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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

H de halcón

"Son aves extrañas [...] Por eso me enloquece cuando lo saco [a Kes] y oigo a alguien decir: ‘Miren, ahí va Billy con su mascota’. Me dan ganas de gritarles. No es ninguna mascota, señor, los halcones no son mascotas. O cuando me detienen para preguntarme: ‘¿Es dócil?’. Al diablo con que es dócil. Simplemente está entrenado, eso es todo. Es feroz y salvaje y no le importa nadie, ni siquiera yo... Y por eso es genial. [...] Pueden quedarse sus conejos y sus gatos y sus periquitos parlanchines... Para mí no son nada comparados con ella".

Confieso que mi interés por la novela de Barry Hines, Kes (A Kestrel for a Knave, 1968; Impedimenta, 2017) no era atribuible, en principio, a la novela en sí misma, sino a la adaptación cinematográfica dirigida por Ken Loach en 1969, con guión del propio Hines, Loach y Tony Garnett. ¡Con cuánta alegría debió emprender Hines, nacido en el pueblo minero de Hoyland Common en el sur de Yorkshire, el rodaje de la película ante la oportunidad de recrear un completo microcosmo social que conoció de primera mano. Cuando Hines escribió Kes, su segunda novela —dos años antes había debutado con la autobiográfica The Blinder sobre un joven atrapado entre las oportunidades ofrecidas por la vida académica y su talento para el fútbol—, no intentaba renovar nada; quería ser, simplemente, una historia verdadera sobre la vida de un chico, Billy Casper, marcada por la miseria, el abuso y la humillación, incluso de sus profesores: «Nos hablan como si fuéramos mugre. Siempre nos tratan de idiotas y de descerebrados y de cretinos, y no dejan de mirar sus relojes para saber cuándo terminará la clase. Están hartos de nosotros y nosotros de ellos». Si François Truffaut filmó en Los cuatrocientos golpes su personal visión de la infancia, un Hines de 29 años, ex profesor de educación física, hizo lo propio en esta amarga, pero a veces tragicómica o satírica, novela sobre un chico maltratado por propios y extraños, que encuentra en el entrenamiento de un halcón —sin conocimientos previos y armado con un manual de cetrería sacado de la biblioteca de la escuela— nuevos horizontes. Billy vive con su madre y su medio hermano Jud, quienes están demasiado ocupados con sus propios problemas para tener tiempo para él. El oscuro romance que Billy mantiene con el ave le permite no sólo conocerla mejor, sino también demostrarse a sí mismo y a los demás que puede llegar a ser como ella: feroz, libre y salvaje. Ese es el mundo de soledad —pero también de libertad— que ya en la obra de Alan Sillitoe La soledad del corredor de fondo (The Loneliness of the Long-Distance Runner, 1959; Impedimenta, 2013) se insinuaba. Romper con la familia, encerrarse en un ámbito nuevo ajeno a la afectividad.