Sobrevivir a un atentado y perder a parte de su familia artística dejó enormes secuelas. Y en La levedad Meurisse nos relata, a sugerencia de su terapeuta, su caída en el abismo y su recuperación. Tras sufrir un shock que le provocó una disociación (un recurso de defensa del cerebro, una especie de anestesia emocional que se tradujo en lagunas de memoria y una total incapacidad para dibujar) la autora intentó primero buscar en la literatura y el arte un refugio, después una catarsis para exorcizar el dolor. Eso es lo que nos cuenta en esta obra, que acaba siendo un enorme elogio a la belleza y su capacidad sanadora. El gran logro de ‘La levedad’ es conseguir relatar este viaje interior sin ampulosidad o dramatismo excesivo. Hubiera sido muy fácil apelar a la empatía de los lectores ahondando en el dolor. Meurisse, en cambio, crea un relato duro, pero sobre todo sincero y sin pretensiones donde expone la sensación de vació y de pérdida. Su dibujo, sencillo y de trazo fino, transmite perfectamente su fragilidad tras la rotura. Y el uso del color, en su mayoría de páginas tenue y mínimo, que va aumentando gradualmente, nos acompaña hacia su la recuperación vital.
Estamos ante un relato sensible, que no sensiblero, capaz de conseguir intercalar breves notas de humor dentro del drama sin que chirríe, provocando en algunos momentos una leve sonrisa en el lector . Siempre hay sitio para el humor. No podemos dejar que nos quiten la capacidad de reír y reírnos de cualquier cosa. No se me ocurre mejor homenaje posible a las víctimas del atentado contra ‘Charlie Hebdo’.