En 1914 comenzó la Primera Guerra Mundial, que supuso la descomposición del Imperio Austro-Húngaro y el final de un orden social o de un sistema de valores que había prevalecido sobre el resto durante décadas. Cronistas de estos cambios y de los efectos los mismos sobre las personas fueron una serie de grandísimos escritores centroeuropeos como Stefan Zweig, Robert Musil o Hermann Broch.
73 años después de la finalización de la Gran Guerra comenzaron lo que podríamos llamar las «Guerras Balcánicas». Bosnios, croatas, serbios, serbobosnios, kosovares, serbocroatas, etc volvieron a enfrascarse, con la inestimable colaboración del resto del mundo, en una serie de guerras fratricidas que tuvieron como consecuencia principal la desintegración de Yugoslavia y de orden político y social imperante desde 1945, aproximadamente.
Dragan Velikic podría ser, al igual que lo fueron Zweig, Musil o Roth, cronista de este ambiente fin de siècle estilo Tito / Milosevic. Al igual que estos, Velikic no se centra el los acontecimientos bélicos, estos aparecen únicamente de forma tangencial, sino que se centra en sus efectos sobre las vidas humanas.
Las páginas de este libro están pobladas de seres desorientados, de hombres y mujeres «sin atributos», de personas que tratan de sobrevivir y que se agarran, como un náufrago a una tabla, a una relación, a un amor acabado hace décadas, a un futuro al otro lado del océano o a un pasado del que no resulta fácil escapar.
Belgrado, Budapest, Viena, Estados Unidos. La extinta Yugoslavia desmoronada, el Imperio Austro-Húngaro desmembrado hace cien años, sus rescoldos. Escenarios, telones de fondo por el que pasan los principales personajes del libro (Miljan, Marko, Marija y Kristina) y sus existencias, con lazos que se unen y se deshacen, destinos heredados y destinos repetidos, en una sucesión de encuentros y desencuentros, de pasados, presentes y futuros que forman lo que normalmente llamamos vida.
Evidentemente, Velikic no es Zweig ni, probablemente, pretenda serlo. Pero este libro puede ser leído, igual que los del vienés, como el testimonio de un tiempo y de un orden que ya no volverán y de cómo ese tiempo, ese orden y su desaparición nos afectan.
Un libro que, pese a un comienzo un tanto extraño (por la forma de escribir de Velikic y por la sensación de que las piezas no encajan del todo), acaba enganchando, acaba llegando al lector. El puzzle cobra sentido, si es que la vida lo tiene, y uno termina con ganas de más. Quizá en el próximo libro de Velikic.
KOLDO CF