El encanto de una canción de cuna. Una sesión de hipnosis colectiva. Tomar posesión del pasado sin caer en la subjetividad, permaneciendo en grupo. Rozar el tiempo perdido, sin engancharse a recuerdos dramáticos. La pequeña magdalena para todos… (Philippe Lejeune)
Si hiciésemos caso a la editorial Impedimenta, el autor de Me acuerdo, que es el libro que acaban de publicar, el escritor habrían nacido en 1937, es decir, hace ochenta años; si hacemos caso a los hechos, el singular escritor nació, el 7 de marzo de 1936, hace pues ochenta y uno; refiriéndose a él decía su amigo Ítalo Calvino que era «una de las personalidades más singulares, más singulares del mundo, al punto que no se parece a nadie en absoluto». [ En esta misma red recordé tal aniversario, ochenta, el año pasado: http://kaosenlared.net/georges-perec-cosas-letras-juego-y-vida/ ].
El escritor ya desde su propio apellido dejaba pensar en algún hueco, y me explico retomando para ello la explicación que di en el artículo del que pongo el enlace: «de joven se le conocía como Pereq / Perrec´h, siendo su abuelo Peretz, nombre de origen bíblico que daba lugar a diferencias dependiendo de la zona en la que se estableciesen la diferentes ramas del clan; así Perez, Peres, Perutz, Peisrec, etc. Descendiendo –según el relato bíblico- de uno de los hijos gemelos que Judá tuvo con su hijastra Tamar; así en el Génesis, 38,28-29, se lee: «cuando llegó el tiempo de dar a luz a Tamar, sucedió que tenía en su vientre gemelos. Durante el parto, uno de ellos tendió la mano. La comadrona se la cogió y le ató un hilo escarlata diciendo: “es este el que ha salido primero“. Pero en eso retiró la mano y fue su hermano el que salió. Entonces ella dijo: “como tú te has abierto una brecha” Y se le llamó Péreç» (nombre compuesto por tres letras hebraicas: p= pe / r = resh/ ts = tsadek) y que viene a significar brecha / décalage/ agujero; por curiosidad y coincidencias de la vida (más bien de las lenguas), en ruso la palabra significa pimienta» [para colmo de cambios el definitivo nombre de Perec surgió –según relata el propio escritor en su W o recuerdos de la infancia– de la trascripción de Peretz por los empleados del registro civil al confrontarse con las variaciones de pronunciación entre el ruso y el polaco y los distintos sistemas alfabéticos de ambos idiomas]. Pues bien, el escritor hacía honor a lo dicho ya que su actividad, tanto profesional como literaria, la ocupaba en gran parte en llenar huecos como si la vida fuera un crucigrama siempre dispuesto a ser rellenado, o un puzzle en que las fichas estaban revueltas y había que hallar el lugar adecuado para completar la imagen, del mismo modo que la creación de las listas más diversas eran otra forma de desarrollar su ingenio y ejercitar su memoria, recuperando los recuerdos que habían quedado engullidos por un agujero negro de nombre Auschwitz. Su padre Icek Judko Perec murió en combate, se había enrolado como voluntario, a causa de una herida en el vientre en 1940; de su madre, Cyria Perec se perdió la pista en 1942, al ser detenida y trasladada a Auschwitz en donde falleció. Otros familiares siguieron la misma suerte. El muchacho quedó a cargo de la Cruz Roja y más tarde se quedó con unos tíos. Un desraízamiento absoluto y de cuajo, o casi, acompañó así al futuro escritor que más tarde convertiría parte de su quehacer en un intento tenaz por recuperar no ya el tiempo perdido, sino el tiempo desconocido. Lo que le condujo a comportarse como un escribiente Bartebly que se dedica a escribir buscando, conquistando nuevos espacios / especies a través de la escritura; la escritura como un rompecabezas.
En su Notas de lo que busco –recogido en Pensar/Clasificar, se comparaba con un campesino que cultivase varios campos, dividiendo así sus obras en unas de cariz sociológico, otras de carácter lúdico y, por último, las de orden autobiográfico, entre las que incluía además de W o Recuerdos de la infancia, La Boutique obscure, Lugares en los que he dormido y la que acaba de traducirse: Yo me acuerdo.
Esta vertiente de su quehacer va a llevarle a reconstruir, en un ejercicio permanente de anamnesis (potencial/provisional), su propio yo, un yo no dado de una vez por todas, sino en constante devenir y sometido a retoques, mirando a un espejo –el de su vida- resquebrajado, que le entregaba lo reflejado de manera cuarteada, fragmentada, oblicua, demultiplicada. La trabajosa recomposición va a llevarle a convertir el OuLIPO (Taller de Literatura Potencial) en un particular Taller de Autobografía Potencial. Y si anteriormente había hurgado en la botica de sus sueños, en su Yo me acuerdo va a abrir espacio a sus recuerdos; acerca de dicha obra puntualiza : «los “yo me acuerdo” no son exactamente recuerdos, y sobre todo no son recuerdos personales, sino pequeños trozos de cotidiano, de cosas que, tal o tal año, todas las gentes de una misma edad han visto, han compartido, y que han desaparecido enseguida, han sido olvidadas; no merecía la pena memorizarlas, no merecían formar parte de la Historia…». Así sus yo me acuerdo, en número cercano a los quinientos, exigen por parte de un lector, al menos si es coetáneo del escritor, un casi seguro asentimiento del tipo : yo también recuerdo, como si se estableciese un toma y daca entre el escritor y el lector, una relación de simpatía (sin pathos). No se comporta Perec como un memorioso sino que su exploración es modesta por los terrenos de la memoria negligida, no como una estricta y rigurosa búsqueda que pretendiese recuperar con precisión el tiempo perdido, sino revolviendo entre las migas de lo cotidiano, los recortes periodísticos, los insustanciales refranes, los tubes musicales, eslóganes, que han circulado entre los componentes de su generación, constituyendo retazos de una microhistoria, y así Perec saca a la palestra personajes y sus características físicas, los colores de los autobuses que ya no circulaban, o la recogida de autógrafos en competiciones ciclistas, sus paseos cuando se construía el drugstore de Saint Germain des Près, películas y otros espectáculos, tiempos de escolarización, estaciones de metro, marcas comerciales (que recuerdan a su Las cosas) o sucesos que inundan los noticiarios y las cavilaciones de no pocos individuos de la época (por ejemplo, el manifiesto de los 121 llamando a la insumisión a la guerra de Argelia), dejándose acompañar por algunos escritores que se convierten en sustitutos de sus desaparecidos parientes (Melville, Kafka, Flaubert, Verne, Roussel, Queneau, Leiris y muchos más), avanzando por sucesivos tanteos que le conducen a dudar y a dejar las cosas en un estado de indecisión ya que lo recordado podía ser completado con una conjunción o sustituido por medio de una disyunción, como si nunca se finalizase de alcanzar lo que se debería (?) decir si se tomase la realidad de los hechos como la medida justa; casi por momentos podría pensarse que el escritor hace suya la concepción wittgensteiniana del lenguaje como dibujo (y a dónde no pueden llegar las palabras…) En esta repetición de la fórmula que da título al libro se da muestra del arte de enumerar, con sencillez, en un uso permanente del fragmento , las citas, el collage y el pastiche pueblan este ejercicio de re-memoración siempre provisional.
El libro ahora vuelto a traducir, por María Cedrán fue publicado inicialmente en 1978 por POL nueva colección de Hachette (Denoël lo había rechazado) –el mismo año en que se publicó su novela-inmueble: La vida instrucciones de uso-, si bien anteriormente ya habían visto la luz algunos trozos de los reunidos/recordados entre 1973 y 1977, si bien los tiempos revividos corresponden a los años que van de 1946 a 1961 en una travesía por los pagos de lo infra-ordinario que ya había dejado señalado en su programa de trabajo fechado en diciembre de 1976: «YO ME ACUERDO : se trata de recuerdos banales, que pertenecen a todo el mundo, generalmente no tenidos en cuenta, pero suscitando una nostalgia minúscula; una primera serie ha sido publicada en Les Cahiers du Chemin nº 26 (enero de 1976)».
Y lo proyectado, en potencia pues, puesto en acto con la regularidad de un peluco suizo, en un ejercicio de acumulación y repetición combinadas , que da lugar a recuerdos compartidos, y el resto lo he olvidado, y de lo que no se puede hablar mejor es callar que diría el Tractatus.