi forma directa de abordar las cuestiones más candentes de nuestros días me ha convertido en uno de los grandes cerebros de nuestro tiempo. Apunta que mi nombre ha estado siempre presente en todos aquellos momentos en los que nos hemos topado con la amenaza de una radical destrucción del patrimonio científico y la aparición de nuevos conceptos, como fue el caso de la revolución matemática, la fisicalización de la ética y el Proyecto mavo.

Cuando, en mi lectura, llegué al instante en el que se mencionaba el tema de la destrucción, albergué la esperanza de que, tras comentar mis devastadoras inclinaciones, las conclusiones fueran rotundas y atrevidas, y de haber encontrado al fin a un auténtico biógrafo. He de confesar que aquello no me alegró en absoluto, porque una cosa es desnudarse uno mismo y otra que lo desnuden a uno. Sin embargo, Yowitt, como si se hubiera asustado de su propia perspicacia, elige dejar de ser consecuente y acaba regresando a esa trillada imagen de mi persona según la cual yo tendría tanto de trabajador tenaz como de modesto genio, citando incluso algunas anécdotas de un manido repertorio.