“El lobo sólo necesita tener suerte una vez”, dice una voz desde la oscuridad en uno de los cuentos de Emily Carroll. Y tiene razón. Esta sencilla frase consigue robar el sueño a una niña que se cree segura en su cama y también al lector desprevenido que la ha acompañado hasta allí. Para dar miedo no hace falta que te persiga una manada de muertos vivientes, basta con que lo haga una idea perversa como las que pueblan los libros de estas siete escritoras. Adéntrate en ellos bajo tu propia responsabilidad.
MARIANA ENRÍQUEZ: HORROR COTIDIANO
Dicen que leyendo los relatos de Mariana Enríquez pasas mucho frío. Esta joven autora, ya consagrada en Argentina, ha debutado en España con una colección de historias que te hielan hasta los huesos, porque podrían estar ocurriendo en tu propio barrio, en tu calle, dentro de tu hogar o en el del vecino. Su prosa te agarra y te lleva a rastras a visitar la casa de Adela, esa niña rara que tiene pasión por las películas de terror y que convence a sus amigos para visitar un chalet abandonado en su urbanización; te obliga a hablar con ese niño serio que duerme en tu calle con su madre drogadicta y que una madrugada llama a tu puerta. O te monta en un autobús que cruza un enorme parque desierto a medianoche, donde una adolescente se apea y echa a correr, perdiéndose entre los árboles.
Lo terrible de los cuentos que componen Las cosas que perdimos en el fuego es acompañar a esos personajes tan cercanos y reales, que se esfuerzan por resolver sus vidas tratando de hacer lo correcto, sin saber que lo extraño, el horror, espera su turno para sorprenderles con una vuelta de tuerca.
SAMANTA SCHWEBLIN: EL MIEDO DE LAS MADRES
Distancia de rescate es la definición que Amanda, la protagonista de esta novela, da a la distancia que la separa de su hija pequeña y que ella calcula a todas horas, temerosa de que si se aleja demasiado de ella, no podrá llegar a tiempo para protegerla de cualquier peligro. Samanta Schweblin da en el clavo al recoger el miedo ancestral que comparten todas las madres y colocarlo en el centro de una trama que se desenreda como una maraña a través de dos voces: la de Amanda, confusa, que trata de descubrir el paradero de su hija, y la del enigmático David, que la interroga para poner en orden sus recuerdos y descubrir “lo importante”.
Mientras avanzamos con Amanda en la reconstrucción de esos últimos días, a los personajes se une otro más silencioso: la naturaleza, el campo dolorosamente transformado por la mano del hombre que se convertirá en el marco fatal de esta perturbadora historia.
ANNA STAROBINETS: CUANDO IRRUMPE LO INESPERADO
Un día, tu hijo de ocho años se pone enfermo después de pasar la tarde en el bosque y cuando se recupera ya no parece el mismo. En el colegio su comportamiento empieza a ser raro, su hermana se distancia de él, pero asumes que son cosas de la edad. Sin embargo, para cuando alcanza la adolescencia es evidente que ya no puedes mirar para otro lado, pero quizás ya sea demasiado tarde.
Con Una edad difícil, Anna Starobinets se consolidó como una de las principales voces de la nueva ficción fantástica rusa, etiqueta que más adelante reafirmó en La glándula de Ícaro. El escenario en el que se desarrollan sus historias es siempre una Rusia inhóspita, distópica y hostil que refuerza el desvalimiento en el que se encuentran sus personajes cuando un elemento extraño o un suceso raro interrumpe sus vidas dejándoles indefensos, completamente solos, ante lo aterrador.
ELIA BARCELÓ: RELATOS CRUELES
El lector que se anime a abrir La maga y otros cuentos crueles parte con una ventaja y es que su título no miente. Su autora no tiene compasión con sus personajes ni tampoco su imaginación tiene límites para inventar maneras de atormentarlos. En este volumen encontramos historias de terror, relatos de ciencia ficción e incluso narraciones perfectamente hiladas con ecos de cuentos de hadas, eso sí, convenientemente reescritos. Hay que destacar especialmente el relato que da título al libro, La maga, que plantea un siniestro y original giro al clásico tema de la casa encantada.
EMILY CARROLL: VOLVER AL BOSQUE
La rapidez con la que se devoran los cuentos de Emily Carroll contrasta con lo mucho que tarda en desaparecer la huella que dejan en nuestra memoria. Es una huella sucia de barro y hojas secas, que trae consigo el aroma orgánico del bosque. Allí nos llevan de vuelta las cinco historias que componen su libro Cruzando el bosque: al lugar oscuro que temen los personajes de los cuentos, allí de donde viene todo lo extraño.
No hay duda de que a este desasosiego contribuyen mucho las magníficas ilustraciones de Carroll, su trazo elegante y violento capaz de esconder en un hermoso paisaje nocturno a una manada de lobos hambrientos. El miedo en la espesura puede adoptar diferentes formas: un padre que no vuelve a casa, una voz que canta al otro lado de la pared, una cacería donde la presa no sabe que lo es, o una cueva en la que anida lo innombrable.
ANGELA CARTER: LAS HADAS NO EXISTEN
Si hay una escritora que sabe retorcer como nadie los cuentos de hadas, ésa es Angela Carter, que en La cámara sangrienta propone su propia versión gótica, erótica y malvada de cuentos clásicos como Barbazul, Caperucita roja o La bella y la bestia. Pero que nadie piense que por basarse en narraciones infantiles estos relatos van a resultar inofensivos. Todo lo contrario: la pluma de Carter es afilada y sus trazos, como el título del libro, siempre dejan víctimas a su paso. En la nueva reedición que ha lanzado Impedimenta encontramos además el aliciente de las elegantes ilustraciones de Alejandra Acosta, un contrapunto perfecto a los perversos relatos de Carter.
JOAN LINDSAY: LO INEXPLICABLE
Australia, año 1900. Las profesoras y alumnas de un exclusivo internado celebran una comida campestre en Hanging Rock, un imponente conjunto rocoso rodeado de vegetación salvaje y poco accesible. Sin embargo, lo que empieza como un apacible picnic se trunca cuando tres niñas y una profesora desaparecen sin dejar rastro, después de que todos los relojes se detengan exactamente a las doce en punto. La única estudiante que reaparece lo hace presa de la histeria y sin recordar nada.
A partir de ese momento la inquietud se adueña de las gentes del lugar y también del lector. ¿Qué es real y qué es ficción en esta historia? El paisaje claustrofóbico, el misterio que rodea la desaparición de las adolescentes y las incógnitas que siembra la propia autora convierten Picnic en Hanging Rock en una novela extremadamente desasosegante.
¿Estás listo ya para comenzar a leer? Buena suerte. Y recuerda que el lobo puede esconderse detrás de cualquier página.